Rafael Nadal buscará mañana su décimo triunfo en Roland Garros y agrandar así aun más su leyenda en ese torneo, frente al peor rival posible, el suizo Stan Wawrinka, que persigue su segundo triunfo en París aferrado a su reputación de matagigantes. Aunque el español ha dejado la impronta de un tenista intratable, con un nivel de juego similar al de sus mejores años, a lo que ha sumado una mayor experiencia, enfrente tendrá a un Wawrinka que, en un día de gracia, puede acabar con cualquier rival.

Ya lo comprobó hace dos años el serbio Novak Djokovic, que llegó en el mejor momento de su carrera para ganar por vez primera en París y que ya se relamía con el título tras haber derrotado a Nadal cuando se topó con la mejor versión del suizo, un tenis agresivo implacable que le hizo retrasar un año su consagración en París.

El propio Nadal fue víctima de la misma magia en las finales en 2014, cuando Wawrinka levantó su primer Grand Slam en el Abierto de Australia, aunque el español afrontó aquel partido disminuido por una lesión de espalda.

Wawrinka se ha labrado fama de aguafiestas, una reputación tardía, porque hasta los 28 años nunca había pisado las semifinales de un grande, pero, desde entonces, ha sumado tres. No en vano, el de Lausana, el finalista más veterano de París desde 1973, ha ganado una vez de cada dos a los números 1 del mundo en Grand Slam, el último, el británico Andy Murray en semifinales de París. El suizo ha afinado su juego con los años y, aunque tarde, ha conseguido convertirse en un tenista muy sólido en todas las superficies, con algunos de los golpes más duros del circuito.

Atacar es su dogma y, en un día agraciado, si sus constantes golpes ganadores tocan su blanco, puede derrotar a cualquiera. Su juego ha ido creciendo esta temporada. Encadena 10 triunfos consecutivos sobre tierra batida, puesto que ganó el torneo de Ginebra, y hasta la semifinal contra Murray, que se resolvió a 5 sets, no había dejado escapar ningún parcial.

Frente al número 1 del mundo demostró que, a la calidad de su tenis ha sabido con los años sumar la paciencia y la fortaleza mental par no escaparse nunca del partido. Atrás quedó el Wawrinka que arrojaba la toalla en cuanto el partido se ponía cuesta arriba.

El suizo sabe que no es favorito, sostiene que Nadal "sigue siendo un monstruo contra quien es casi imposible jugar en Roland Garros".

"Pero en una final todo es posible", matiza el suizo, que asegura que, cuando siente el aroma de un título "el cerebro se pone en piloto automático y todos los elementos están en su lugar.

En el equipo de Nadal, que sostiene que también llega con la maquinaria a punto, el objetivo es amordazar el juego de Wawrinka.

"Es muy agresivo, tiene mucha potencia en cada golpe y hay que intentar que golpee en posiciones incómodas", analiza Toni Nadal.