Un viaje increíble que arrancó el 7 de octubre en el aeropuerto de Zagreb. Allí, este excentrocampista de 51 años que como jugador nunca alcanzó la selección, se presentó a sus futbolistas. A muchos ya los conocía, pero ahora era su nuevo jefe rumbo a una misión urgente: salvar la última vida de esta talentosa generación para llegar a Rusia.

Después de empatar contra Finlandia, la convulsa federación croata había destituido al técnico Ante Cacic y reclutado a Dalic a dos días del último partido de la clasificación europea contra Ucrania. Una derrota y no llegaban ni al repechaje. "No tuve dudas sobre si aceptar el puesto, ni puse condiciones", contó el jueves desde Moscú.

"Después del partido contra Ucrania (2-0) trabajé otras seis semanas sin contrato porque no quise firmar hasta después de jugar contra Grecia. No necesitaba un salario garantizado por un papel. Les dije que si conseguíamos clasificar, entonces nos sentábamos y firmábamos", relató. Y lo consiguieron. Croacia salvó el primer ultimátum, ganó el boleto en la repesca y entró a su quinto Mundial.

Se cumplía un sueño para el contenido Dalic, quien en 1998 había sido un hincha en Francia siguiendo a la generación dorada de Davor Suker, cuyo tercer puesto ilusionó de nuevo a esta pequeña nación todavía herida por los horrores de la guerra.

No pudo quedarse al histórico partido de semifinales contra la anfitriona porque su club arrancaba la pretemporada.

Imposible imaginar entonces que finalmente se vería con los galos, pero veinte años después y en la final del Mundial.

Por entonces, a aquella selección milagro la dirigía el respetado Miroslav Blazevic, responsable del -hasta ahora- gran salto del fútbol croata, y de quien luego sería asistente dos años.

"No me avergüenza decir que aprendí mucho de 'Ciro' Blazevic (...) Aunque parece que fui un paso más lejos: él fue número tres del mundo y yo el domingo seré, al menos, el dos", lanzó con una media sonrisa.

Siempre correcto -y con la mano en el rosario que guarda en el bolsillo durante los partidos-, a Dalic no le han asustado los focos que, de repente, se han lanzado sobre él. Aunque sin estridencias, este hombre nacido en Livno -en la actual Bosnia- llevaba toda la vida esperándolos.

"En mi carrera siempre tuve que tomar el camino más duro y luchar por todo. No quería quedarme en Croacia siendo un entrenador mediano. Me fui en cuanto encontré un trabajo", contó. Paciente, el jueves atendió durante casi una hora a los periodistas de medio mundo, interesados en este hombre que en apenas un mes pasó de ser casi desconocido a plantarse en la final de un Mundial.

"A mí nadie me ha regalado nada, no es como algunos en Europa que encuentran trabajos en clubes grandes debido a sus nombres como jugadores (...) Yo suelo decir: dadme un club como el Real Madrid o el Barcelona y ganaré títulos", aseguró.