Desde hace años la selección belga es una colección de estrellas. Una suma de individualidades de una calidad tremenda si se analizan una a una. Sin embargo, no encontraban el camino para actuar como un colectivo. La idiosincrasia del país, en donde flamencos y valones viven prácticamente de espaldas los unos a los otros y a los que hay que sumar los descendientes de las colonias africanas y los guetos islamistas, seguro que está en la base de que Bélgica nunca consiguiese funcionar como un equipo unido. Era la versión contraria a Suiza, que sin mucha calidad individual se mueve como un solo cuerpo. Sin embargo, esta realidad parece estar cambiando y el notable comienzo del Mundial es un reflejo claro de ello. Mucha parte de la "culpa" la tiene el seleccionador Roberto Martínez. Además, a la creación en la medular y en la línea de tres cuartos, le está ayudando el olfato goleador de Romelu Lukaku. Tras dejar su huella en Brasil 2014, en Rusia Lukaku suma cuatro goles, solo Cristiano Ronaldo marcó tanto como él en las dos primeras jornadas.

El técnico español había entrenado en la Premier League a talentos belgas como el propio Lukaku o Mirallas, ambos en el Everton. Seguro que eso pesó en la decisión de la Federación Belga para contratarle y seguro que también ayuda a que el delantero centro esté mostrando su mejor rendimiento. Con una defensa de tres y un sistema 3-4-2-1, Roberto Martínez ha conseguido dar mayor libertad a los mediapuntas Hazard, también en estado de gracia en esta Copa del Mundo, y Mertens, la estrella del Napoli. Por detrás, en el doble pivote, Witsel se encarga de la contención y De Bruyne de la creación que tanto trabajó con Guardiola en el Manchester City. Los carrileros son Carrasco y Meunier. Todo el sistema de ataque está armado a la perfección, sirvió para firmar una fase de clasificación impoluta, y culmina siempre con centros y pases entre líneas que tiene que rematar a la red Romelu Lukaku.

A sus 25 años, este delantero zurdo, con cuerpo de tanque clásico, con cierta calidad para, por ejemplo, definir como en su segundo tanto ante Túnez con un toque sutil por encima de un guardameta a media salida, tiene como sus principales puntos flacos tanto su frialdad en momentos clave, que muchos tildan de pasotismo y le exigen más, como su escasa versatilidad para desempeñarse en otros puestos distintos a los de delantero centro puro. Pero con la pléyade de pasadores de altísima calidad que tiene Bélgica, Lukaku no necesitará poner mucho de su parte para que su olfato de gol salga a relucir.

El atacante llegó a Rusia 2018 asentado en el poderoso Manchester United y con mucho más cartel del que tenía cuatro años atrás, en la anterior cita mundialista. Su carrera como profesional arrancó muy joven en el Anderlecht, estrenándose como goleador en agosto de 2009. Sumó 39 goles en dos temporadas con el gigante del fútbol belga, y ello pese a tener varios problemas con las lesiones. Al comienzo de su tercera temporada se fue al Chelsea por una cantidad sustanciosa de millones de libras. Apenas tuvo oportunidades en su primera campaña en el club londinense. Era demasiado joven y se fue cedido al West Bromwich Albion para la temporada 2012/13. Allí sumó 17 goles y 7 asistencias, jugando prácticamente en todos los partidos. Aunque sus críticos le acusaban de falta de calidad, lo cierto es que este olfato de cara a puerta dejó claro que Lukaku tenía algo de especial.

Regresó a un Chelsea que acababa de ganar su primera y única Champions League. En la Supercopa de Europa ante el Bayern de Múnich, Lukaku erró el quinto y decisivo penalti en la tanda de desempate. Fue un golpe duro del que se supo reponer, aunque le costó una nueva cesión. En esta ocasión se fue el Everton. Allí explotó y se asentó. Lo que parecía un préstamo de un año acabó con su venta al club de Liverpool en julio de 2014 por la friolera de 35 millones de euros. En total, cuatro temporadas estuvo jugando en Goodison Park. Hasta 88 goles y 29 asistencias sumó en ese periodo. Llegó a ser elegido por el periódico The Guardian como uno de los futbolistas jóvenes más prometedores del mundo.

Los ojos de toda la Premier estaban de nuevo en él, y en una liga en donde sobra el dinero y muchas veces escasea el talento y la efectividad, estaba claro que su precio se iba a disparar. El Manchester United le fichó en el verano de 2017 por casi 85 millones de euros, un precio que apuntaba a ser una losa y que tendría que empezar a justificar con goles desde el primer día. Además, el traspaso devolvía a Wayne Rooney al Everton, después de 13 temporadas con los Red Devils y ya como máximo goleador histórico del conjunto de Old Trafford. Lukaku sumó en la última temporada 26 goles y 8 asistencias. Su rendimiento fue el esperado en términos numéricos, pese a que la tónica general del United fue algo gris. No tanto por su segundo puesto de Premier League como por la tremenda distancia en términos de puntos con su rival ciudadano: El Manchester City.

Con cuatro goles en su haber, Lukaku tiene tras de sí a la que seguramente es la mejor selección belga de la historia y buena parte de la responsabilidad de firmar algo grande en este Mundial dependerá de su acierto para seguir convirtiendo en goles los balones que le sirven algunos de los mejores pasadores del planeta fútbol actual.