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"Su hijo jugará en la selección antes de cumplir los veinte años"

Joe Armstrong, jefe de ojeadores del United, fichó a Bobby Charlton cuando solo tenía 15 años

Joe Armstrong era un tipo fornido, que solía vestir con elegancia y que llevaba siempre la raya del pelo marcada con enorme precisión. A finales de los años cuarenta Matt Busby, que se había hecho cargo del Manchester United después de la Segunda Guerra Mundial, le reclutó para el club con el objetivo de rastrear el país en busca de jóvenes talentos. La grave crisis económica que para el equipo había supuesto estar ocho años sin estadio a causa del bombardeo alemán que sufrió Old Trafford se había solventado gracias al buen resultado que había comenzado a dar la academia de jugadores que habían puesto en marcha. Busby sabía que ése era el camino para el futuro y puso a Armstrong y a su fiel Jimmy Murphy al frente del operativo. Uno buscaba los jugadores, el otro les dirigía en el equipo de reservas.

A comienzos de 1953 los informadores de Armstrong le comenzaron a hablar de un chico de quince años de Ashington (noreste del país, casi en la frontera con Escocia) que había crecido rodeado de futbolistas profesionales. Cuatro de sus tíos habían jugado en la máxima categoría y el primo de su madre era Jackie Millburn, legendario jugador del Newcastle e internacional por Inglaterra. Al jefe de scouts del Manchester United le costó ajustar su agenda para acercarse a Ashington, pero finalmente se decidió a visitar aquella tierra de mineros. Le hablaban de un futbolista muy maduro para su edad, rápido con el balón y al que se le caían los goles de los bolsillos.

Bobby jugaba por aquel entonces en el equipo del colegio (East Northumberland). Le apasionaba el fútbol, deporte con el que había convivido a todas horas en casa, aunque los Charlton, gente modesta, le insistieron siempre en lo esencial de su formación. Su padre, que trabajaba en la mina, no quería para sus hijos la misma vida que tenía él y por eso eran inflexibles en ciertos planteamientos. Tanto Bobby como su hermano mayor Jack, locos por el fútbol, eran dos buenos estudiantes.

El 9 de febrero de 1953 Joe Amstrong se presentó en Ashington para ver a East Northumberland enfrentarse a Hebburn and Jarrow. Hacía frío, el campo estaba medio helado y la ligera niebla apenas permitía seguir el partido con claridad. Los muchachos supieron antes del partido que en la banda había un ojeador del Manchester United y otro del Sunderland. Sin que nadie se lo dijese, todos sabían perfectamente a quién venían a ver. Bobby Charlton, tal vez por los nervios, no jugó su mejor partido, pero fue suficiente para Amstrong que se marchó del campo sin dirigirse a él. Aquello frustró en el primer momento al joven futbolista y mucho más cuando vio que el emisario del Sunderland tampoco le hacía caso y se fue a conversar con el portero de su equipo. Aunque en ese momento lo desconocía, el responsable de los ojeadores del United se había marchado directamente a casa de los Charlton a hablar con su madre. Bueno, más bien, a dejarle un mensaje: "Señora, no quiero molestarla, solo vengo a decirle que su hijo jugará en la selección inglesa antes de que cumpla los 21 años".

Desde aquel momento Ashington se convirtió en punto de encuentro para los principales reclutadores de los grandes clubes del país. Veían jugar a Charlton e inmediatamente se plantaban en la casa familiar para hablar con sus padres. En aquellos meses de absoluta locura su madre se puso al frente de la situación. El trabajo en la mina tenía al padre casi siempre fuera y las riendas del asunto las tuvo que tomar Elizabeth Charlton. La buena mujer recordaría más tarde que desde primera hora de la mañana ya había alguien rondando la casa y que en ocasiones llegó a tener al representante de un club tomando té en el salón y a otro en la cocina. Aunque no era una práctica legal, los clubes llegaron a ofrecer dinero a la familia si Bobby acababa fichando por ellos. Llegaron a alcanzar las mil libras de prima. Jackie Millburn, el primo de su padre, ejerció en aquellos días de consejero y les advirtió que no hiciesen caso a todo ese dinero que les llegaba: "Si Bobby elige bien ganaréis mucho más con esa decisión que con las libras que aceptéis en estos momentos. Eso es lo realmente importante". Incluso Millburn llegó a decirles que no firmase por el Newcastle, el club en el que jugaba él, porque no le gustaba la forma en que trabajaban con los jóvenes. "Hay que elegir un equipo que crea en él", sentenció el internacional inglés.

Joe Amstrong siguió visitando con regularidad la casa familiar a la espera de que tomasen una decisión definitiva. En ocasiones lo hacía con su mujer porque cualquier ayuda era buena en esa situación. En el hogar de los Charlton siempre habían valorado el hecho de que el primero que llegó a Ashington en su busca había sido él y finalmente tomaron la decisión de firmar por el Manchester United. Antes de eso tenía que pasar un pequeño examen: someterse al escrutinio de Matt Busby, que solo sabía de él por lo que le había contado su jefe de ojeadores. Sucedió durante un entrenamiento en Manchester de la selección escolar inglesa, una especie de sub16 de aquel tiempo. El líder del United le observó en silencio durante la práctica y cuando finalizó simplemento dijo: "fíchalo".

En verano de 1953, sin haber cumplido los dieciséis años, Bobby Charlton dejó su casa familiar para instalarse en Manchester. Dieciocho clubes habían preguntado por él durante aquella primavera, pero él había elegido el United con la confianza de no haberse equivocado. Sus padres le insistieron en que siguiese adelante con su formación por si acaso su experiencia en el fútbol no resultaba como esperaba. Aquella no dejaba de ser una apuesta incierta. Por eso desde los quince a los diecisiete trabajó como aprendiz de ingeniero eléctrico, en una empresa próxima al estadio de Old Trafford. Así podía compaginarlo todo. El trabajo, los entrenamientos y los partidos en el conjunto filial donde comenzó a llamar la atención de todo el mundo y empezó a aporrear con violencia la puerta del primer equipo. En otoño de 1956, cuando acababa de cumplir los diecinueve años, Matt Busby escribió por primera vez en la pizarra su nombre junto al del resto de titulares. Se había acercado a él un día antes para preguntarle cómo estaba su tobillo, maltrecho tras un encontronazo. No pestañeó al responderle: "Ya no me duele". Era un sábado, 6 de octubre. El United jugaba ante el Charlton (curiosidades que tiene la vida) en su campo. Ganó 4-2 y Bobby marcó dos tantos entre el asombro de casi cuarenta y cinco mil aficionados. El resto, ya es leyenda del fútbol.

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