Porque La Roja lo intentó de todas las maneras apoyado en la posesión del balón, abrumadora durante muchos tramos del choque, pero sin la profundidad ni el dinamismo que la hacen especial y, sobre todo, incontestable para cualquier rival, y venció aliada con un rebote.

Era el minuto 54, la primera vez que España conectó con su delantero de referencia, perdido hasta entonces en la marea de jugadores y piernas que propuso Irán dentro de su propio área. El primer paso filtrado hacia él, entre los defensas, con algún centímetro de espacio y con la fortuna de que uno de ellos despejó contra él, directo a la portería de Ali Beiranvand, al que hasta entonces sólo le había requerido España un par de paradas.

El tercer gol en dos encuentros en Rusia 2018 , el mismo que levantó a su equipo contra la adversidad contra Portugal, con otros dos goles quizá contra la naturaleza del estilo de su equipo, sin la sutileza de los toques ni la combinación, sin la precisión de desmontar a una defensa por una cuestión de clase.

Desde sus botas también se levantó entonces, España al 0-1 de Cristiano Ronaldo, en un envío largo, dividido, que peleó con Pepe, al que superó desde el choque para quedarse un balón con el que luego se revolvió dentro del área para sacar el disparo justo con la derecha para batir a Rui Patricio e igualar el encuentro.

Y también al 1-2, en una jugada de estrategia, con el saque de David Silva, la prolongación de Sergio Busquets y el oportunismo de Diego Costa; nuevos recursos para una España al que su estilo quizá ya no le basta del todo, en partidos de tanta tensión, tan medidos desde la táctica y tan complejos de resolver.