Desangelado estreno europeo en Lieja del Celta de Vigo, que aprovechó la audacia de Rossi para rescatar, con algo de fortuna, un tímido empate que permite al conjunto de Berizzo sumar sus primeros puntos esta temporada pero no disipa las inquietantes dudas que despierta su juego. Resulta difícil reconocer en este Celta al equipo que tan buen fútbol ha desplegado en las dos últimas temporadas. Faltó intensidad y sobraron imprecisiones en un partido que mostró inquietantes carencias defensivas, evidentes defectos en la construcción del juego y muy pocas ideas en ataque, donde el Celta vivió apenas de la determinación del delantero italiano, el atrevimiento de Lemos (una de las buenas noticias que dejó el choque además del resultado) y la agresividad de Pablo Hernández.

Entre los tres prácticamente rescataron un empate frente a un adversario que no cuenta con grandes jugadores (salvo quizás el goleador Dossevi) pero que le superó claramente en intensidad y ritmo durante muchas fases del partido.

En tales circunstancias, el punto rebañado en el Maurice Dufrasne hay que darlo por amortizado.

Sorprendió Berizzo con un once revolucionario desplegado en torno a un conservador esquema de tres centrales (Costas, Sergi y Cabral) y dos carrileros (Lemos y Jonny) inédito en sus dos años al frente del banco celeste.

Acaso pensando en el próximo decisivo compromiso ante Osasuna o quizá para neutralizar el punzante juego del rival por banda, su mejor arma, el técnico asombró con el esquema y la elección de piezas: envió a Guidetti a la grada y dejó a Iago Aspas en el banquillo para formar con cinco defensas, un pivote (Radoja) y cuatro atacantes: Hernández de enganche, Sisto y Naranjo en los costados y Rossi en punta.

De nada sirvieron sin embargo al Celta las precauciones de Berizzo porque el rival aprovechó la primera indecisión de la zaga para noquear a Sergio. Un fallo defensivo en cadena que puso en bandeja a Dossevi el primer gol: Costas falla groseramente en la entrega, Sergi llega tarde a la marca y el togolés quiebra la cintura a Cabral y al propio Sergi y ajusta al palo un remate cruzado imposible para Sergio. La primera directamente a la línea de flotación antes siquiera de asentarse en el campo.

El Celta acusó el golpe, el Standard apretó arriba olfateando sangre y los de Berizzo se atascaron en la salida de balón. Sin otra idea que sacudirse la presión rival a pelotazos, el equipo vigués sufrió para mantenerse en pie hasta que Rossi apareció de la nada. En pleno desbarajuste céltico, el italiano descerrajó un trallazo desde treinta metros que Gillet, el guardameta de los rouches, se tragó por sorpresa después de que el balón botase a pocos metros de la portería. Un golpe de fortuna que sin duda hay que atribuir a a la osadía del artillero italiano, que no ha tardado en despejar buena parte de las dudas sobre su situación física -su calidad es incuestionable- y comienza a proporcionar réditos. Para marcar ese gol hay que atreverse. La fortuna, como bien señalaban los romanos, favorece a los audaces.

El tanto de Rossi, que igualó el marcador apenas ocho minutos después de que Dossevi adelantase a la valones, despertó al Celta, que mantuvo la iniciativa con cierta mordiente durante algunos minutos. Jonny trató de desbordar por banda y Lemos intentó asociarse sin demasiado éxito desde la banda, pero fue Rossi el que de nuevo volvió a llevar peligro al área belga, esta vez después de un gran centro de Pablo Hernández, muy solo ayer en el medio campo. El Tucu sirvió al cogollo del área un templado centro que el italiano bajó con la derecha (su pierna menos buena) y casi sin armar el disparo remató de primera con intención perversa. Gillet se sacó de encima el balón como pudo pero conjuró el peligro.

Los problemas del Celta en la construcción del juego, las constantes imprecisiones en los pases y el abuso constante del pelotazo impidieron al grupo de Berizzo consolidar su dominio y dieron de nuevo vuelo al rival, que recuperó la iniciativa en el último cuarto de hora del primer tiempo. Y el peligro comenzó a caer del lado belga. Benito Raman, que ayer acompañó a Belfodil en punta, dilapidó una gran ocasión para adelantar a su equipo tras recibir un buen centro desde la derecha de Fai que se perdió por la línea de fondo rozando la portería de Sergio. El mismo Raman volvió a rondar el gol al filo del descanso, esta vez después de recibir un centro de Edmilson en la frontal que acabó cruzando en exceso.

El guión del partido no cambió tras el intervalo, pero el juego se espesó en ambos bandos y las llegadas al área escasearon. Las imprecisiones no abandonaron al Celta, que fracasó en cada intento de construir el juego desde atrás y mostró una insana querencia a jugar el balón en largo. Alternó el equipo vigués el pelotazo con el juego horizontal, con improductivos pases entre los centrales, aunque no hubo ya pérdidas de balón letales, incluso cuando el rival apretó.

En este segundo tiempo, el Celta controló los daños e incluso pudo sorprender a su adversario en un par de ocasiones a balón parado con la firma del Tucu Hernández, que consiguió zafarse del duro marcaje al que fue sometido en el área. El internacional chileno superó a Scholz en el salto y conectó, tras recibir un medido centro de Naranjo desde la izquierda, un testarazo que se perdió por alto tras rozar el travesaño. No mucho después, en un córner, Hernández se las arregló para librarse del abrazo del central belga y conectar cayéndose otro remate de cabeza que salió ligeramente desviado.

No mucho más hubo en el encuentro, a pesar de que ambos técnicos movieron el banquillo en busca de soluciones. Jaknovic cambió sin éxito sus delanteros y Berizzo introdujo a Wass para ganar control en el medio campo y ya muy al final dio la alternativa a Bongonda y a Aspas. Para entonces ambos equipos parecían haberse conformado con un empate que rearma moralmente al Celta, pero no pasará a los anales de sus duelos europeos.