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Historias irrepetibles

La novia de México

Vera Caslavska, que estuvo cerca de perderse los Juegos por apoyar el proceso democrático en Checoslovaquia, volvió de allí con cuatro oros y un marido

Caslavska, tras ganar el concurso general en los Juegos de México.

Nunca le gustó a Vera Caslavska quedarse callada. Desde pequeña. Tenía una fuerte personalidad que nunca perdía ocasión de demostrar. Algo que marcaría su grandiosa carrera deportiva, pero sobre todo condicionaría su actitud en los acontecimientos históricos que viviría Checoslovaquia a finales de los años sesenta. Tras acabar con la hegemonía de las gimnastas soviéticas en los Juegos de Tokio en 1964 (ganó tres oros, incluido el del concurso general) y liderar a la selección que destronó a la URSS en el Mundial de 1966 en la clasificación por equipos (donde eran intocables) Caslavska se convirtió en un símbolo para el país. Por eso cuando estalló a comienzos de 1968 la Primera de Praga, el movimiento liberalizador que pretendía acabar con el totalitarismo que había impuesto el régimen soviético en el país, sus responsables buscaron el apoyo de personalidades de diferentes ámbitos y recurrieron entre ellos a Caslavska.

La gimnasta no lo dudó. Se puso del lado de los reformistas y firmó el "Manifiesto de las Dos Mil Palabras" que habían redactado un grupo de intelectuales liderados por Ludvik Vakulik y en el que se atacaba directamente al Partido Comunista. Aquello la marcó definitivamente a ojos de las autoridades que se enfrentaban al dilema de si tomar medidas contra ella. Era una mujer con un enorme carisma, extraordinariamente popular y eso le servía como protección. A Caslavska le recomendaron que saliese de Praga mientras se resolvía su participación en los Juegos Olímpicos de México de ese año. Había rumores sobre su inminente detención y la gente de su entorno prefirió que durante un tiempo se alejase de la convulsa capital. Se marchó a preparar los Juegos a un pueblo perdido en el norte del país, sin medios, llegando a utilizar incluso las ramas de los árboles para entrenarse. Su concurso en México no se resolvió hasta el último momento. Sus rivales de la URSS llevaban semanas allí aclimatándose a la altura cuando a Caslavska la dejaron subirse a un avión. Finalmente pesó la idea de no provocar más a la sociedad represaliando a la deportista que más gloria podía darle al país.

Pero la cita no resultó sencilla para ella pese a que los mexicano se pusieron descaradamente de su lado. Influyeron en ese apoyo muchas cosas. Todo lo que habían escuchado de ella, su belleza y carácter, la facilidad que tenía que conectar con los espectadores (para algunos de sus ejercicios utilizó canciones como "Allá en el rancho grande") le ayudaron a tener un importante apoyo desde la grada. No sucedió lo mismo con los jueces que la penalizaron de un modo exagerado. Sucedió sobre todo en la barra de equilibrios (donde fue segunda tras Kuchinskaya) y en el suelo donde tuvo que compartir el oro con la soviética Petrik. Durante las ceremonias de entrega de medallas de ambas pruebas ella volvió la cara y agachó la cabeza mientras sonaba el himno de la URSS en señal de protesta por el resultado deportivo y por la situación política que vivía su país. Pese a todo acabó por convertirse en la gran protagonista de aquella cita. Ganó cuatro oros, una plata y un marido. Porque esa fue otra de las grandes historias de aquellos Juegos. Desde hacía tiempo mantenía una relación amorosa con el mediofondista Josef Odlozil. Se hicieron una promesa. Si ella volvía a ser campeona olímpica en el concurso general y él se metía en la final de 1.500 se casarían allí mismo. Y ocurrió. Ambos lograron sus objetivos y aunque su intención fue celebrar una ceremonia discreta en la capilla de la villa olímpica, las autoridades mexicanas insistieron para que lo hiciesen en la Catedral Metropolitana de México donde se reunieron deportistas y cientos de aficionados y curiosos que les lanzaron vivas mientras cantaban los mariachis. "La novia de México" pasaron a llamarla desde ese mismo momento.

Pero la vuelta a casa no fue sencilla. Los tanques soviéticos ya habían aplastado la Primavera de Praga, pero Caslavska regaló sus medallas de oro a varios dirigentes democráticos, lo que fue considerado una provocación por parte de las autoridades del país. Aunque ya tenía 26 años y era evidente que su carrera no sería mucho más larga, le prohibieron competir y paralizaron la publicación de la autobiografía en la que criticaba duramente el sistema político que sufrían los checoslovacos. Le pidieron que se retractara de la firma del "Manifiesto de las Dos Mil Palabras", pero se negó a hacerlo, lo que la puso en una situación muy delicada.

Acudió en su auxilio México. El país donde aún la querían con locura le ofreció la posibilidad de entrenar a sus jóvenes gimnastas. Checoslovaquia accedió siempre y cuando el país centroamericano mantuviese sus exportaciones de petróleo ya que sufrían importantes restricciones. Y tanto fue así que cuando cesaron las exportaciones Vera tuvo que regresar a casa donde fue condenada al ostracismo. El COI trató de presionar para que al menos le dejasen ejercer de entrenadora o juez, pero su figura no se recuperó por completo hasta la caída del comunismo en 1989 y la llegada al poder de Vaclav Havel que la convirtió en una de sus asesoras en asuntos de deporte y Juventud y llegó a presidir el Comité Olímpico Checo.

En los últimos años una tragedia personal enturbió su vida. En 1993 ya estaba divorciada de Odlozil pero mantenía una buena relación con él ya que tenían dos hijos juntos. Una noche su hijo Martin, discutiendo con su padre, le dio un empujón con tan mala suerte que se golpeó la cabeza de forma violenta y murió tras pasar varios días en coma. El chico fue condenado a cuatro años de cárcel aunque finalmente recibió un indulto por parte de Vaclav Havel. Aquel episodio dejó seriamente tocaba a la exgimnasta y agravó su salud de forma considerable. Desapareció de la vida pública, poco se supo de ella desde entonces más que había tenido que ingresar en una clínica. Apariciones puntuales, fugaces, pocas palabras. Finalmente en 2016 un cáncer se llevó a una de las grandes glorias de la gimnasia mundial, a la que lloraron como nadie en su país y en México.

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