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Historias irrepetibles

El futbolista de las rodillas calientes

Alex James, líder del hegemónico Arsenal de los años treinta, fue de los primeros en entender que los futbolistas necesitaban crearse su propia imagen

Alex James, en su época en el Arsenal.

Alex James fue el primer jugador que generó casi tantos comentarios por su labor dentro del campo como por aspectos que poco tenían que ver con el juego. Este escocés nacido en Mossend en 1901 fue uno de los grandes aciertos de Herbert Champman, el legendario técnico que condujo al Arsenal a dominar el fútbol inglés en los años treinta gracias a sus planteamientos innovadores. Le fichó del Preston North End a cambio de la nada despreciable cifra de 8.750 libras, una de las mejores inversiones realizadas por los londinenses. Cuando puso sus pies en Highbury el Arsenal no tenía un solo título en sus vitrinas. Cuando se fue, siete años después, los "gunners" habían conquistado cuatro Ligas, dos Copas y cuatro Community Shield.

Ficharle no había sido sencillo para Champman porque muchos equipos ingleses aspiraban a hacerse con los servicios de quien poco antes había liderado el humillante 1-5 que Escocia endosó a Inglaterra en Wembley. Antes de aquel célebre partido hubo editoriales en la prensa de su país que reclamaban que no fuese convocado por haberse marchado a jugado al Preston, un equipo inglés. "¿No se había llevado su fútbol a Inglaterra? Pues que juegue para ellos" escribió un columnista. Al final James jugó la tarde que nació el apodo de los "Magos de Wembley". Marcó dos goles, participó en los otros tres y confirmó a los técnicos ingleses que se estaban equivocando de idea con su abuso del pelotazo. Al día siguiente de aquel recital todos los grandes de Inglaterra llamaban a su puerta ansiosos por contratarle.

James era un tipo curioso que siempre sufrió problemas con las lesiones, a causa sobre todo el reuma que padecía y que le apartó de algunos partidos importantes (como la final de Copa de 1932) que podrían haber engordado su palmarés en el Arsenal. Esa debilidad en las articulaciones era una de las justificaciones a las que recurría para utilizar pantalones mucho más grandes que la mayoría de sus compañeros. "Quiero tener las rodillas calientes" argumentaba ante la sorpresa que causaba su indumentaria. Era corto de estatura, lo que multiplicaba el efecto de la prenda en su cuerpo. Creó una imagen personal. Eso que tanto buscan hoy en día los clubes, los patrocinadores y las marcas hubo un tipo hace casi noventa años que ya lo había adelantado.

Pero no era el único lugar donde los hinchas podían disfrutar de su presencia. Champman, que era un tipo listo que trataba de explotar vías que aún eras desconocidas para el fútbol (tanto dentro como fuera del campo) se le ocurrió para pagarle un mejor sueldo que fuese la imagen de los almacenes "Selfridges" de Londres. Allí lo mismo anunciaba pantalones, ropa para hacer deporte o directamente entretenía a los clientes con su conversación. James disfrutaba con el papel y le hizo entender la conveniencia de cuidar su imagen pública, de vestir de forma elegante y de llevar una vida social más intensa. Incluso comenzó a escribir en un periódico una columna mientras jugaba, otro asunto en el que fue un precursor y que no dejaba de ser llamativo. El domingo daba una lección en el campo y el lunes la explicaba en el periódico.

Dentro del terreno de juego Alex James era un elemento esencial para la WM que Champman había instaurado en el Arsenal y que volvía locos a sus rivales por la forma tan novedosa de ocupar los espacios. Él fue posiblemente el primer "10" tal y como lo entendemos en la actualidad, un volante que conectaba al medio del campo con los puntas y que más que preocuparse de su estadística se ocupaba de engordar la de sus compañeros. No existen datos exactos, pero la prensa de la época asegura que en la temporada 1931-32 en la que el Arsenal anotó 127 goles Alex James dio unos cincuenta pases de gol. "Dejemos que la pelota haga su trabajo" solía decir para justificar en ocasiones su limitado esfuerzo y concederle más importancia a la velocidad en la circulación. Aunque a James siempre le costó alcanzar el reconocimiento público sobre su labor en el campo, para Champman era esencial. De hecho, el técnico le toleraba mucho más que al resto de sus compañeros. Se quedaba más tiempo que el resto en la cama durante las concentraciones, hacía la vista gorda con algunas de sus salidas nocturas (de las que era muy aficionado) y pasaba por alto que en ocasiones estuviese más preocupado en organizar sus inversiones. A sus compañeros les ponía algo nerviosos que siempre estuviese en la procura de nuevos ingresos y que diese la sensación de que el fútbol para él era un simple pasatiempo temporal. "Las reglas de la vida no las han fijado los futbolistas profesionales" decía cada vez que advertía cierto reproche por parte del resto del vestuario. Champman supo llevarle. Con discreción y evitando conflictos, tirando de la cuerda cuando era necesario y soltándola cuando no había más remedio. Los focos se iban casi siempre en aquel tiempo en busca de los goleadores, pero él sabía mejor que nadie que quien alimentaba aquella máquina era el tipo de los calzones largos que quería jugar con las rodillas calientes.

En 1937 las lesiones acabaron por invitarle a la retirada. Sirvió en la artillería durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó con las categorías inferiores del Arsenal, hizo de periodista y perdió bastante dinero con sus inversiones. Nada demasiado grave porque la vida le concedió poco tiempo extra. Un cáncer le devoró cuando tenía 50 años. Para entonces los aficionados del Arsenal, huérfanos de su clarividencia, ya le habían colocado en el altar de Highbury. Ya sabían lo que suponía estar sin él.

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