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baloncesto en silla de ruedas - División de Honor

Con palos en las ruedas

El Amfiv, sujeto a gastos específicos, sufre que las administraciones no consideren material deportivo las sillas de competición

El filial del Amfiv, en uno de sus desplazamientos.

El Amfiv, único equipo vigués que se mantiene en la máxima categoría además del Celta, cubre cada presupuesto con los ingresos del anterior ejercicio. Una beneficiosa asincronía financiera que el presidente actual, José Antonio Beiro, ha heredado de su tío Pablo, el fallecido fundador del club. La previsión les permite trabajar sin angustias en los plazos, inmunes al retraso en el cobro de las subvenciones. La buena administración, sin embargo, no les libra de la necesidad de vigilar cada céntimo. Más en un deporte como el baloncesto en silla de ruedas que paga el peaje de su especificidad, a veces rayando lo absurdo.

El Amfiv ingresó en el curso recién terminado algo menos de 150.000 euros. En el próximo el presupuesto rondará los 165.000. Se incrementa porque ya se incluyen las subvenciones concedidas al filial, que comenzó a competir en Primera División esta campaña.

El Amfiv ha construido su primera plantilla sobre una base sólida y constante de jugadores de la casa, a los que suele apuntalar con un par de extranjeros o foráneos. Pronto comenzará el serial de renovaciones. Sueldos calibrados al máximo. No es esto lo que inquieta a Beiro.

Al Amfiv le sangran los viajes. Dedica a ellos al menos 40.000 euros. Sucede con casi todos los clubes olívicos en una época en la que el deporte profesional se ha convertido en amateur o semiprofesional todo lo más. Pero al Amfiv se le incrementa la cuenta en su condición de deporte adaptado.

El equipo sólo efectuó un desplazamiento en avión este curso. Fue a Barcelona -jugaban en Badalona-, en la fase por la permanencia. En billetes de avión y hotel, por un día de estancia, se pagaron 6.000 euros. Porque las sillas de competición de los jugadores, si estos han de facturar maletas, se contabilizan como exceso de equipaje, disparando el coste.

El Amfiv realiza los demás desplazamientos en autobús, incluso cuando le ha tocado ir a Málaga en otras ocasiones -diecisiete horas de asfalto, en este caso-. Para limitar los gastos, viajan sólo ocho o nueve jugadores más el entrenador, sin ayudantes. Ha de alquilarse un autobús adaptado y aunque los expedicionarios sean solo una decena, se requiere en consecuencia un autobús grande, de 55 plazas, con rampa y suficiente espacio en sus bodegas para todo el material. El Amfiv siempre contrata a la empresa García Castro. Es la única en la que han encontrado facilidades. El chófer de siempre, Santi, ayuda al técnico, César Iglesias, y a los jugadores con mayor movilidad a manejar a los de menos. "Es como un utillero más del club", agradece Beiro.

Salen los viernes de noche y duermen en carretera. Los viajes son "literalmente una tortura" para los jugadores, con muy diversos grados de discapacidad, expuestos a espasmos y escaras. Cada cuatro horas el conductor efectúa un descanso de 45 minutos. Pero bajar y subir es una maniobra compleja para sus pasajeros, que apenas tienen tiempo de dar una vuelta.

El Amfiv debe contratar hoteles de cuatro o cinco estrellas, los únicos obligados a tener sus instalaciones adaptadas. "No sé por qué, además, en este país no se contempla que dos discapacitados viajen juntos", lamenta Beiro. Solo acostumbra a haber dos o tres habitaciones adecuadas y con camas de matrimonio. "El roce hace el cariño, pero no a todo el mundo le gusta dormir con todo el mundo", bromea y es a la vez preciso. Si una habitación convencional puede costar entre 85 y 95 euros por noche, las suyas tienen entre 20 y 30 euros de cargo extra.

La expedición suele llegar de madrugada o a primera hora de la mañana. Cuando en los hoteles los desalojaban al mediodía, apenas podían disfrutar del descanso. Esa rutina se ha relajado últimamente y les consienten quedarse hasta después de comer. Aún quedarán varias horas hasta el partido, normalmente emplazado a las siete de la tarde. Los jugadores emplearán el tiempo restante en dónde y cómo puedan.

La silla es el instrumento diferencial y otro elemento que multiplica el desembolso. El cuadro de una silla de competición de titanio, las que emplea el Amfiv, vale 3.000 euros -las de carbono alcanzan los 7.000-. Cada rueda, 400. Los radios, incluso los actuales, construidos con kevlar, sufren en los choques y fricciones del juego. La plantilla rompe entre dos y tres a la semana, a 25 euros la pieza. Cualquier desperfecto en la estructura de la silla implica pasar por taller, a 100 euros la soldadura de titanio. En compras y reparaciones, como en alojamientos, no existe un mercado amplio que permita flexibilizar los precios.

Las sillas de competición no resultan válidas para la vida cotidiana, donde los jugadores emplean las suyas propias de paseo. Sin embargo, las instituciones públicas no aceptan la silla baloncestística como material deportivo a la hora de calcular y justificar subvenciones. José Antonio Beiro tiene gastos obligados que las administraciones no le dejan esgrimir. Beiro lo ha debatido con algún responsable político, "dicen que es cosa de los interventores", y espero que tal contradicción se remedie. "Está muy bien que nos consideren como cualquier otro deporte de élite. Pero han de tener en cuenta nuestra singularidad", reclama. Estrellas como el mexicano Zavala poseen su propia silla y algunos de la casa empiezan a optar por esta alternativa. Con todo, entre primer equipo, filial y escuelas, el Amfiv cuenta con entre cuarenta y cincuenta sillas. Las de los chiquillos, de alumnio, valen entre 1.900 y 2.200 euros.

"Todos estos gastos no son voluntarios. Nosotros no podemos elegir", advierte Beiro. Y en aquello en lo que sí podría modificar su gestión, se niega rotundamente. El Amfiv, a diferencia de los demás clubes, cuyos canteranos pagan cuotas, no cobra a los chicos que se inician en el deporte adaptado. "No podemos decirle a nadie que no y no podemos cobrarle. Mientras yo sea presidente, será así".

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