Los 15.000 aficionados que llenaron las gradas de la pista Central de Wimbledon, conocida como 'La Catedral' del tenis, aplaudieron y vitorearon a una emocionada Garbiñe Muguruza, que consiguió algo para lo que se han necesitado 23 años: que una española ganase de nuevo el torneo. Tras pedir "Ojo de Halcón" por una bola que parecía larga de su rival, y así lo era, Garbiñe, de 23 años, se proclamó campeona y se arrodilló en la hierba, inclinando su cabeza hasta al suelo sin podérselo creer. Incredulidad que continúo cuando, una vez en pie, se dio el típico paseillo por la pista para saludar a los aficionados mientras se tapaba la cara con las dos manos, en un gesto que plasmaba el millón de emociones que la embargaban en ese momento.

Apenas una hora y 17 minutos antes, ambas jugadoras saltaban a la pista del All England Tennis Club, con el techo cerrado por un incesante chispeo que brotaba de un encapotado cielo londinense. Los aficionados enloquecieron cuando Venus y Garbiñe avanzaron por la pista portando sendos ramos de flores lilas, una tradición en las finales femeninas del torneo más antiguo del mundo.

El rey Juan Carlos se encontraba en la primera fila del 'Royal Box' actuando, como le diría más tarde la dos veces finalista Arantxa Sánchez Vicario, como "talismán" para la victoria de la española.

Gritos aislados, murmullo y expectación recorrían los asientos minutos antes del comienzo del partido, mientras sus protagonistas calentaban durante el peloteo. Pero una vez la bola estuvo en juego, el respetuoso público británico calló para contemplar el gran espectáculo tenístico que la estadounidense y la española le tenían preparado.

Entre punto y punto podían oirse a algunos espectadores chillar "Vamos Garbine", sin la eñe, con un marcado acento inglés, dejando de manifiesto a quien apoyaba el público local.

Apoyo que dio sus frutos y que se intensificó durante el segundo set, cuando una desinflada aunque luchadora Venus Williams no consiguió ganar ni un juego. En la pared de vencedores del pasillo que da acceso a la pista Central, en la que hasta doce veces puede leerse el apellido Williams, desde ayer quedó grabado para siempre el apellido Muguruza.

La siguiente preocupación de Garbiñe Muguruza tras ganar era comprarse un vestido para la gala de campeones que tradicionalmente se celebra en un céntrico hotel de Londres el domingo.

El tradicional baile de los campeones dejó de celebrarse en 1976 cuando el sueco Bjorn Borg y la estadounidense Chris Evert ganaron el torneo. Ahora se reduce a una cena en la que los ganadores de Wimbledon acuden y celebran con los socios del club su éxito en el All England Club. El año pasado se celebró en el Grosvenor House Hotel y este domingo tocará en Guildhall, la misma sala donde los reyes de España cenaron este jueves invitados por el alcalde de la City de Londres Andrew Parmley.

"Me tengo que ir a comprar un vestido, no tengo nada", dijo Garbiñe, quien no dudó en escoger a Federer si tuviera que abrir como antes ese famoso baile. "Preferiría bailar con Roger. Me gusta también Cilic, lo digo en serio, pero quiero comprobar si es también elegante bailando", dijo.

Muguruza destacó de su victoria que había sabido contrarrestar el juego de su rival. "Creo que he sabido restarle, ha sacado muy fuerte y yo he sabido ser agresiva, pero también he sabido trabajar el punto y jugarlo. Ha sido una combinación de ser agresiva y saber jugar", comentó.

"Cuando llegué a la central y la vi tan llena y con el techo cerrado, pensé: aquí es donde quiero estar. Eso es lo que me motiva", señaló la hispano-venezolana, que admitió que al principio de su carrera no le gustaba la hierba y que hace tiempo cambió de parecer.