Después de seis contundentes victorias consecutivas, incluidas las tres últimas de 2015 y las tres primeras de 2016, contando con la de ayer en el Gran Premio de China de Fórmula 1, Nico Rosberg (Mercedes) va cada vez más encaminado hacia una posible conquista de su primer Mundial.

Durante su soberbia carrera de ayer, en la que aprovechó su "pole" para no perder más que un instante su ventaja -que llegó a ser de más de 37 segundos sobre el segundo, el tetracampeón mundial Sebastian Vettel (Ferrari), hacia el final de la prueba-, Rosberg fue el único ajeno en realidad a la batalla que hubo a sus espaldas.

Desde la primera curva, en la que una entrada "suicida" -en palabras de Vettel por radio- del ruso Daniil Kvyat (Red Bull) dejó al de Ferrari encajado entre el de su antigua escudería y su compañero finlandés Kimi Räikkönen, al que golpeó, la lucha fue incesante por los puntos, con constantes peleas y adelantamientos.

Finalmente Vettel y Kvyat consiguieron alcanzar el podio, el primero con tres equipos distintos desde Rusia en 2015, aunque eso fue gracias también al problema que tuvo enseguida Daniele Ricciardo (Red Bull), que logró ponerse brevemente en cabeza en la primera vuelta, pero perdió una rueda y en boxes se le escapó la ventaja.

Con todo, Ricciardo logró firmar la cuarta plaza, y Räikkönen la quinta, con lo que dejaron clara la superioridad tecnológica de Mercedes, Ferrari y Red Bull sobre los demás, aunque por detrás de ellos la pugna por los demás puntos fue igualmente encarnizada.

Los españoles también jugaron su papel en ella, con Carlos Sainz (Toro Rosso) puntuando con su noveno puesto, y su compatriota bicampeón mundial Fernando Alonso (McLaren) quedándose casi a las puertas, en duodécimo lugar, con un coche aún inferior y justo por delante de su compañero de escudería, el inglés Jenson Button.

Por su parte, el que hizo una "carrera perfecta" y logró "el mejor resultado que podría obtener hoy", nada menos que un sexto puesto, por delante del Mercedes del tricampeón británico Lewis Hamilton, fue el brasileño Felipe Massa (Williams), que se defendió sin ceder nunca de todos sus ataques hacia el final de carrera.

Hamilton, de hecho, a pesar de que se tocó con el carioca Felipe Nasr (Sauber) en la salida, y vio dañado su monoplaza plateado, que ayer dijo que le hacía sentir como en "una cama vieja", parecía imparable en Shanghái, pese a haber salido desde la última posición tras perderse el sábado la clasificación por una avería en su motor.

El británico aprovechó su ventaja de potencia en el trazado del circuito chino, que cuenta con dos de las rectas más largas del campeonato, incluida la mayor, de 1,17 kilómetros, y de no haber sido por Massa probablemente habría puesto en dificultades a los Ferrari y Red Bull que le quedarían así por superar hasta el podio.