El Sporting de Gijón volvió a meterse de lleno en la lucha por la permanencia al lograr la primera victoria de la 'era Rubi' ante un Leganés del que ahora sólo le separan dos puntos en la tabla.

Precedió al choque una intensa lluvia. Quizás por ello o porque el partido era demasiado trascendente como para andarse con florituras, ambos conjuntos se enzarzaron en un combate de balones aéreos que solo trajo consigo rebotes, despejes y escaso peligro. Ofrecía algo más el Sporting ante un Leganés incómodo hasta que hizo un esfuerzo por estirarse y dejarse ver. Así se llegó al descanso con la esperanza de que el espectáculo mejorara.

Asumió la responsabilidad de darle otro aire a la contienda el anfitrión. Este aumentó el ritmo, incrementó la presión y decidió bajar más la pelota al verde. El resultado, una mayor profundidad en los ataques y envíos desde el costado.

Fue, sin embargo, efervescente. El ingreso de Burgui volvió a meter al Sporting en el duelo. Su desborde le ofreció otro arma distinta a los asturianos, que comenzaron a creer que llevarse los tres puntos era posible. Ese acto de confianza se hizo consistente casi de manera repentina. Una acción ensayada en saque de esquina permitió que Canella recibiera al borde del área sin oposición. Golpeó el zaguero y lo intrascendente se hizo drama cuando el esférico se coló por debajo de Herrerín.

Gestos de frustración en los jugadores del Leganés, que no terminaban de entender cómo podían ir por debajo. No había más remedio que lanzarse a por el empate y ese esfuerzo ofensivo acarreaba consigo ciertas fisuras.

Una de ellas la aprovechó el inspirado Burgui para cazar un balón en profundidad y poner la directa hacia la portería antes de definir en el mano a mano. Era el delirio, un canto a la vida entre los grandes que el extremo celebró en comunión con los aficionados rojiblancos.