Último minuto. Corey Noel Simpson, el apertura del Zarautz, se dispone a ejecutar el golpe de castigo que decidirá la suerte del encuentro. Otra decisión polémica del árbitro, que ha convertido el juego en un breve instante entre interrupciones. La afición está irritada. Sin embargo, calla cuando el rival prepara su pateo. Silencio absoluto en As Lagoas, de consagración en misa. Amaina incluso la brisa. Simpson acierta y la escuadra vasca gana el partido. Una cuestión menor. El Kaleido y su gente honran al juego, que es lo sustancioso.

El rugby atraviesa una crisis de valores, inevitable en su proceso de crecimiento y popularización. Ya se oye silbar al pateador en los grandes estadios mundiales. La Unión Argentina ha lanzado una campaña para que los hinchas de Los Pumas respeten al adversario. En Vigo, en la periferia rugbier, un rincón exótico en el planeta ovalado donde sus adeptos se reconocen entre sí como viciosos, no se necesitan consignas. Conservar las esencias resulta imprescindible. Ningún interés espurio ha contaminado ese amor primero.

Por eso Norm Maxwell se ha instalado aquí. El neozelandés tuvo una crisis personal cuando jugaba al máximo nivel precisamente por las interferencias del profesionalismo en esos conceptos esenciales. Y ha construido una escuadra que los respeta e intenta jugar siempre al frente, hasta donde la calidad le alcanza e incluso un poco más allá. En la valentía se le escapa también una cierta candidez, como la de Tatafu cuando pretende jugar desde su 22 con 17-15, cuando debería guardarse el balón o enviarlo a campo contrario. Poco se le puede criticar al tongano, hombre del partido una vez más, huracanado en sus acometidas, autor de dos ensayos.

Maxwell puede sentirse orgulloso de la actuación del Kaleido en la primera mitad. El XV del Olivo batalló con fiereza por cada metro con el Zarautz, campeón de la pasada liga regular. Los vigueses encadenaron fases con ritmo, mezclaron el juego a la corta y a la mano, robaron en la melé y se sostuvieron en el choque físico. El 12-5 se ajustó a los méritos respectivos.

La segunda mitad sufrió un vuelco a la vez que el criterio arbitral. Adrián Rodríguez empezó a ametrallar golpes de castigo, la mayoría indescifrables. Al Kaleido le cayeron además dos tarjetas amarillas y una roja. Le coincidieron dos expulsiones. Aguantó en sus trece el acoso vasco hasta casi el final de la inferioridad, cuando el Zarautz completó su remontada (12-15).

La reacción viguesa fue inmediata, furiosa. Ya con quince jugadores se sacudió el agobio y empujó por delantera al Zarautz hasta el otro extremo de la cancha. Juan Ignacio Giordano completó la tarea tras un pick and go muy trabajado, de XV consistente.

Era ahora el conjunto visitante el que se había quedado con un hombre menos. El escenario adecuado para lograr un triunfo que mantuviese al Kaleido en lo más alto de la clasificación. Faltó temple en los cinco minutos que restaban. Sobró un árbitro obsesionado con aplicar el reglamento con una minuciosidad que lo pervierte. Simpson aprovechó el inevitable golpe de castigo. No se oyó un solo reproche tras el final. En As Lagoas se hace honor al rugby.