Los aficionados del Coruxo que ayer se acercaron al campo de O Vao pudieron disfrutar de un triunfo de su equipo cuatro meses después. Una victoria trabajada, sufrida y muy costosa, confirmando la teoría de que la temporada que acaba de comenzar va a ser muy larga y plagada de momentos complicados.

El encuentro de ayer tuvo dos partes muy diferentes. En los primeros cuarenta y cinco minutos, el Coruxo fue el claro dominador del juego, creando numerosas ocasiones de gol, mientras que tras el paso por el vestuario la situación dio un giro radical y las acertadas intervenciones de Alberto y los despejes de la defensa permitieron que el marcador no se moviera.

En la primera mitad el Coruxo contó con la inestimable colaboración del conjunto pucelano, que le cedió el balón a los vigueses y los esperaba en su campo. Sin lugar a dudas era el plan perfecto para los locales, que cuando perdían el esférico presionaban la salida de los rivales, recuperando numerosos balones para continuar insistiendo con su juego ofensivo. Si hubiera que poner una pega a estos primeros cuarenta y cinco minutos fue el poco acierto de cara a puerta. El Coruxo dispuso de varias ocasiones para adelantarse en el marcador, como la falta que sacó Silva en el minuto veintitrés y que despejó Diego con apuros o, un minuto más tarde, el mano a mano del de Tomiño con el portero de Valladolid B tras un magistral pase de Mateo.

El gol de la victoria llegó en un momento clave, a dos minutos para llegar al descanso, con un centro desde la derecha que Fernando remató de cabeza enviando el balón al segundo palo, al que no llegó Diego. Un gol de los que llaman psicológico y que al final valió los tres puntos.

Sin embargo el paso por el vestuario cambió totalmente la decoración. Miguel Rivera, entrenador pucelano, metió en el campo a Miguel y Alberto, permitiendo que Corral subiera por la banda, con lo que en muchos momentos el equipo jugaba con tres centrales. Todos estos cambios con unas líneas más adelantadas buscando ahogar la zona de creación del Coruxo.

La situación ya no era la misma que en el primer plazo, y eso que en el minuto sesenta y tres el conjunto vigués dispuso de una gran ocasión para sentenciar el partido, tras un robo de Samanes que entró por la frontal, pero no vio a Silva en la derecha completamente solo.

Los pucelanos se creyeron que podían lograr, como mínimo, la igualada, y los nervios comenzaron a aparecer en las filas viguesas. No era una situación nueva la de verse por delante en el marcador y en los instantes finales perder dos puntos, por lo que el equipo se echó un poco atrás, aunque trataba de salir a la contra con velocidad.

El desgaste de los jugadores vigueses corriendo sin balón fue máximo, pero los pucelanos se acercaban cada vez más y más al área. La defensa, ayer con Antón como central, despejaba el balón como podía. Daba igual hacia donde, pero lo importante era sacarse el esférico de encima.

Importante fue también la actuación de Alberto en la recta final del encuentro, con un Valladolid B lanzado sobre su portería y que sacó varios balones, muchos de ellos de forma acrobática. Una situación que la temporada pasada acababa en gol, pero que en esta, de momento, solo es un susto.

Los minutos finales fueron totalmente de agobio. La presión del Valladolid B era insistente y el Coruxo se defendía como podía. Nadie pensaba ya en el ataque y todos los jugadores buscaban que pasaran los minutos para que llegara la primera victoria de la temporada, muchos meses después de la última.