Excelente broche para un año terrible. La Federación Española de Balonmano organiza su gala anual en Oropesa del Mar. A Fran Teixeira le han concedido la medalla e insignia de oro. El entrenador vigués comparte el protagonismo con Javier García Cuesta, 31 años dirigiendo selecciones nacionales. A Teixeira le glosan los ascensos con Ceutí, Mercantil, Chapela, Octavio, Teucro o Lalín; las dos ligas, los dos títulos y las dieciséis eliminatorias europeas con el Sporting de Portugal. En el patio de butacas, aplaudiendo, otros miembros insignes de su generación dorada: Juantxo Villarreal, Jordi Ribera, Valero Rivera... Algunos de ellos lo votaron como mejor de la Liga Asobal en la temporada 94-95. Afloran los recuerdos de Bárcenas, Argilés, Juan de Dios, los maestros ya ausentes o presentes. "Me puse nervioso por la gente a la que estaba viendo", confiesa Teixeira. "Entendí la valoración de esa medalla. Y más en un época en la que he tenido dificultades".

El nombre de la enfermedad aletea sin llegar a posarse. Por pudor y porque quedan allegados que no lo conocen. Fran Teixeira ha padecido una dolencia grave. El balonmano ha sido su refugio y su disfraz. Nunca dejó de dirigir al Rodosa Chapela, ni en las fases más ásperas del tratamiento, salvo cuando estuvo ingresado. Las últimas pruebas lo dan por sanado. El vigués recapitula.

Sucede el pasado mes de agosto, en plena pretemporada. La mujer de Teixeira, Salomé, enfermera de profesión, le aconseja realizarse un chequeo. Siempre ha sido un adicto al chocolate. Lo saben los entrenadores que acuden a sus campus o los jugadores recién fichados por sus equipos. Una chocolatina es la mejor forma de iniciar la relación.

- A ver cómo tienes el colesterol-, recomienda Salomé.

Los análisis descartan el colesterol elevado. Detectan, en cambio, una anemia galopante. En retrospectiva, Teixeira se recuerda cansado subiendo las escaleras de la Diputación, donde trabaja como técnico. Él lo atribuía al escaso sueño, culpa de tantas noches dedicadas a ver vídeos de partidos.

El aviso de la anemia se convierte en avalancha. Todo se acelera. Pruebas de mayor calado, visitas al especialista y al fin, el diagnóstico, aunque Teixeira reconoce que él casi prefería mantenerse al margen: "Yo nunca preguntaba nada".

Le programan la intervención quirúrgica. Se supone que la convalecencia durará apenas cuatro o cinco días. Por eso se despide muy brevemente de la plantilla chapeleira, que encomienda a su hijo, que ejerce de ayudante. "Nunca quise que trascendiese el porqué", confirma.

- Esta semana no estoy, se queda Adrián con vosotros.

Surgen complicaciones. Serán 29 las jornadas de ingreso en el Cunqueiro, sin comer ni beber, conectado al gotero. Y con Salomé permanentemente a su lado, su ángel de la guarda, como cuando eran jóvenes y viajaba con él cada entrenamiento con el Lalín para que no se durmiese después conduciendo de vuelta a Vigo. Es Salomé la que tiene que tranquilizarlo cuando en sueños organiza las escuelas deportivas de la Diputación.

Cuando Teixeira recibe el alta, ha perdido 17 kilos. Pocos conocen su estado real; entre ellos, el presidente del Chapela, Manuel González Soto, amigo íntimo más que jefe. Otros solo saben que ha estado enfermo. Algunos creen incluso que a Teixeira le ha dado por adelgazar y le elogian la figura. Los jugadores, que tantas veces le han preguntado a Adrián cuándo iba a regresar Fran, detectan a veces algún síntoma extraño en su comportamiento. Existe un murmullo que se extiende entre los que se topan con él, pero que nunca llega a concretarse. Porque Teixeira sigue al frente del equipo, aunque le queda por delante un tratamiento extenuante.

Soto no lo ha dudado ni un instante. Teixeira entrenó al club en sus años más gloriosos, los de Asobal, y acumula otra década en el banquillo en esta segunda etapa, en División de Honor Plata y mayormente Primera Nacional. Si Fran quiere sujetar las riendas, él lo acepta. Articulan un plan de contingencia, con mayor protagonismo para Adrián. El pequeño Teixeira dirigirá al equipo en los amistosos de pretemporada y uno de Copa. Su padre no faltará a ninguna de las 30 citas ligueras, ni siquiera en los desplazamientos más largos aunque se ponga histérico por no llevar el volante. Y rara vez se ausentará de los entrenamientos, pese a que muchas veces apenas se sienta con fuerzas minutos antes de salir de casa.

- Hoy no vayas, papá.

Pero va. "No podía enfrentarme a esa situación quedándome en casa". Fran Teixeira despliega igual esa energía tan característica durante los partidos. Incluso con la medicación cerca no mitiga las broncas a jugadores o árbitros. De hecho, no se sienta en el banquillo en dos partidos por sanción. Se ubica en la grada. A veces percibe cómo Adrián está tan pendiente del partido como de su estado. Entrenar le cuesta y a la vez le insufla ánimo. La psicóloga y el psiquiatra que le ayudan durante el proceso coinciden.

- Sigue. Si puedes, vete a entrenar, a dirigir partidos.

Teixeira ha sido entrenador profesional de balonmano durante media vida. A los 28 años ya estaba en Asobal. Estuvo a punto de ser nombrado seleccionador portugués. Otros tiempos, suyos y del balonmano. Desde hace nueve años compagina el Chapela con su trabajo en la Diputación. Su pasión por el deporte que ama no ha cambiado siendo amateur. "Yo sigo afrontando esto con la mentalidad de un entrenador profesional", declara, fastidiado porque este año el Chapela ha quedado cuarto en Primera Nacional, a diez puntos de la fase de ascenso.

Ahora, además, el balonmano le ha ayudado a superar el trance más complicado. Despliega sus agradecimientos: al personal de Fátima, Cunqueiro y Meixoeiro; a Soto y todo el Chapela "por las facilidades que siempre me han dado"; igual a la Diputación, cuya presidenta, Carmela Silva, ha sido especialmente cariñosa con él; a los amigos, como Milucho y Chema Figueroa, compañeros en la vía dolorosa; a sus jugadores, esos a los que siempre llama jocosamente "mercenarios", de los que se siente padre en gran manera. Y al balón, ese balón que le ha proporcionado alegrías y desdichas, contratos y despidos, amigos, adversarios y algún que otro enemigo; un balón que le distrajo y le impulsó.

El médico le ha dado buenas noticias. Quedan exámenes, revisiones. Pero todo parece bien encaminado, con el cielo limpio. Teixeira vuelve a sonreír. Adrián ha concluido sus estudios y ha encontrado trabajo. A Álex, su hija, le va viento en popa con la academia de baile. Salomé está a su lado. No puede olvidarse del balonmano: "Ya estoy a tope con mi hijo y con el delegado, preparando el equipo de la temporada que viene. Tengo ganas de vivirlo de nuevo bien, desde el primer día".