Al Celta le cuesta aprender. Ayer en el Vicente Calderón se le escapó un partido que recuerda de forma inevitable el de hace algo más de un mes en San Mamés. En la última jornada de 2016, los vigueses ganaban por 0-1 en el estadio bilbaíno cuando apenas quedaban diez minutos por delante. Empujaron los rivales como sucedió ayer, pero también hubo mucho de concesión por parte de los jugadores y del banquillo. Se repitieron muchas situaciones: jugadores que no eran capaces de sacar el balón, nervios, imprecisiones y pelotas aéreas que no eran capaces de sujetar. Incluso el último de los cambios de Berizzo fue el mismo: Aspas dejó su sitio por Marcelo Díaz. Una vez más el intento de que el chileno fuese capaz de sujetar el partido en esos últimos minutos no funcionó y el descontrol y los nervios del Celta se hicieron más patentes. Encajaron el empate y en el último instante de ambos partidos recibieron el segundo gol. Golazos por parte de los rivales que encontraron el instante de lucidez justo en el último suspiro del partido.

Ya en aquella situación Berizzo había insistido en la necesidad de aprende a negociar esa clase de situaciones, pero se ve que ese aprendizaje se está produciendo más despacio de lo recomendable. En el Calderón se reprodujeron algunos de esos problemas y llegó una nueva derrota.