El Madrid le puso mucho de épica y un poco, algunas gotitas, de fútbol. Comandado por Cristiano Ronaldo, rematador que domina todos los estilos, los de Zidane dejaron el 2-0 de Wolfsburgo en una pesadilla pasajera, un desmayo ocasional sin mayores consecuencias. Cuando este Madrid tira de orgullo encuentra argumentos más poderosos que cuando toca discutir sobre cuestiones futbolísticos. De lo primero, los blancos más sobrados. Lo demostraron hace un par de semanas en el Camp Nou y lo repitieron ayer. El premio son unas semifinales de Liga de Campeones.

El capítulo reservado a la épica se agotó a los 16 minutos. Hasta ahí llegó la versión heroica del Madrid, la que mejores resultados suele darle. En el arreón inicial todo fue cuesta abajo. Los centrales, a la altura del medio del campo, echaron al equipo sobre territorio alemán. Benzema funcionó como pívot, ayudando a que Cristiano y Bale, dos balas, buscaran los pequeños espacios. Ramos peinó al larguero y Benzema no encontró rematador en el área antes del primer seísmo, a los 15 minutos.

El zarpazo surge de un elemento inesperado, Carvajal. Los laterales hoy en día, suelen ser tan intrascendentes que cuando uno se sale del guión suceden cosas. El Madrid tiene artistas en la improvisación, Marcelo y Carvajal, aunque a veces le toque sufrir en defensa. El caso es que el lateral pisó área y centró, sin demasiada convicción, parecía. Pero la pelota salió rebotada y los dos centrales del Wolfsburgo la dejaron pesar, como si quemara. Cristiano avivó la llama empujando a la red.

Siempre conviene aprovechar los momentos así que el Madrid celebró el primer gol atacando. Volvió a aparecer Carvajal pero un defensa germano se adelantó para despejar a córner. Sin tiempo para respirar, Kroos centró desde la esquina y el portugués ejecutó un cabezazo perfecto, cruzado, a la red. El 2-0 abrió inesperadamente otro partido.

Y en el encuentro que se abrió el Madrid ya no fue tan dominador. Quizás los blancos se destensaron ante el empuje alemán o fueron estos los que espantaron sus fantasmas con algo de atrevimiento. Nació un nuevo duelo, más estratégico y pausado, menos pasional y vehemente. El concierto de rock dio paso a una partida de ajedrez. En el primer atrevimiento de los alemanes, vía Draxler, Carvajal chocó con el hábil extremo y éste quedó lesionado. Pero el plan del Wolfsburgo apenas se alteró y empezó a crecer en el Bernabeu con la pelota como aliada. Luis Gustavo probó a Navas desde la frontal y Henrique se entretuvo en el área.

La segunda mitad siguió el hilo del final de la primera. El Madrid se desperezó algo más, aunque a impulsos, los que marcaba Cristiano que para entonces ya era el protagonista absoluto. El Wolfsburgo quiso dañar a la contra, pero Schürrle no encontraba vías de escape.

Los blancos volvieron a probar con la estrategia. Ramos cabeceó con fe pero la pelota se fue al poste y se paseó por la línea -aparentemente que sin rebasarla- antes de Benaglio la cogiera en un escorzo. La acción que desequilibró la eliminatoria también llegó a balón parado. Y tuvo a Cristiano como protagonista, por supuesto. El luso chutó buscando un bote traicionero y la barrera alemana se abrió como activada por un sensor. La pelota se zambulló en la portería para firmar el 3-0 y elevar a Cristiano como el protagonista de la noche.

Al Wolfsburgo apenas le quedaron argumentos para buscar un giro en el guión: lo intentó con balones largos pero Ramos y Pepe rechazaron por vía aérea. A la contra pudo matar el Madrid, pero Benaglio se interpuso a Benzema y Jesé. Solo Cristiano tenía el mapa del tesoro. El premio es suculento para los blancos: están en semifinales de la Liga de Campeones, su competición fetiche.