Derbi múltiple: entre equipos gallegos y sureños, entre campus de la misma universidad, entre jugadores que se conocen y quieren, entre técnicos íntimos. El Kaleido y el Coosur, el Vigo y el Ourense, se observan entre sí como a través de un espejo mágico. Los olívicos distinguen en los ourensanos lo que fueron, aquella inocente frescura, de cuándo estaba descubriendo una forma diferente de jugar al rugby; los ourensanos observan eso en lo que desean convertirse, su apuesta valiente mejor consolidada en las fases de conquista y las intensidades.

No es una cuestión de edades., sino de madurez en la concreción de una idea. La juventud abunda en ambas escuadras. Las dos le añaden también una pizca de experiencia y el condimento extranjero, mayormente neozelandés, que es incluso superior en el Ourense: Tatafu contra Sefo, Tui y Harvey más el británico Marston. Kaleido y Coosur. son hermanos del mismo vientre Pero el Kaleido nació antes como criatura específica y es un polluelo capaz de arrebatarle el alimento a la otra cría.

Monreal y Maxwell iniciaron su siembra en Galicia hace seis años. Quisieron trasplantar a la periferia rugbier el estilo total de los kiwis: construcción desde la propia 22, equilibrio entre el juego de la delantera y el de tres cuartos, mimo al oval, ritmo, ritmo, ritmo... En Vigo ya no se concibe el juego de otra forma. Monreal solo lleva dos temporadas de apostolado en Ourense.

Los dos adversarios se igualaban por tanto en intenciones, en este primer derbi sureño en la categoría de plata. Y a ambos se les notaron las dificultades de la reciente pretemporada. Cuesta congregar a los jugadores y organizar amistosos. Sus propuestas exigen un aceitado preciso de los engranajes. Falta aún verticalidad en las acometidas. Al balón le cuesta recorrer con fluidez la línea.

El Coosur plantó cara en la primera mitad. Se repuso bien del rápido ensayo local y alcanzó el descanso por encima (5-7), en un periodo equilibrado. La zapa viguesa había agrietado sus cimientos, sin embargo. Tras el descanso el XV del Olivo se plantó durante media hora en el último tercio de cancha y cuando el Coosur salió por primera vez a respirar, ya había perdido (24-7). El intercambio postrero valió más para el orgullo que para el resultado porque los ourensanos se despistaron. Con 24-14 el árbitro dio como pasado un golpe de castigo ejecutado por Silla que los jueces de línea -un jugador de cada equipo, en esta categoría- no habían validado. Las cuentas se les desordenaron. Creyendo que seguían a diez puntos de distancia, el Coosur se jugó un último golpe a palos en vez de a la mano con el tiempo cumplido. Aunque ciertamente les quedaban escasas energías para pelear el bonus defensivo. El Kaleído sí sumó el suyo ofensivo por cuatro ensayos.

La superioridad viguesa se edificó sobre su superioridad en las fases de conquista, especialmente en el scrum ("no scrum, no win", reza el precepto) y el line-out. El Coosur, además, pagó la mayor rigurosidad que se le exige a los árbitros en determinadas acciones Los ourensanos se instalaron en la frontera del fuera de juego y pagaron un alto precio. La sucesión de golpes de castigo contribuyó a empantanar el partido. El Coosur sufrió cuatro expulsiones temporales; el Kaleido, tres, pero dos de ellas en los últimos diez minutos, con renta suficiente para evitar agobios.

El derbi, aunque reparta alegrías y tristezas, alienta a los dos conjuntos en sus respectivos objetivos. El Coosur no debiera sufrir por la permanencia, especialmente si no se producen arrastres desde División de Honor y solo baja uno. El Kaleido, que al fin ha encontrado en Silla a un pateador competente, debería merodear por la zona tranquila, atento a si los favoritos se despistan.