Hace ocho años España cambió su historia y la de su camiseta. En Sudáfrica, Iniesta batió a Stekelenburg en el minuto 116 y cerró la primera estrella en el pecho para enlazar Eurocopa y Mundial en solo dos años. La afición ya no secaba sus lágrimas al ver a la roja caer eliminada ante la Francia de Zidane o por la bendita actuación de un árbitro y un juez de línea en Corea del Sur. Ahora había motivos para festejar, por el juego del combinado nacional, pero también por los resultados brillantes y los títulos.

El pupas ya no lo era y además, el estilo de aquella plantilla convertía al fútbol español en el ejemplo a imitar. Estética y triunfo. El "nunca veré a España ganar un Mundial", frase heredada de generación en generación, perdió el sentido y es que una camada de au-ténticos ganadores había emergido con fuerza para no cansarse de ganar. Hasta que el cuerpo dijo basta en 2014. Eso sí, por el camino aún cayó otra Eurocopa, la de Polonia y Ucrania.

El fracaso en Brasil cambió el escenario de una afición acostumbrada a ganar y ese aviso no hizo cambiar ni de técnico, ni de suerte en 2016. Fue entonces cuando llegó el cambio y apareció Lopetegui. Dos años después España vuelve a plantarse en un Mundial como una de las grandes favoritas. Por estilo de juego, por renovación de plantilla y por amplitud de recursos. Pero a la vez con la conmoción de saber que la etapa del seleccionador, fichado por el Real Madrid, será más breve de lo que se pensaba.

La roja mantiene algunos de los jugadores presentes en Sudáfrica, pero ha tratado de alejarse de la sombra de aquel grupo, que tal vez había generado un agobio y presión innecesarios. Ramos, Iniesta, Piqué o Busquets son algunos de esos pesos pesados, pero su entorno ha encontrado el punto de madurez necesario para dar el paso al frente que se echó de menos en el pasado.

Lopetegui ha sabido conectar las piezas de la parcela más importante de La Roja: la media. Con Busquets como escudero, Iniesta, Silva e Isco se han convertido en los dos hombres más importantes de la nueva etapa. Acompañados por el héroe de 2010, Iniesta, y por un hombre como Thiago. Lopetegui, al margen del centro del campo, ha conseguido también limitar el margen de error de una selección que tiene en su zaga a otro de sus grandes puntos fuertes.

Sergio Ramos, Carvajal, Piqué y Jordi Alba se convierten en una de las mejores defensas del torneo, sino la mejor, y en la portería aparece De Gea, quien todavía necesita mostrar en La Roja el nivel que sí ofrece semana a semana en el Manchester United. Mientras, en la delantera, Lopetegui ha demostrado valentía y personalidad llamando a los que mejor acabaron la temporada. Con esa filosofía, Rodrigo, Aspas y Diego Costa se han ganado un puesto en la cita de Rusia, dejando fuera a uno de los jugadores clave en el inicio para el técnico del combinado nacional: Álvaro Morata.

Por todo eso, España llega a Rusia con grandes posibilidades de llegar muy lejos en la competición, y con un camino hacia cuartos de final relativamente asequible. En un grupo, con Irán, Marruecos y Portugal. La Roja tendrá, sobre el papel, en su primer partido ante los lusos, el billete como primera de grupo.

Si eso sucede, Rusia, Arabia Saudí o Egipto se presumen como posibles rivales de octavos y entonces llegarían los cocos. En teoría, esos rivales serían la Argentina de Messi en cuartos y la actual campeona en semifinales, Alemania, para aterrizar en Luzhnikí en busca de la segunda estrella en la camiseta.