Este extraño 13 de junio nos deja una enseñanza que deberíamos incorporar a la idiosincrasia española: a veces hay que negarse a aquello que más deseas e incluso a aquello en lo que serías útil. Del Bosque nos alecciona. "Le dije que ni es mi tiempo ni me siento con la pasión ni formación necesarias", ha dicho sobre su rechazo a la propuesta de Pedro Sánchez. Màxim Huerta podría haber sido un extraordinario ministro de Cultura y Lopetegui, el seleccionador que reconquistase el Mundial y a la vez el entrenador del Real Madrid. Pero a uno no le cuadraban las balanzas fiscales y a otro los tiempos. Entendieron que bastaba con haber pagado la multa de Hacienda y la cláusula de rescisión. Hay cargos que no se tasan solo en dinero.

A Lopetegui le ha podido el vértigo. La dimisión de Zidane y sus dos grandes años en la Roja suponían un alineamiento astral que jamás volvería a producirse. Ya que quiso tentar su fortuna y la paciencia de Rubiales, debió al menos obrar de la forma correcta. Una simple llamada hubiera cambiado todo. Jamás sabremos si Rubiales se habría avenido a negociar a tres bandas.

Pero la crisis, en realidad, trascendía lo que pueda suceder en el torneo. Florentino ocupa uno de los principales tronos del país: Bernabéu, Moncloa, El Pardo y el Arzobispado. En el universo simbólico, el Real Madrid es España; una determinada concepción de España, al menos. Florentino ha querido imponerle esa jerarquía a la selección, convertida así en lo que quizás realmente sea: un simple equipo de fútbol, que disputa atractivos y lucrativos torneos internacionales. Nadie podría jamás volver a escudriñar el patriotismo de los internacionales en la vuelta de los calcetines o su pose durante la interpretación del himno. "Es el mercado, amigos", nos decían Lopetegui y Florentino.

Pero Rubiales se les ha rebelado como el muñeco a su ventrílocuo. El presidente de la Federación Española acierta. Aunque sea por su vanidad, protege la dignidad del cargo y de su institución. Los millones de euros de la indemnización e incluso el Mundial constituyen un precio barato. La selección española se debilita ahora para reforzarse a largo plazo. Puede perder sobre la cancha, que es lo mortal, pero gana en lo que significa, que es lo eterno: un equipo por encima de todos.