El Atlético de Madrid salvó un punto en los últimos segundos contra el Eibar (1-1) agarrado a un debutante de 19 años, Borja Garcés, que logró lo que nadie había podido antes, batir a un insuperable Dmtrovic que lo paró todo hasta que el gol del canterano niveló un partido que tenía ganado el conjunto vasco.

Ya era el minuto 93. Dio tiempo para sacar de centro y para escuchar, segundos después, el silbido final de un encuentro en el que el equipo rojiblanco tuvo ocasiones para ganar, estrellado una y otra vez contra el guardameta rival, pero en el que también sintió muy cerca la derrota, cuando Sergi Enrich hizo el 0-1 en el 87.

No es un alivio para este Atlético, que solo ha sumado cinco de los doce puntos disputados, que dio un evidente paso atrás a pesar del empate y que jugó durante muchos tramos un buen partido, en el que también hubo una bronca del público para Diego Simeone, allá por el minuto 73, cuando decidió sustituir a Rodri.

Aún en proceso de ajuste, este Atlético le necesita. Es la salida más limpia que tiene el conjunto rojiblanco, también la más precisa en el medio centro. Cuando la pelota pasa por sus pies en la transición el conjunto rojiblanco supera líneas por combinación; cuando no, le cuesta un mundo penetrar entre el entramado rival.

Hasta que comprendió que cada ataque comienza ahí, que no había mejor fórmula para manejar el duelo, para desmontar la presión y la intensidad de la que ya había advertido en la víspera Simeone y que ejerció el Eibar, fue un bloque embarullado, que lanzó tantas veces en largo que terminó en nada, en pugnas inútiles de Diego Costa.

Expuesto también al inicio del duelo a sus propias imprecisiones y, por extensión, a algún contragolpe, como el que culminó Cote con una volea contra el larguero en el minuto 8, el Atlético dispone y maneja indiscutiblemente muchos recursos más, incluso hasta suficientes para haber tomado ayer ventaja antes en el marcador.

Porque sale con destreza al contraataque, porque es vertical y veloz en cuanto supera la primera línea de presión de su adversario, porque tiene en su equipo a Griezmann, que de la nada saca un pase, un regate, un tiro o una ocasión, y porque Lemar, mientras rebusca todo el desborde que tiene, golpea de fábula a balón parado.

Entre todas esos registros, el Atlético sumó tres oportunidades en el primer tiempo. Hubo más amagos que apuntaban a mucho y terminaron en nada, por un pase o un remate fallido en los metros finales del Atlético, que no marcó por méritos del cancerbero del Eibar: sostuvo a su equipo, que se quedó sin dos puntos por el gol in extremis del debutante Borja Garcés cuando ya acariciaba la victoria con el tanto de Sergi Enrich.