Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Liga - Jornada 38 atlético-celta

Poca frescura y tardía aspereza

Al Celta le faltó energía para imponer su estilo y solo exhibió al final agresividad, aspecto además en el que el Atlético siempre domina

Pablo Hernández recibe una falta de Saúl Ñíguez. // Mariscal

El celtismo, como agradece Berizzo, cree a su equipo capaz de derrotar a cualquier adversario pero también acepta la lógica del fútbol. La quinta plaza se decidió en San Mamés. Desde ese duelo todo ha resultado previsible. Al Celta le faltó esta vez energía para rebelarse contra la realidad que le aguardaba en el Vicente Calderón. Queda en manos del Barcelona que la ilusionante clasificación europea no se acompañe con el regalo envenenado de una pretemporada tortuosa -y el riesgo de una prematura eliminación que frustre la fiesta-. Berizzo sufrió en sus propias carnes como jugador una de esas dos campañas europeas que se torcieron hasta el descenso. Sabe que en el fútbol no existen los ahorros. Seguramente diseñaría la mejor planificación. Pero mejor si se pueden evitar lastres innecesarios.

la competitividad rival

Al Celta no le acompañó el calendario. Demasiado tiempo muerto antes de la final de Champions. Simeone quiso que sus principales jugadores conservasen el tono. Muy diferente a lo realizado por Emery en el Sevilla, que tiene dos finales y ya inminentes. Con todo, se ha demostrado que el Atlético compite mejor incluso que el cuadro hispalense en la comparación de escuadras con mucho oficio. Simeone ha construido un equipo mecánico en su disposición e intensidad, inasequible a cualquier relajación. La plantilla rojiblanca ha interiorizado el mensaje de su técnico como una consigna religiosa, con ese mismo fervor.

una guerra perdida

El Celta, al revés de lo que hubiera debido, comenzó suave y concluyó áspero. Sacó el genio cuando ya no le servía. Puede ser un equipo muy intenso, pero poco cruento, sin malicia ni filo en la contienda física. Sin embargo, era ingenuo pensar que los jugadores del Atlético pudiesen acobardarse pensando en la final de la Champions. Como se pudo comprobar en los engallamientos del final, los rojiblancos maniobran con comodidad en ese tipo de situaciones. Es un escenario en el que los célticos siempre serán derrotados. El Atlético presiona al árbitro con susurros, sitúa su agresividad justo en la frontera de la tarjeta, jamás se descompone ni se desquicia, cosa que sí es capaz de provocar en su contrincante. La esperanza del Celta debía residir en el juego puro, en la acometida del ida y vuelta, pero le faltó frescura.

el cansancio de orellana

Orellana ha sido probablemente el mejor jugador del Celta esta temporada, aunque sea en competencia reñida con varios otros. El chileno cose el juego y lo equilibra gracias a su capacidad para moverse entre líneas sin que el adversario lo descubra. Es su participación la que convierte una acción rutinaria en otra peligrosa, el que abre el camino hacia la portería contraria. Orellana ha llegado cansado a este último tramo de la temporada. Lo natural en alguien en perpetuo movimiento, generoso en el desgaste tanto ofensivo como defensivo. Simeone supo además desconectarlo. Orellana se mostró poco y resolvió mal cuando Tucu y Marcelo lo encontraron. Sin él haciéndose frecuente, la tarea se la volvió demasiado empinada al Celta.

cambios sin efecto

Berizzo prometió a los abonados históricos, durante la imposición de insignias, que realizaría los cambios antes. Lo dijo en broma, pero lo llevó a cabo en serio. La salida de Aspas aportó una efervescencia que, sin embargo, se diluyó enseguida. Quizás quería Berizzo proponerle al Atlético algunos minutos de locura, jugarse la remontada o la goleada a la ruleta rusa, pero el conjunto madrileño jamás cae en esas trampas y aprovechó su superioridad en el centro del campo para entretener el balón sin necesidad de apretarse contra la meta de Oblak. La perfección táctica del Atlético pudo en esta ocasión a la pureza infantil del Celta. No es una buena noticia en general para el fútbol, pero redunda en su riqueza.

temporada extraordinaria

Aunque se concluya con derrota, no se empaña ni un ápice una temporada extraordinaria, de las más en la historia del club en la relación entre medios económicos y el nivel de virtuosismo, a la vez que efectividad, alcanzado por el equipo. El Celta se ha convertido en una celebración de la alegría de vivir, una reivindicación del juego como expresión de goce. El orgullo de los aficionados, como bien sostiene Berizzo, cuenta más que la clasificación europea. Pero toda cima, en clubes como el celeste, supone el reto aún mayor de mantener el impulso. La renovación de Berizzo garantiza la continuidad del estilo. Conservar su perfección también depende de cuestiones alquímicas. No se negociará la intención en la propuesta. Eso es lo único que el entrenador puede prometer. Y el club se enfrenta, en este proceso de crecimiento, a una encrucijada que ya vivió en otros momentos de su historia. La ambición, aunque necesaria, implica un riesgo para el equilibrio: plantillas más amplias, mejores sueldos, su repercusión en el peso de la cantera, el peligro de que la afición digiera mal la mayor exigencia... De lo que sucedió en el pasado se debe aprender.

Compartir el artículo

stats