Sonríe Zidane como siempre y sonríe el Madrid como nunca, supercampeón de Europa y de España, sujetado a la cima del mundo futbolero que renovó en Cardiff con un estruendoso baile al Barcelona, su máximo rival, hoy por hoy a años luz. Más allá de Marco Asensio y su asombrosa progresión, más allá del renacido Isco o del interesante Kovacic, reforzado tras la Supercopa, incluso más allá del torbellino Cristiano Ronaldo, asoma un tipo que sonríe y que convierte en oro todo lo que toca. Este Madrid que dibuja una era es más que nunca el Madrid de Zidane. El galo lleva siete títulos de nueve posibles en 19 meses, a uno cada tres meses. Si en el Madrid algún día se plantearon tener a un Guardiola, aquí está el francés.

Porque no hace ni dos años que el galo, que había dirigido discretamente al Castilla, asumió el reto de reconducir al Madrid. Fue tras un 0-4 del Barcelona en el Bernabéu. 19 meses y dos Ligas de Campeones después de aquel trompazo, el Madrid puso rojo al Barcelona en Chamartín en uno de los clásicos más desiguales que se recuerdan. De hecho, los azulgranas se quedaron a cero en el Bernabéu por primera vez en 24 clásicos.

Lo mismo da que Zidane rote o no, salga con dos delanteros o tres, prescinda de Casemiro o reserve a Isco. Todo funciona (todos funcionan) en un Madrid con hambre que va decidido a por el Sextete, acaso la única gesta que le queda por conquistar en la comparación con el gran Barcelona de Guardiola. Desde que el francés está en el banquillo blanco, sólo ha perdido la primera Liga (entró en enero, con desventaja) y la Copa del Rey del año pasado, eliminado por el Celta. El resto de títulos se los llevó el equipo blanco a su creciente zurrón. Zidane, en un visto y no visto, se ha situado como el tercer entrenador con más títulos de la historia del Madrid, por detrás de Luis Molowny, que se adjudicó ocho títulos (pero ninguna Liga de Campeones) y Miguel Muñoz, que llevó al Madrid a 14 trofeos. Renovado por tres años y con un equipo plagado de futuro, el que le dan tipos como Asensio, Ceballos o Isco, Zidane mantiene al Madrid con la sonrisilla.

Asensio, estelar

El niño de oro puso en pie al Santiago Bernabéu, provocó una reacción común en 80.000 personas, las manos a la cabeza y caras de asombro ante un nuevo zurdazo de 30 metros a la escuadra. Su partidazo no fue solo el gran gol que rompió la final a los 4 minutos y convirtió en sueño imposible la esperanza de remontada azulgrana. Se divirtió en una cita de las grandes.

presión alta, posesión

a ventaja de dos goles de la ida no invitó a la especulación a los jugadores madridistas. Se sienten superiores en el presente al Barcelona y salieron a demostrarlo ante una afición que disfruta al máximo del momento de supremacía. Se instalaron en campo rival con una línea de presión muy alta que asfixió la construcción azulgrana y anuló una de sus señas de identidad. Con robo en terreno contrario, la apuesta de Zidane fue jugar con velocidad y acabar jugadas. Por primera vez en muchos años, la posesión cayó de lado madridista.

vuelve benzema

No se le había visto hasta la fecha en la pretemporada y dejó su mejor partido del curso. Le vino bien el cambio a defensa de tres del técnico barcelonista, Ernesto Valverde, para encontrar espacios donde explotar sus virtudes. También le favoreció el cambio de Zidane al dar descanso a Bale y colocar un dibujo con una segunda línea. Rescató su olfato goleador para firmar la sentencia con pillería, tras adelantarse a Samuel Umtiti. Tenía hambre de su primer gol, para evitar la aparición de la crítica en un año sin competencia.

portería a cero

Keylor Navas tuvo la fortuna que siempre necesita un portero en partidos grandes. Vio a Leo Messi estrellar un zurdazo en el travesaño y a Luis Suárez lanzar un cabezazo al poste, pero el Real Madrid consiguió por primera vez no encajar goles. La defensa fue la única línea en la que Zidane no rotó. El Barcelona necesitaba goles para la remontada y se encontró con la firmeza madridista. Especialmente brillante estuvo Raphaël Varane, que crece ya sin Pepe para tomar galones como pareja de Sergio Ramos.

anular a messi

Como ocurrió en el Camp Nou, una de las claves fue anular a Leo Messi. Para ello Zidane repitió marcaje individual con Mateo Kovacic, que se llevó la ovación de su afición. Le persiguió por todo el campo para impedirle brillar con un sistema de ayudas que siempre encontró la colaboración de Toni Kroos o la rápida salida desde la cueva de Sergio Ramos. El técnico madridista dio un nuevo giro a las piezas ofensivas y volvió a ser superior a Valverde con su apuesta de defensa de tres.