Iago Aspas se acostó ayer más cerca de Rusia. En la última gran prueba antes de que Lopetegui anuncie los 23 futbolistas que acudirán al Mundial, el delantero del Celta dejó su sello para convertirse en pieza fundamental de la histórica goleada con la que España destrozó a una Argentina huérfana de Messi. El 6-1 final no se entiende sin el moañés. Al margen del partido de Isco (autor de tres goles), la irrupción de Iago Aspas en el descanso resultó determinante para el destino del partido. Los números resultan elocuentes (un gol y tres asistencias en apenas media hora de juego), pero queda para el recuerdo su actuación general, su personalidad para reclamar en el campo su sitio en el Mundial de Rusia.

La actuación del céltico cobra una especial importancia por la situación en la que afrontaba el partido. Nadie le ha regalado nada en los últimos años. Tampoco Lopetegui, que le ha racaneado minutos en las últimas convocatorias y aunque no ha dejado de llamarlo siempre ha alimentado las dudas sobre su presencia en la relación definitiva. Enfrentado a la máquina mediática que cacarea las glorias de algunos de sus rivales por el puesto, Aspas ha peleado en silencio por un papel protagonista en la selección. Sin desfallecer ni dudar de sus cualidades. Sabía que este partido era especialmente importante al tratarse del último amistoso-frente a un rival grande-, antes de que se conozca la convocatoria definitiva a finales del mes de mayo.

Desde que pisó el campo en el descanso (la lesión de Diego Costa tras un encontronazo con un rival vino a echarle una mano) Aspas se comportó con la seguridad y convicción de quien sabe que no puede dejar escapar ninguna oportunidad. Y no es Iago Aspas de esa clase de futbolista. Se encontró con un partido abierto (2-1 al descanso) y lo destrozó con su velocidad, su inteligencia y su facilidad para asociarse. El moañés se hartó de dar razón a los que creen que es el delantero (después de Villa) que mejor ha encajado con esta forma de jugar al fútbol.

La irrupción de Iago Aspas en el partido fue determinante. Llevaba siete minutos en el campo cuando un desmarque suyo le dejó mano a mano con Caballero. Le regateó y luego tuvo la paciencia para encontrar la mejor solución y entregarle a Isco un balón en óptimas condiciones para que el malagueño marcase el tercer tanto. Aspas rompió el tapón al partido del todo porque poco después dejó un balón, después de un autopase fallido, para que Thiago anotase el cuarto tanto.

Le faltaba el gol para redondear lo que estaba siendo una gran noche. Sucedió en otro balón largo en el que ganó por piernas a la defensa argentina, enloquecida por su capacidad para buscar el espacio, y ante la salida de Caballero le superó en el mano a mano por bajo. En plena locura, Aspas liquidó la noche con otro pase a Isco para que el madridista anotase el sexto gol de la selección y llevase el delirio al Metropolitano, entusiasmado con el espectáculo que estaba dando el equipo de Lopetegui.

Ahora la pelota está en el tejado de Julen Lopetegui. En ocho semanas tendrá que anunciar la lista de jugadores que irán a Rusia. No habrá más pruebas hasta entonces. Queda solo como media de evaluación el rendimiento cada domingo de los jugadores con su equipo y poco más. El partido de ayer tenía olor a examen final, sobre todo para gente sometida de manera caprichosa a continuo escrutinio como es el caso de Iago Aspas. En esa situación de máxima presión, con esa amenaza de saber que alrededor hay mucha gente esperando cualquier cosa para enterrar su candidatura, Iago Aspas emergió con la grandeza a la que ha acostumbrado a los aficionado del Celta. Cualquier otra cosa que no sea verle en Rusia será una aberración. Y el que tenga alguna duda, que se vea de nuevo el segundo tiempo de ayer.