"Si Salah tuviese gol..." La frase se repetía de forma insistente cada vez que el egipcio ofrecía uno de sus brutales recitales con la camiseta de la Roma. En la capital italiana el talento más grande que ha dado el fútbol egipcio encontró el lugar ideal en el que desarrollar su infinito talento. Había llegado demasiado joven a Europa. El Basel, uno de esos modestos conjuntos con buen olfato que se ven cada obligados a ajustar al máximo el destino de su dinero, le fichó en 2012 cuando solo tenía 20 años. Apenas pagaron dos milloones y medio de euros por él, una cantidad que resulta irrisoria viendo el glorioso momento por el que atraviesa en la actualidad. Aquella visita a la Liga suiza, en la que dejó su sello en el título que consiguió el Basel, fue el paso previo a su aventura en Inglaterra.

El Chelsea le contrató tras pagar dieciséis millones por él en el mercado invernal de 2014, pero en Londres nunca acabó de encajar. Los ingleses hicieron una "compra en caliente" porque Salah les había destrozado en un partido de la Liga de Campeones. Pero aquella etapa supuso demasiados cambios de golpe. Gobernaba por entonces José Mourinho en Stanford Bridge que nunca acabó por creer en las condiciones del futbolista que el siguiente verano salió en dirección a Italia.

Podría pensarse que un tipo con sus condiciones no encontraría en el calcio las condiciones para hacer brillar su fútbol. Pero fue la prueba de que en Italia han comenzado a cambiar muchas cosas. Jugó cedido de forma extraordinaria en la Fiorentina y eso le abrió las puertas de una nueva cesión. Esta vez fue la Roma la que demostró buen ojo. Consiguieron su préstamo y al poco tiempo pagaron los dieciséis millones de la opción de compra. El Chelsea dejaba volar uno de los talentos más grandes que habían pisado su vestuario y a cambio apenas habían recibido el coste de un par de cesiones porque lo compraron y vendieron por la misma cantidad.

En el Olímpico de Roma Mo Salah vivió sus grandes momentos. En dos temporadas demostró que su fútbol estaba al nivel de los grandes jugadores del continente. Solo le faltaba una cosa: gol. Delante de la portería se cegaba con demasiada frecuencia. Marcaba (14 y 15 goles en sus dos tempòradas en el conjunto romano), pero no lo que correspondía a toda su producción. Por eso la gente repetía con algo de amargura aquello de "el día que tenga gol..."

Su idilio con Roma acabó el pasado verano a cambio de 42 millones de euros. Una cifra ridícula para las barbaridades que se han pagado en los últimos meses por jugadores mucho más sospechosos. El cuadro italiano, presionado por el "fair play" financiero se vio obligado a venderle. Estaba en juego incluso su participación en la competición europea porque la UEFA le tenía bajo constante vigilancia. Los números no cuadraban y la venta de Salah acabó por ajustarlos.

Liverpool fue su destino. Una buena plaza para él. La filosofía del equipo, el entrenador (Jurgen Klopp), sus compañeros invitaban a pensar en que su segunda experiencia en Inglaterra iba a ser bien diferente a la primera, la vivida en el Chelsea.Salah y Klopp encajaron de forma maravillosa. Al técnico alemán le gusta que su equipo se convierta en una estampida y ahí Salah es feliz como un niño chapoteando en los charcos. Solo quedaba pendiente su relación con el gol. Los números hablan por él. En la actualidad lidera la clasificación de la Bota de Oro gracias a los 31 goles que lleva en la Premier ( a los que hay que sumar los 11 en competición europea). A su tradicional y delicioso repertorio se han añadido unas docenas de goles para convertirle en el jugador sensación del momento en Europa. El 5-2 del Liverpool al Roma el pasado martes fue un partido de autor que dejó al mundo con la boca abierta y le convirtió en el objeto de deseo de buena parte de la realeza futbolística. Anfield le canta como solo hizo a los grandes elegidos.