A España se le ha puesto la cara de campeona con la que, salvo en la desgraciada experiencia de hace años en Brasil, ha viajado por el mundo desde 2008, ese momento en el que cambió la negra historia que perseguía a la selección. El conjunto de Vicente Del Bosque consiguió ayer el pase a octavos de final de la Eurocopa tras ofrecer el partido más redondo que un equipo ha realizado en lo que va de torneo. Turquía, desorganizada y casi siempre anárquica, fue un juguete en medio de ese rondo que Iniesta ha decidido organizar en esta Eurocopa y que Nolito alborota a la mínima ocasión. El jugador del Celta vivió ayer su día más grande desde que Vicente Del Bosque decidió ponerle la etiqueta de futbolista internacional. Muchos lo vieron como un premio excesivo e incluso hace un par de días se escucharon algunas voces, siempre respetables, que reclamaban para él un papel como revulsivo, un agitador desde el banquillo.

El gaditano -al que le falta ese sello de autenticidad que proporciona en ciertos ámbitos el hecho de vestir la camiseta de alguno de los grandes equipos de Europa- acabó con cualquier debate sobre su figura. Regaló el primer gol en un primoroso centro a Morata y marcó el segundo en una acción que acredita su infinito instinto para moverse en el área y buscar la portería rival. El jugador del Celta dinamitó por completo un partido unidireccional que desde el primer minuto se convirtió en un ejercicio de precisión por parte del equipo de Del Bosque ante los turcos, aculados en su área dispuestos a poner en práctica la misma idea que a la República Checa le permitió llegar con vida hace solo cuatro días hasta el minuto 87 y acariciar el empate. Nolito les devolvió a la realidad. El andaluz, el mejor socio que Iniesta había encontrado en el partido, había avisado a la media hora de juego con uno de esos disparos que en Balaídos forman parte del "menú del día". Babacan no llegó a rozarlo y el balón acarició el palo izquierdo de la portería turca. Fue un simple adelanto de lo que vendría a continuación. Un par de minutos después se ganó el espacio para recibir el balón en condiciones y colocó desde el costado un balón extraordinario que Morata cabeceó con precisión -más bien, acompañó- para marcar el 1-0 y hacer saltar por los aires el plan de Terim. Para completar el festival Nolito liquidó a los turcos sin tiempo de que asimilaran el primer golpe. Una máxima del boxeo. Sucedió en una de esas acciones que describen el instinto de un delantero. Un pase regular de Cesc -más asentado junto a Iniesta de lo que estuvo hace unos días- fue despejado de forma pésima por Topal hacia el corazón del área. Como una ardilla irrumpió en el área Nolito que no había dado la jugada por acabada y se quedó frente al portero esperando un balón que caía del cielo. La enganchó a la media vuelta, a bote pronto para asegurar el contacto con la pelota y no buscó potencia sino algo de colocación. Imposible para Babacan.

A partir de ahí el partido ya fue de Iniesta que se metió la pelota en el bolsillo y de vez en cuando desgranaba uno de esos detalles que impresionan por su calidad y sencillez. Turquía, que no es un equipo ordenado a la hora de organizar la presión, se cansó de correr tras él. Solo en el primer tramo del partido parecían tener claro los otomanos que la clave estaba en cerrarle los caminos al manchego y doblaron la presión sobre él. Pero al final resulta agotador perseguirle cuando disfruta de un estado de gracia como el actual. A su alrededor se fueron enganchando Silva y Cesc, todos ellos con las espaldas bien cubiertas por el omnipresente Busquets (el hermano mayor de todos ellos), y España recuperó todo aquello que se ha echado en falta en otro momento. Tuvo el control acostumbrado, la solidez defensiva que le lleva a acumular siete partidos sin recibir un solo gol, pero añadió el picante en el área rival y finalmente el acierto en el remate que tanto se extrañaba y que iba camino de convertirse en el centro del debate.

En medio del monólogo que también se vivió en el segundo tiempo Iniesta decidió que no era necesario hacer sufrir más a los turcos y el partido se acabó en un pase que parece salido de la mente de un deliniante. Un envío del barcelonista que superó a tres contrarios para dormir a los pies de Alba (un cuchillo por la izquierda, lo mismo que Juanfran) y que el lateral cedió a Morata para convertirle en máximo goleador de la selección española en lo que va de torneo. Asunto liquidado. Los turcos se entregaron a sus guerras particulares y España manejó de forma rutinaria el partido. Sin estridencias, sin abusar en exceso del rival, tratando de librarse de cualquier accidente que pudiese comprometer a los futbolistas de cara al futuro. Del Bosque tiró entonces del banquillo para probar otras combinaciones. El doble pivote de Soriano con Busquets; Koke en el lugar de Cesc...opciones que el técnico puede manejar de cara a compromisos futuros. El partido ya no tuvo más historia que las explicaciones en la sala de prensa y en las que el seleccionador, siempre cabal, debe enfrentarse ahora a ese peligro que supone el exceso de euforia que acompaña los grandes triunfos de la selección. Nadie juega como este equipo y esa es una evidencia contra la que no se puede luchar. Otra cosa es perder la cabeza y olvidarse de que un torneo como la Eurocopa es una aventura muy larga y en la que siempre hay algún peligro emboscado. Pero con Iniesta y Nolito oliendo a gol todo parece más sencillo.