Iago Aspas y Lucas Pérez, que escenificaron en Santiago la concordia que se pretende entre ambos clubes, habían sido los protagonistas del derbi en los prolegómenos. El moañés apuró el periodo de convalecencia de su rotura muscular para llegar a tiempo, en una carrera que había tenido en vilo al celtismo. En el coruñés depositaban sus esperanzas de victoria los deportivistas, previsión lógica porque buena parte de los puntos han surgido de sus botas. Había otras estrellas en liza: Orellana, Nolito, Luis Alberto... Aspas y Pérez eran, sin embargo, las referencias porque al peso futbolístico añadían el espiritual. Sobre el césped, sin embargo, ninguno pudo brillar en exceso. Lucas Pérez se movió con peligro en la primera mitad. Iago Aspas amagó más veces en la segunda. También ellos, el "chiño" sureno y el "neno" norteño, empataron en su particular duelo.

Aspas y Pérez se imitan en su trascendencia. El céltico es el hijo pródigo. Antes de irse había salvado al club de la desaparición, lo había conducido a Primera y lo había mantenido allí. A Pérez se le añoraba porque nunca se le tuvo, ya que emigró aún tierno. De blanquiazul ha explotado como un delantero ratonero y letal. Él ya ha podido desempeñar un papel fundamental en un derbi: el de la primera vuelta de esta temporada, en el que abrió el triunfo local. A Iago le seguirá quedando esta cuenta pendiente para redondear su leyenda. Aunque ayer, sin llegar a descollar, quizás haya disputado su mejor derbi. En los anteriores, en Segunda o Primera, había estado desaparecido o demasiado presente, con el cabezazo a Marchena. En ese sentido dibujó una actuación más equilibrada, claro ejemplo de cómo ha madurado.

Iago Aspas sigue charlando de forma constante con rivales y árbitros. Lo hizo con Arribas, Luisito y Borbalán. Pero sin perder los nervios ni excederse en los aspavientos. Mantiene el carácter pero lo canaliza de forma productiva. Aunque arrancó demasiado aletargado, como la escuadra en general, bien marcado por los centrales del Deportivo. La medular céltica apenas le proporcionó balones para combinar con Nolito, hacia cuya banda se volcó más. En la primera parte dejó un disparo flojo que Lux atrapó con serenidad funcionarial. Como Sergio Álvarez en la tentativa similar de Lucas Pérez, también lejana y rasa. El delantero visitante probó otra vez en ese periodo inicial, sin encontrar los tres palos.

Fue Lucas Pérez, sin embargo, el que más peligro insinuó en esos minutos con sus constantes caídas a las bandas. El ataque blanquiazul se genera siempre a partir de que cualquier compañero conecte con él. Pérez controla, protege, descarga y se ofrece en desmarque. Le sacó a Wass la tarjeta amarilla en una de las cinco faltas que encajó o provocó (también después a Cabral). Iago solo consiguió dos. El morracense no se quedó demasiado conforme con el criterio de Borbalán, especialmente en las faltas que sí le señaló a él. Iago, como suele, trabajó mucho en la presión, multiplicándose para estorbar la salida de balón de los dos centrales, y ya creía haber robado el balón en alguna ocasión cuando sonó el silbato. En el trabajo defensivo fue más constante que Pérez, al que Víctor, al apostar por el marcaje zonal, prefiere descargar de ese desgaste para tenerlo fresco en las contras.

Como compendio de sus respectivas escuadras, Lucas Pérez menguó en la segunda mitad al paso que iba creciendo Iago Aspas, al que no le salió una vaselina. Se le puede achacar, como a todos sus compañeros, que no probase de forma más convencional y directa si Manu estaba preparado psicológicamente para ejercer de portero de urgencia en un derbi.

Iago, con la salida de Guidetti, acabó acostándose hacia la banda derecha y alimentando desde allí las incorporaciones de Hugo Mallo. Pero estuvo tan presente en la elaboración previa como ausente en el área, donde se le necesitaba.