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El celtista inesperado

Curro, un joven gaditano, vive en Australia y practica el celtismo sin haber pisado Balaídos

Curro, ayer, en su domicilio de Camberra.

Itinerarios biográficos y geográficos se entrecruzan a veces en el fútbol de forma inesperada. Curro Rivero, un adolescente gaditano con síndrome de Down, aguardará con expectación el resultado del Celta en Camberra. Diez horas de diferencia horaria le impedirán ver el encuentro. Del resultado le informará por WhatsApp su abuelo, Leopoldo Martín, médico nacido en Canarias, quien le inyectó la devoción celeste.

Leopoldo se afincó en Cádiz y dirigió durante treinta años el servicio de aparato digestivo del Hospital Puerta del Mar. Militante del Partido Comunista durante el franquismo, comprometido con la defensa de la sanidad pública, hombre de mil inquietudes sociales, el celtismo se integra en su ideario vital. "No sólo era raro", dice su hija Bárbara, madre de Curro, de un padre celeste en Cádiz. "Es que además para él el Celta siempre ha sido su prioridad en la vida. Cuando le preguntabas, decía: 'Número uno, el Celta; número dos, mi profesión, la medicina; luego ya mujer e hijos'. Siempre hemos asumido todos el nivel en el que estábamos en la escala de valores", bromea.

Bárbara Martín se trasladó a Australia hace cuatro años junto a Curro, que nació en 2000, y las gemelas Sara y Eloísa, de 2005. Su marido había iniciado la mudanza meses antes. Francisco Antonio Rivero, marino, se había ido de ayudante del agregado naval a la embajada española de Camberra. Bárbara, perito naval, pidió una excedencia en Navantia. Hoy se han cambiado las tornas. El desempeño de Francisco en la embajada ha concluido. Bárbara ha retomado su trabajo en Navantia, primero en Sidney y ahora ya en Camberra, junto al resto de la familia.

Bárbara tiene contrato hasta diciembre de 2017. Es la fecha marcada en la agenda para trasladarse a España, horizonte que inquieta a Eloísa y Sara. "Mis hijas están muy bien adaptadas. Cuando les hablamos de volver no les hace mucha gracia. Hemos estado en Cádiz en septiembre y octubre. Llevábamos tres años y pico sin ir. Tenían olvidado lo que era. Ahora aceptan que no está tan mal, aunque siguen sintiéndose australianas". Caso diferente es el de Curro, que "tiene muy buena relación con su abuelo, lo quiere mucho y él sí quiere volver. Se iría encantado a vivir con sus abuelos".

Y eso que Curro también se ha aclimatado perfectamente. "Aprender un segundo idioma ha sido difícil. Pero la verdad es que se defiende muy bien, es capaz de mantener una conversación en inglés sin problema. No diré que ha sido mejor de lo que esperábamos porque sé que mi hijo tiene muchas capacidades y hace muchas cosas. Está muy bien integrado, tiene amigos, en el colegio lo adoran". Curro destaca. El departamento de educación del Australian Capital Territory, el estado donde se ubica Camberra, le dará uno de los premios que distinguen a los mejores estudiantes que terminan secundaria, en la equivalencia de planes de estudio. Y el año pasado ganó el premio anual al mejor deportista en su instituto.

- Juega al fútbol. También le gusta mucho nadar y el surf, que aquí echa de menos. En Cádiz íbamos todos los sábados a que practicase, al lado de casa del abuelo-, recuerda Bárbara.

- Y también echo de menos ir al campo de fútbol, del Cádiz. Y el Celta- añade Curro.

El Celta, inevitablemente el Celta. "Los demás de la familia no somos nada aficionados. Como a Curro sí le gusta el fútbol pero a su padre no, se fijó en la figura paterna más cercana que le gustase, su abuelo".

Leopoldo, por su parte, argumenta o casi disculpa ese proselitismo céltico que practica en el clan. "El neurótico del abuelo tiene contaminado a todo su entorno", afirma de sí mismo y luego se lamenta: "Ahora algún nieto me ha salido del Cádiz". Curro, del que tan orgulloso se siente Leopoldo ("mucho", presume el joven), se ha mantenido fiel. "Estamos muy unidos", certifica el patriarca. El fútbol forma parte de ese vínculo, como un sortilegio secreto que nadie entiende más que ellos. "Curro no sigue las clasificaciones, simplemente disfruta con el abuelo", explica Bárbara.

Tiene algo de milagroso este celtismo impenitente, sin nacer en Galicia ni haber presenciado jamás un partido en directo. "Sí que ha visto Balaídos", advierte Bárbara. "Por la parte de mi marido tenemos familia viviendo en Vigo. En los veranos solíamos pasar una semana allí. La última vez tendría Curro ocho o nueve años. Pasamos por el estadio. Pero él no se acuerda. Ya cuando vuelva, que es mayor e independiente?".

Podrá ser a partir de 2018, si se cumplen las previsiones. A tiempo de disfrutar de uno de sus ídolos.

-¿Qué jugador del Celta te gusta?

- Iago Aspas.

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