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triatlón

El último tren hacia Hawai

La gallega Saleta Castro afrontará la próxima semana en la localidad holandesa de Maastricht su cuarto ironman de la temporada en busca de la clasificación para la final Mundial de Kona

Saleta Castro, en las pistas del Centro Gallego de Tecnificación en Pontevedra. // Santos Álvarez

Saleta Castro sabe que algún mes de octubre se subirá a un avión con destino a Hawai para participar en el Ironman más importante del mundo. Le falta por conocer en qué año se producirá ese soñado momento en que participe por primera vez en la final del Mundial de triatlón extremo. Tal vez no tenga mucho que esperar. Hace semanas la pontevedresa había comenzado a hacer planes con la mente puesta en el año 2017. Pero su entrenador Luc Van Lierde le insinuó si no quería intentarlo esta temporada.

La pregunta llegaba cuando las piernas de Saleta ya acumulaban el cansancio de una dura temporada en la que había competido en los Ironman de Texas, Lanzarote y Frankfurt. El plan era acudir el 31 de julio a Maastricht (Holanda) y lograr allí los puntos necesarios para clasificarse para Hawai. La gallega se tomó una semana para analizar la respuesta de su cuerpo. La sexta plaza en el Europeo de Frankfurt le había supuesto un importante desgaste, pero pronto entendió que la recuperación era satisfactoria y se lanzó en busca de un nuevo objetivo: "La temporada ha sido dura y después de la retirada en Lanzarote estaba algo desanimada. Pero en Frankfurt volvieron las buenas sensaciones y mi entrenador me planteó la posibilidad de buscar los puntos para ir a Hawai. Acabé cansada en Alemania, tenía molestias pero a los tres días estaba psicológicamente recuperada y muscularmente la evolución era buena. Entonces tomé la decisión de ir a Maastricht. Estoy cansada pero cada día me encuentro mejor y llego con mejores sensaciones que en Frankfurt".

Al margen de lo que suceda el próximo 31 de julio en Holanda, la temporada de Saleta será fundamental en el futuro de la triatleta en el Ironman porque este año fue capaz de encontrar alguna de las claves que le impedían rendir a un nivel superior y que tenían que ver con su alimentación durante la carrera: "Pensaba que hacía lo que debía y un estudio en Bruselas me dijo que estaba completamente equivocada". Todo sucedió a partir del bajón de rendimiento que sufrió en la prueba de Lanzarote: "Me bajé a correr y tomé geles demasiado rápido (tres en 40 minutos). Se produjo una saturación en mi organismo, empecé a vomitar, no era capaz de comer ni de beber y eso hizo que me quedase vacía, que fuese incapaz de correr y terminase casi desafallecida". El estudio le ha facilitado una nueva "dieta" durante la carrera que ya estrenó de forma satisfactoria en Frankfurt y en los entrenamientos que ha hecho en las últimas semanas ("los mejores que recuerdo"). "Ahora tomo bebida isotónica con carbohidratos. La consigna es beber mucho, todo disuelto en líquido. Y en maratón, geles. Lo que tomo lo asimilo bien y seguiré por ese camino".

La gallega admite que el sistema de puntuación para el Ironman de Hawai es complicado, pero ya ha hecho sus cálculos. En la isla de Kona en octubre tienen plaza las 35 primeras del ránking mundial aunque las campeonas por continente tienen plaza garantizada y no entran en ese cómputo: "Contando con que hay algunas que están por delante de mí y no hacen esa distancia...las cuentas me dicen que con mil puntos en Maastricht me podrían valer para asegurar mi presencia en la final. Eso significa quedar tercera o cuarta. Me debería servir". Ahora hay que llegar a Holanda y conseguirlo. El de Maastricht será el decimotercer Ironman de su carrera (ha terminado diez y se ha retirado en dos), un bagaje interesante pese a que apenas lleva cuatro temporadas centrada en la distancia extrema, la que obliga a nadar 3,8 kilómetros, pedalear 180 y de postre comerse un maratón: "Me encuentro cada vez mejor compitiendo, sobre todo en la bicicleta. Para ese segmento hay que coger fuerza y yo la gano muy poco a poco. Pero noto que mejoro cada temporada y que las cosas van por el buen camino", explica cargada de confianza.

Un triatleta y mucho más un especialista en la distancia Ironman es una tarea a largo plazo. Saleta Castro reconoce que durante meses ha ido puliendo defectos y que en los últimos ha dado importantes pasos que la ayudarán: "Reconozco que era un poco desastre y que me costó entender que no todo era entrenar. Las carreras se pierde a veces por pequeños detallitos. Es por eso por lo que me sometí este año a un estudio biomecánico para mejorar la postura en la bicicleta. Ha sido también muy importante porque es algo que me ayuda a la hora de la digestión. Hemos elegido una postura menos radical y más cómoda. Era fundamental a la hora de asimilar los alimentos".

Y luego llega el asunto de llevar el cuerpo al extremo, de sacar de dónde no hay nada, algo para lo que uno se prepara: "El sufrimiento se entrena, pero también va en función de lo acostumbrado que está cada uno a sufrir. Si te exiges para mejorar, si te cuesta siempre ganar, siempre tendrás más capacidad de llegar a tu máximo. Eso va muy relacionado con la capacidad que uno va generando durante su carrera". Sabe perfectamente de lo que habla aunque lo ve como parte de su trabajo: "Hay un punto que vas tan al límite en que corres por inercia. Te lleva la cabeza, no el cuerpo. Si paras, te caes. Nos pasa al cruzar la meta que superas la línea y te vas al suelo porque hasta allí te ha llevado la cabeza, el cuerpo ya no da para más".

Pues eso le espera dentro de una semana en Maastricht. En un circuito algo más duro que en Alemania ("algo que me favorece", avisa) y con una participación no tan selecta como en el Campeonato de Europa, perseguirá en su cuarto Ironman de la temporada la clasificación para Hawai. Y que allí, rodeada por las mejores del mundo, puede realizar el quinto de 2016. Sabe que tiene piernas para eso.

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