El alemán Marcel Kittel (Quick Step) se convirtió en Bergerac en el auténtico "Tirano" del esprint en la presente edición del Tour al anotarse su cuarta victoria en una jornada tranquila, de transición, que no varió la general, con el británico Chris Froome al frente.

Kittel, de 29 años, abrillantó su maillot verde con absoluta superioridad, como corresponde al actual rey de las llegadas masivas, esta vez por delante de su compatriota John Degenkolb (Trek) y del holandés Dylan Groenewegen (Lotto Jumbo). Todos con un tiempo de 4h.01.00, a una media de 44 por hora.

Diferencias intactas en la general, posiblemente congelada hasta el jueves con la etapa de Peyragudes. Froome mantuvo los exiguos 18 segundos por delante del italiano Fabio Aru (Astana) y 51 respecto al francés Romain Bardet (Ag2r). Excedencia para los gallos hasta la cordillera pirenaica.

En Périgueux, ciudad de adopción de Lucien Petit-Breton, ganador del Tour 1908 y uno de los ciclistas muertos en la I Guerra Mundial, se cortó la cinta para el agradable viaje por tierra de vino y ocas, la Dordoña, cuyos paisajes no dejan a nadie indiferente.

Elie Gesbert (Fortuneo), con 22 años el benjamín del pelotón, y Yoann Offredo (Wanty), decidieron pasear el maillot adelantados al pelotón. Es la llamada escapada publicitaria, siempre mejor que pasar inadvertidos en medio de la marabunta, que guarda sus intereses para el final.

A la altura de La cueva de Lascaux (km 42), que alberga el museo de arte rupestre más importante del mundo junto a Altamira, el dúo tenía 2:30 minutos, la mayor ventaja de la aventura que terminó el sueño a 7 de Bergerac, ciudad famosa por el personaje teatral de Cyrano y por inolvidables gestas de campeones.

Allí Miguel Indurain fraguó su cuarto título en la ronda de 1994 y dio nombre a uno de sus apodos: "Tirano de Bergerac", rodando a más de 50 por hora en 67 kilómetros. Y en 1961 Anquetil hizo el recorrido contrario CRI para conquistar el Tour.

Esta vez la visita del Tour también dejó un pequeño recuerdo para su álbum de oro. Se formó un esprint descontrolado, como siempre, en el que el Lotto de Greipel y el Katusha de Kristoff trataron de poner las piezas en su sitio para sus velocistas, aunque el noruego sigue sin levantar los brazos por culpa del poderío de Kittel, que ganó con una facilidad asombrosa.