Lorenzo Envó cargaba sobre su espalda con la culpa en los asaltos fallidos anteriores a un título europeo. Así lo sentía el jugador, que durante más de una década ha sido el principal anotador de la plantilla, una responsabilidad que ahora puede compartir con otros. Y el expresivo Envó no ocultaba demasiado ese peso del que la victoria sobre el Wiesbaden lo ha liberado. Ya no es el hombre de las tres finales perdidas, sino el que ha logrado inaugurar el palmarés de la entidad. "Era hora de que cambiasen las tornas. Me seguía la mala suerte con este tema", declara.

- ¿De quién te acuerdas en estos instantes-, le preguntan justo al final del partido.

- Yo, de Pablo. Desde que llegué aquí le había prometido que ganaríamos un título. Por desgracia se marchó, no pude conseguirlo. Me alegro mucho. Ya me puedo ir tranquilamente. Me he tenido que comprar una casa y todo para conseguir un título-, y se le mezcla todo mientras lo dice, sonrisas, sudores y sollozos. Por Pablo se mudó a Vigo y se ha convertido en un vigués más. Enseguida matiza que no está hablando de retirarse.

- Seguiré hasta que el cuerpo me dé y el equipo quiera. Y si no aquí, siempre estaré alrededor del club.

"En los dos primeros cuartos salimos revolucionados. Nos podían las ansias. Fueron muchas imprecisiones. Cuando conseguimos calmarnos y realizar nuestro juego, hemos podido competir", resume Envó. "Por la anterior final que perdimos delante de la gente, también ellos se merecían ver un partido como este. Muchos de los que han venido nos siguen en Bouzas y habían sufrido aquella derrota con nosotros. Nos han seguido apoyando para que este día llegase".

Elogia al Wiesbaden: "Para alguna gente podía parecer que sería un torneo fácil. Pero todo los otros equipos habían venido a competir, a ganar igual que nosotros. Ni este partido ni la semifinal han resultado sencillos".