La racha del Barcelona, que desde ayer está en 39 partidos sin perder, corrió más peligro que nunca en El Madrigal. Pareció a salvo tras un primer tiempo mejor jugado por el Villarreal que, por esas cosas raras del fútbol, acabó con un 0-2. Pero estuvo a punto de irse al garete en cinco minutos de desbarajuste azulgrana, con Mathieu de protagonista absoluto. Entró el francés por Piqué, con el partido aparentemente controlado, y la defensa del Barça se convirtió en un coladero. El desmadre culminó con un gol en propia puerta de Mathieu, lo que vino a compensar a un Villarreal abrumado por las desgracias, entre las que tuvo un papel estelar el árbitro.

Sánchez Martínez es uno de los árbitros de Primera que más nerviosos pone a los jugadores. Muchos han denunciado sus comentarios despectivos, acompañados por un lenguaje corporal que no ayuda a la tranquilidad sobre el césped. Tiene la mano muy suelta para las tarjetas y, de vez en cuando, alguna decisión incomprensible. Puede entenderse que considerara involuntarias unas manos de Piqué, que ya tenía una tarjeta mediado el primer tiempo, pero no que pite penalti en una jugada donde todo el mundo vio cómo Asenjo sacaba el balón limpiamente a Neymar.

El penalti, transformado por Neymar al "estilo Panenka", culminó un primer tiempo de alto nivel por los dos equipos. Empezó el Villarreal a toda pastilla y ya en el primer minuto forzó una entrada por la izquierda y un despeje de Jordi Alba que se estrelló en el poste derecho de un Bravo batido. Sin tiempo para asimilar nada, ese trueno apellidado Bakambú se situó en posición de remate con un taconazo espectacular y Bravo tuvo que esforzarse. Los dos avisos obligaron al Barça a tirar del libro de estilo para dormir el partido, pero sin inquietar demasiado a la defensa local.

Se adelantó en otro golpe de fortuna, al quedar suelto el balón en un saque frontal de falta, convenientemente aprovechado por Rakitic, uno de los pocos barcelonistas que dieron el callo los 90 minutos. Después llegó la jugada de Piqué, la expulsión de Marcelino García, el desquiciamiento general, que llegó al límite con el penalti fantasma. Cuando los jugadores enfilaron los vestuarios, la sensación de rabia y de abatimiento había sustituido al entusiasmo que provocaron los primeros veinte minutos de fútbol exquisito del Villarreal.

La sensación se acrecentó en los primeros diez minutos de la segunda parte. Eso mismo debió pensar Luis Enrique, que protegió a Piqué y Arda del riesgto de una segunda tarjeta. Casualidad o no, a partir de ahí el partido enloqueció. Bakambú estuvo donde había que estar para recoger el rechace de Bravo, tras jugadón de Denis Suárez. Tras el saque de centro, Mascherano corrigió un error de juvenil de Mathieu, al que Bakambú robó la cartera. El Barça estaba tan tocado que cedió varios córners y lo acabó pagando con un rebote en Mathieu. El arreón agotó al Villarreal y puso en alerta al Barça, que probó la recuperación de Asenjo, magnífico ante remates ganadores de Neymar y Rakitic.