Cuando el Liverpool ganó al Real Madrid la Copa de Europa de 1981 su entrenador, Ian Paisley, dijo que una de las mayores alegrías de la noche es que el fútbol "había recompensado a un gran tipo". Se refería a Alan Kennedy, el eficiente lateral zurdo que había marcado el gol de la victoria a nueve minutos del final. Paisley, que de joven compraba fish and chips en la tienda donde trabajaba la madre del defensa, sacaba el látigo con fiereza cada vez que cometía un error. "En Dallas mataron al Kennedy equivocado" le espetaba en el vestuario. A veces se llevaba las broncas que correspondían a otros futbolistas pero que estaban protegidos por la jerarquía del vestuario. Kennedy nunca abrió la boca, ni lanzó una mirada de reproche hacia el entrenador. Por eso aquella noche en el Parque de los Príncipes de París, cuando Agustín descuidó el palo corto creyendo que el lateral iba a centrar, Paisley sintió que se había hecho justicia.

Me sucede algo parecido con Nolito al verle cruzado de brazos en el Etiyah vestido con la sudadera del Manchester City o abrazado a Beguiristain después de firmar el seguro de vida que protegerá el futuro de los Agudo. Lo merece su fútbol, pero sobre todo la rectitud con la que se comportó en una situación que suele provocar que los futbolistas pierdan la cabeza y las formas.

Nolito, en el campo del Manchester City esta mañana // @ManCity

Nolito ha escuchado mucho en los últimos meses aquello de los trenes que, como en los pueblos perdidos, solo pasan una vez. Y mucho más si el maquinista resulta que es Bartomeu, más pendiente de los juzgados que de poner en marcha la locomotora. Pero se mantuvo firme en el andén. Más allá de alguna foto que debió evitar (como aquella con la portada del Mundo Deportivo en las manos) su discurso mientras el Barcelona trataba de hacerle al Celta el truco del tocomocho (me lo cedes ahora y ya veré si un día me levanto de buenas y te lo pago) fue impecable. "Ahí está la cláusula, ahí está el club para hablar con él". Nada de alimentar la campaña construida en las entrañas del Camp Nou y amplificada por los órganos de propaganda, a quienes la falta de escrúpulos y de respeto al resto de clubes no impidió presentar a Nolito como un trilero de barrio que se negaba a ir convocado o simulaba lesiones para que le permiesen el deseado reencuentro con Luis Enrique bajo la luna del Tibidabo. Otros lo hubiesen hecho, pero él no. El fútbol está lleno de casos y el Celta tiene en su historia ejemplos como el de Makelele que para forzar su salida al Real Madrid estuvo días sin aparecer por Vigo y tuvo al club en permanente comunicación con el buzón de voz de su móvil. Nolito ha sido recto y claro en todo el proceso. Y seguro que no es sencillo hacerlo cuando quien te susurra al oído es el Barcelona y te están poniendo delante la posibilidad de que la próxima asistencia de gol te la dé Messi y que tus centros sean para Luis Suárez.

GALERÍA | Nolito, tres años brillando en el Celta

Al final Nolito recibió la llamada de Guardiola A esa estación perdida llegó el AVE para conducirle a la Disneylandia del fútbol. Una gran victoria también de los modestos frente a la arrogancia y el abuso que trataba de imponer el Barcelona. El gaditano se subió a ese tren con la decencia de quien ha sido honesto con la profesión y con el club que religiosamente le ha pagado un sueldo generoso durante este tiempo. Nolito, un producto tardío en esto del fútbol, que llegó a la cantera del Barcelona algo "mayor" y que no encontró su ecosistema ideal hasta que puso el pie en Peinador, es el jugador ideal para un club como el Celta. Futbolista ambicioso que llega a Vigo para crecer, para hacer más grande el club, que se revaloriza gracias a su rendimiento y que termina haciendo feliz a la directora financiera. La mejor tarjeta de presentación para próximos fichajes: "¿Quieres ser el próximo Nolito y que te llevemos a la Premier?" debería preguntar Miñambres por Europa adelante. Alguno pica seguro.

Solo hay una cosa que no le perdono. Que por primera vez le tengo que explicar a mi hija pequeña que no volverá a ver en Balaídos a su futbolista favorito. Ser padre es un permanente desafío. Espero que Guidetti esté a la altura de la responsabilidad que está a punto de caerle encima.