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fútbol - Italia

Arrivederci Capitano

Francesco Totti, símbolo absoluto de la Roma, disputó ayer su último encuentro tras 25 temporadas defendiendo al club de su vida

Totti es manteado por sus compañeros.

Una gran parte de los aficionados al fútbol de todo el planeta no recordamos este deporte antes de Totti. Como dijo un hincha de la Roma en un documental de la serie de ESPN "Ciudades del fútbol": "No me acuerdo de la Roma antes de Totti y no sé si quiero verla después", y es que un jugador que tiene la capacidad de convertir una pintada en un muro en su honor en una de las obras más visitadas de una ciudad que encuentra arte en cada piedra que levanta no es un jugador cualquiera. Totti debutó en el primer equipo de la Roma el 28 de marzo de 1993 con una victoria frente al Brescia. Solo tenía 16 años. Ayer, con casi 41 años, colgó la camiseta de un club que defendió desde que en 1989 ingresó en sus divisiones inferiores.

Su historia de futbolista contracultural empezó de niño y por obra de su madre, que se negó a que fichase por la cantera del poderoso A.C. Milan para que no abandonase su ciudad. Desde ese momento, se sucedieron las negativas a ofertas suculentas de equipos ganadores. A esto se sumó su pelea por seguir jugando como profesional a una edad en la que la mayoría de sus compañeros se sientan tranquilamente a comentar partidos o a iniciar su carrera como entrenador. Y todo eso lo consiguió superando lesiones graves como una fractura en su perna izquierda en 2006 o una lesión en su rodilla derecha que lo tuvieron parado durante meses. Todavía resuena en la memoria de todos los romanistas su camiseta con la leyenda: "Scusate il ritardo", que Il Capitano enseñó a la grada en su primer gol tras una larga lesión. Volvió entonces, como volvió siempre al césped de un equipo al que en caso contrario animaría desde la grada como un ultra más. Totti era la prolongación de la curva romanista en el verde y lo demostraba cuando el sector más radical de la afición se desmadraba y el capitán tenía que acercarse a pedir calma. Al fin y al cabo hasta ayer la Roma era Totti y se movía al son que marcaba él. Ahora toca reinventarse, levantar nuevos ídolos probablemente en torno a Daniele De Rossi, pero ya nada será igual.

Totti es un Dios del fútbol engalanado con muy pocos títulos. El precio que pagó por no ceder ante ofertas como la del Real Madrid de Florentino fue renunciar a un Balón de Oro en el fue segundo en el año 2008. Renunció también a levantar trofeos. Con el equipo de su vida consiguió la meritoria Serie A de la 2000/01, que él siempre definió como más importante que una Champions con la elástica de cualquier otro equipo. Fue la única vez que se impuso a los gigantes del norte. Aunque logró varios subcampeonatos ligueros, a su palmarés solo pido sumar dos copas de Italia y otras dos supercopas. Fue con la Azzurra, con la selección nacional, con la que rozó la gloria en la Eurocopa del 2000 y con la que se coronó como campeón del Mundo en el año 2006, en el partido que jubiló a Zinedine Zidane. A esa Copa del Mundo Totti llegó sin recuperarse del todo de su fractura en la pierna izquierda. Sin embargo, fue fijo para el seleccionador Marcello Lippi. Anotó un gol de penalti en la ronda de octavos contra Australia y sería titular en la gran final. Pero el nacionalismo de Totti se centró siempre más en su barrio, en las calles de su Roma a la que representó incluso a través su marcado acento, que siempre generó risas entre los esnobs norteños. Por ello, aunque una Copa del Mundo es lo máximo a lo que puede aspirar cualquier futbolista, para Francesco es la Serie A conquistada en 2001 de la mano de Fabio Capello la imagen que siempre perdurará en su memoria. Con la que soñará hasta su último aliento. Ese año, de nuevo nombrado futbolista italiano de la temporada, logró su segunda nominación al Balón de Oro y acabó la temporada con 13 goles en liga.

Al Totti de esta campaña se le notaban los años. En los pocos minutos que le daba Luciano Spaletti, seguía demostrando una visión de juego única y una técnica alucinante en los pases de larga distancia, esos que daba desde la medular, sin levantar la vista hacia el delantero, pero que llegaban mansamente a los pies del atacante en cuestión sin que las leyes de la física pudiesen darle una explicación. Eso sí, perdió mucha velocidad, demasiada para competir al más alto nivel. De ahí un adiós que nadie deseaba. Pero si algo destacó en la carrera del Il Capitano fue su capacidad para reinventarse en función de sus características físicas y de las necesidades del entrenador de turno, que buscó en él a un mediocentro, a un mediapunta e incluso a un delantero centro en toda regla. De hecho, en la temporada 2006/07, un jugador con un talento que en principio no se ajustaba a la de un 9 de referencia, logró ser el Capocannoniere de la Serie A e incluso el Bota de Oro europeo, al concluir su temporada liguera con 26 goles en 35 encuentros. Su mejor registro anotador. Eran tiempos en los que Messi y Cristiano Ronaldo todavía no habían irrumpido para poner patas arriba cualquier récord de goles que existiese previamente.

Il Capitano sudó por última vez la camiseta que vistió toda su vida. Con 786 partidos disputados es el jugador que más veces defendió a la A.S. Roma y con 307 goles es, con diferencia, el máximo goleador de la historia romanista. Entre sus récords puede presumir también de ser el segundo máximo goleador histórico de la Serie A, solo por detrás de una leyenda de comienzos del pasado siglo como Silvio Piola.

En un fútbol sin memoria, en donde incluso despidieron del Leicester City a un Claudio Ranieri que se había ganado con creces el derecho a descender al club, es difícil pensar en volver a ver repetida una historia como la de Totti. Y su importancia simbólica quedó reflejada en los vídeos y frases de personalidades del fútbol recopiladas por su club a lo largo de los últimos días. Maradona no tuvo dudas en calificarlo como "el mejor jugador que he visto". Quizás excesivo, como casi siempre, pero el astro argentino es una más de esas millones de personas rendidas al que en su día fue el "Bimbo de Oro".

Pero el homenaje más inesperado y trascendente le llegó de su hinchada rival. La pasada semana, los temibles "Irriducibili" de la Lazio desplegaron dos grandes pancartas en su fondo con el siguiente lema: "Los enemigos de toda una vida saludan a Francesco Totti". No puede haber mayor reconocimiento. La otra trinchera de una guerra visceral, los representantes más fanáticos del enemigo por excelencia de la Roma, muestran su respeto por Totti. Al fin y al cabo, difícil olvidar como el capitán romanista acudió por sorpresa, en 2007, al funeral de un seguidor de la Lazio que había fallecido. No fue su único gesto fuera del césped, ni mucho menos. Hizo suyas las burlas de los ciudadanos del norte de Italia y sacó varios libros con el título: "Chistes de Totti contados por él mismo", destinando los beneficios a causas solidarias. También tuvo la decencia de comprar una perrera para evitar la ejecución de todos los perros. En muchos sentidos, Totti representa el espíritu de una ciudad forjada con el trabajo de familias humildes, incluso en el periodo en el que fue la capital del mundo conocido.

En su última rueda de prensa dejó entrever una nueva aventura en el mundo del fútbol. La prensa transalpina especula con ofertas de Estados Unidos o de los países árabes. Aunque se ganó el derecho a decidir sobre su futuro, el final de esta historia requiere que Il Capitano no se vista jamás otra camiseta. Aunque sea para engañarnos a todos y permitirnos pensar que es posible otra historia de fidelidad absoluta como la suya.

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