Johan Cruyff ha fallecido a los 68 años de edad. Una noticia brutal para el fútbol. El holandés es uno de sus personajes capitales, el creador de su concepción moderna. Sin él, los caminos del balón hubieran sido otros. Cruyff no ha sido solo un intérprete mágico, sino guionista, director y demiurgo. Como jugador lideró la revolución del fútbol total que el Ajax y la selección holandesa desataron en los años setenta. Como entrenador instauró el estándar de posesión y toque. "Naranja Mecánica" y "Dream Team" son creaciones originales que llevan su sello. Ni siquiera su prematura retirada de los banquillos ha afectado a su legado. Cruyff, definido como el "Elvis Presley" del fútbol por uno de sus excompañeros en la selección, trasciende lo que atañe estrictamente al juego. Fue imagen de rebeldía y compromiso, pionero en las reclamaciones económicas, innovador en las relaciones laborales. Todo se contiene en su trayectoria, que parece difícil atribuir a una sola persona.

El desenlace ha resultado impactante por lo repentino. Todos sabían que sufría cáncer de pulmón. Él mismo se había encargado de anunciarlo hace cinco meses, apenas dos días después del diagnóstico. Entonces se mostró seguro de sanar y había mantenido ese optimismo en sus últimas comparecencias públicas. "Ahora mismo, tengo la sensación de ir 2-0 en la primera parte de un partido que aún no ha terminado, pero que estoy seguro de que acabaré ganando", había declarado a mediados de febrero. El cáncer se ha impuesto en esa reanudación.

En Barcelona, donde había fijado su residencia, concluye una peripecia vital que se inició el 25 de abril de 1947 en Amsterdam, en la dura postguerra. Johan, cuyos padres poseían una tienda de frutas, creció a escasas calles del estadio del Ajax. Fue un niño de barrio, que tenía la pelota como único juguete y aprendió su funambulismo sobre el asfalto y la tierra.

La muerte de su progenitor trunca su infancia. Sucede cuando Johan tiene 12 años. Fallece de una dolencia cardiaca, similar a la que él padecerá en 1991 en Barcelona. Cornelius había sido el primero en alentar los sueños del enjuto chiquillo, a cuyo equipo también le hacía de chófer al ser de los pocos de la zona que poseía una camioneta. Cruyff ha confesado que su padre, en su cabeza, seguirá ejerciendo como consejero al que consultar cada decisión a niveles esotéricos ("¿Por qué no me demuestras que estás ahí y me paras el reloj?" y el reloj, a la mañana siguiente, se había detenido). Cruyff no ha profesado ninguna religión concreta, pero afirmaba creer "en algo superior".

El fútbol se convirtió en el remedio contra la crisis que la muerte de su padre había provocado en la economçia familia. Su madre, tras perder la frutería, se empleó como limpiadora en el Ajax. A Johan, cuando iba con ella, lo incluían los jugadores en sus entrenamientos. Enrolado en su cantera, a los 17 años debutó como profesional. Lo primero que hizo fue retirar a su madre.

Como jugador, a Cruyff se le menciona junto a Pelé y Maradona en la trinidad ortodoxa de astros, a la que después se añaden Di Stefano, Messi o Zidane, según los gustos. Cruyff era rápido, elegante, indescifrable en sus recorridos, con gran manejo de ambas piernas. Si Pelé es el remate y Maradona el regate, a Cruyff lo define el amago. Emitía constantemente señuelos que desorientaban a su marcador. "Y lo bien que huele cuando pasa a tu lado", bromeaba Ovejero. Destacaba, sobre todo, por su manejo de los compañeros. Rinus Michels concibió el fútbol total y Johan lo puso en práctica. El vigués Santiago Formoso, que jugó en el Cosmos con Beckenbauer y Pelé, coincidió con Cruyff en un amistoso para el que el holandés fue contratado de forma puntual -él jugó para Aztecs y Diplomats-. Formoso no duda: "Cruyff era el más grande. En aquel partido me usó como quiso".

Cruyff lo ganó todo con el Ajax (tres balones de Oro, tres Copas de Europa) y acabó con catorce años de sequía en el Barça, aunque allí sólo una título de Liga y una Copa decorasen su lustro. Vivió después aventuras crematísticas, como en el Levante. Veinte años de carrera diversa y plena. No pudo ganar el Mundial con Holanda pero ninguna derrota como ante Alemania en 1974 ha sido tan triunfal.

Ya debía bullir en su cabeza la segunda revolución que pensaba emprender, esta vez desde el banquillo. Repitiendo hogares, en Ajax y Barça. Su "Dream Team" reinventa el fútbol y lo conduce a otro nivel desde la posesión, el rondo, las tres opciones de pase, el sentido lúdico... Su carrera es breve. La salud no aconseja tensiones -en 1991 fue operado a corazón abierto, dejó de fumar y se aficionó al chupa chups-. Crea una escuela de negocios y una fundación que construye campos por todo el mundo. Ni aguanta ni le aguantan como asesor en el Ajax. Se siente cómodo en el papel de ideólogo, un referente moral que la cotidianeidad no puede empañar. Nadie ha impulsado a tantos jugadores hacia la pizarra como él, la mayoría fanáticos de su credo.

El "cruyffismo" se difunde y bifurca. En el Barça es nítido el antes y el después. Existe una línea coherente que conecta a Rexach, Van Gaal, Rijkaard, Guardiola, Vilanova y Luis Enrique. Diferentes generaciones que se reclaman herederas se han ido sucediendo. La selección española que domina el universo también está conectada con sus enseñanzas. Cruyff ha muerto. Su fútbol, permanentemente renovado, es eterno.