Pablo Beiro y Paco Araújo se fueron con un año de diferencia. El presidente del Amfiv, el 28 de febrero de 2015; el del Celta, el 29 de febrero de 2016. Mandatarios geológicos, que parecían eternos. "No se entienden las figuras de uno sin el otro dentro del deporte. Siempre fueron de la mano. Llegaron a ser íntimos amigos. Pablo solo me hablaba maravillas de Paco. Cuando Paco llamaba por teléfono, el mundo se paraba", recuerda José Antonio Beiro, el sobrino que heredó la responsabilidad de dirigir el Amfiv.

"Cuando sucedió lo de Pablo, en el tiempo que me cuadró con él, Paco fue de las personas que más me asesoró", agradece Beiro, aunque recuerda que a Paco se le había roto el alma. "Cuando nos sentábamos siempre acabábamos hablando de Pablo y Paco se venía un poco abajo. Procuraba llamarlo por teléfono. Para él era mejor".

Por ahorrarle el dolor renunció a las visitas a la gestoría de Araújo. El auténtico cogollo del deporte de élite vigués. Su despacho era congreso, oficina, confesionario. "Como se dice ahora en términos académicos, era el orientador. Si tenías un problema, ya fuese administrativo o económico, él era el que aunaba a la gente y el que lograba que las opiniones confluyesen", describe Guillermo Touza, presidente del Club Voleibol Vigo. "A principio de cada temporada nos reuníamos para solicitar ayudas, subvenciones, corregir problemas? Y siempre era con él en su oficina o tomando un café por allí cerca. Está faltando él y nos cuesta muchas veces llamarnos. Nos vemos mucho menos. Trataremos de restituir un poco su falta e ir apoyándonos, que era lo que haría él".

Paco ejercía también de modelo a través de su gestión. "Siempre tuvo los pies en el suelo. No recuerdo un paso en falso de Paco. Si había que descender, descendía. Lloraba un día y a la mañana siguiente comenzaba a pensar en meter el equipo arriba y sin dramas", indica Beiro. Ramón Babé, del Vigo Rugby Club, recuerda: "Cuando llegué, que era el novato entre todos los presidentes, desde el primer momento conecté muy bien con él. Era siempre "neniño, ten cuidado aquí, vete por allí", dando consejos desde la experiencia que tenía. Era un ejemplo para los demás. Trataba de pelear por el pan de todos y no defender solamente su barco. Muchas veces, en reuniones con los concejales o el representante de turno, él trataba de hacer piña e ir en conjunto. Nunca hacia la guerra por su cuenta. Trataba de involucrarte en sus demandas porque creía que era bueno para el deporte de la ciudad, no sólo para el Celta".

Javier Rodríguez fue el discípulo díscolo, de enfados y reconciliaciones. "Paco era un asesor en temas deportivos y personales, un amigo y uno de los personajes históricos del deporte vigués. Para mí era bastante más que un hermano. Una pena que haya que reconocérselo una vez muerto. Debió ser en vida. Aparte de este memorial, merece otro homenaje por parte de organismos e instituciones, un recuerdo permanente, que un pabellón o una calle lleven su nombre": Concluye: "Paco ha sido nuestro guía".