"Sobre Quino podría estar hablando un día entero, pero lo que destacaría por encima de todas las cosas es que es un gran ser humano, con un corazón que no le cabía en el pecho y muy amigo de sus amigos. Se va un ser humano irrepetible", indica con la voz entrecortada Alberto Abalde.

Prueba de lo admirado y querido que era Quino Salvo dentro y fuera de las canchas es, para Alberto Abalde, que "pocas personas del baloncesto han recibido los homenajes y muestras de cariño que él ha recibido" en los últimos meses (como el que le hicieron en Valladolid, en A Coruña o en Marín).

Los amigos de aquí de Vigo estuvimos a su lado hasta el último momento, sostiene Abalde, compañero de generación de Salvo. "Empezamos a jugar en Vigo, él en Salesianos y yo en el Bosco, nunca llegamos a coincidir en el mismo equipo, pero sí que llegamos a enfrentarnos en alguna ocasión. Nuestros caminos se separaron pero siempre mantuvimos muy buena relación", añade.

Como jugador, Abalde lo califica como "un todoterreno". "A nivel técnico era uno de los mejores defensores, lo ponía todo en la pista", añade. Como entrenador, destacaba por encima de todo "su carisma". "Era capaz de imprimir a sus jugadores su carácter. Se los ganaba con su entrega y sus ganas. Lo más difícil para un técnico es imprimir la motivación en su plantilla y él era capaz de conseguirlo por su gran personalidad", dice con admiración.

"Es una persona muy querida. Falleció a las tres de la madrugada y a las siete de la mañana ya estaba en todos los medios digitales y en las redes sociales", dice Abalde como un dato significativo de lo mucho que era querido y admirado su amigo.

"Lo mejor es quedarse con los buenos momentos. Siempre tuvo una sonrisa en la cara, hasta en los peores momentos, porque él pensaba, a pesar de lo que le estaba pasando, que era capaz de superar cualquier cosa", concluye.