El fútbol tiene su propio tiempo, que se ralentiza o se acelera respecto al convencional. Cada temporada es larga como un siglo. Lo saben los entrenadores, a los que les madrugan las canas, avejentados de repente. Y todo a la vez dura un suspiro. Parpadeas y el mundo ha cambiado, al punto que lo anterior quizás haya sido solo un sueño. En medio de este áspero febrero, el celtismo se pregunta: ¿existió enero?

Parece que sucedió en una época geológica anterior. El Celta eliminó al Valencia y al Real Madrid cuando todavía los dinosaurios caminaban sobre la Tierra. Balaídos navegaba a la deriva, pasajero de una placa tectónica. Cualquier ilusión se antojaba posible, incluso ganar la Copa del Rey. Había quedadas a la luz de las bengalas y cánticos extasiados. Era un mundo joven, de horizontes abiertos a cualquier aventura.

Dos semanas después, el estadio asiste con más aire de rutina a los dieciseisavos de final de la Europa League. La UEFA insiste en programar los partidos de Vigo como si fuese una ciudad de horarios ingleses. La gente abandona a hurtadillas la oficina, pide, ruega o engaña. Llega a rastras, tras la búsqueda desesperada de aparcamiento. Los que superan los obstáculos, como crías de tortuga que alcanzan el mar tras romper la cáscara, sobreviviendo a las gaviotas, llegan a 18.000. Entre los coros habituales se cuela una novedad, un recuerdo poco cariñoso a Josep Pedrerol. Rescoldos de la "cubiertagate".

Ahora cuesta recordarlo, cuando Bongonda enfila la banda para ser sustituido por Pione Sisto y le caen algunos silbidos, que otros acallan con aplausos. Pero el belga fue héroe en Mestalla, valioso en el Bernabéu... Los aficionados ucranianos -para ubicar a un grupo en Río Alto el club desaloja a los abonados ocupantes- aplauden lo suyo, su gol o sus cambios, pero agitando unas pequeñas manos plásticas.

El fútbol es tan extraño como la vida. Se desvela uno por metas que jamás se alcanzan o que pierden toda su importancia tan pronto se consiguen. De nada le sirven a Luis Enrique los títulos que consiguió. De nada al Celta lo que ganó hasta aquí. O sí. Porque cuenta el camino, la colección de momentos. Acaba el partido y la afición agradece el esfuerzo. También los recuerdos. Enero existió.