Un instante que vale por todo un partido, que justifica el precio de la entrada y rentabiliza una tarde. Una genialidad -término que se ha prostituido en algún momento de la temporada- de Iago Aspas dispara hacia Europa a un Celta que ayer borró de la ecuación a uno de sus potenciales rivales (la Real Sociedad ya se queda a diez puntos) y regresó a la quinta plaza a la espera de lo que hagan esta tarde los equipos que discuten con él esta posición. El instinto, la calidad y la sutileza del delantero moañés se reunieron en una jugada que decantó un partido sufrido en el que el Celta se sintió incómodo, limitado en su juego por las ausencias de Orellana y Pablo Hernández, entregado de forma exagerada a la velocidad hasta perder el control del partido, pero que supo sacar adelante gracias al oficio con el que protegió el marcador en el tramo final del partido. Una victoria propia de este momento de la temporada en la que los equipos, empujados por la presión y por el cansancio que acumulan en sus piernas, empiezan a aparcar ciertos postulados para arrancar puntos a dentelladas. Como sea.El Celta cumplió su misión y hoy poco se debatirá sobre el juego. La clasificación, a nueve fechas de echar el cierre a la Liga, lo tapa todo. Los de Berizzo están una semana más cerca de cumplir el viejo anhelo de regresar a competición europea. En un día que podía marcar tendencia el Celta apretó los dientes cuando hubo de hacerlo, frotó la lámpara mágica y apareció su pequeño genio moañés para iluminar la tarde.

Aspas fue el primero en entrar en el partido. Desde el comienzo se le advirtió una electricidad diferente al resto de sus compañeros. Pese a arrancar desde la derecha, se movió por todo el ataque tratando de ofrecer soluciones en la salida de la pelota. Ante los ojos de Eusebio, el hombre que le dio la alternativa en Vigo cuando Aspas apenas había comenzado a afeitarse, el de Moaña dio aire a un equipo que sufrió de salida para superar la presión que los donostiarras organizaron en el medio del campo. Y en una de esas surgió la maravilla de la tarde. Apenas se llevaba un cuarto de hora. Nolito tiró un pase extraordinario a la espalda de Yuri que dudó lo suficiente para que Aspas le ganase dos metros decisivos. El delantero céltico hizo magia entonces. Durmió el balón con su pie izquierdo y casi sin dejarla caer ejecutó una "cuchara" que dejó a Rulli paralizado. Lo inesperado de la maniobra retardó la reacción del guardameta. Cuando empezó a recular y lanzar manotazos al aire ya era muy tarde. El balón dormía en el fondo de la portería. Otro detalle extraordinario de un futbolista que parece sentirse más cómodo en estas situaciones que cuando tiene ante sí un remate franco.

El efecto del gol atontó a la Real Sociedad que solo dio señales de vida en una acción a balón parado en el primer tiempo. Escaso balance. El Celta tuvo la pelota, aunque le faltó el control de la situación que tiene en otros partidos. Hubo en ello mucho de nostalgia de Orellana y de Pablo Hernández, básicos en la tarea de coser el medio del campo con la delantera. Tal vez por eso, por sus problemas para elaborar, el Celta abrevió. Aceleró sus ataques y pareció sentirse cómodo atacando a toda velocidad cada vez que el medio del campo, donde Radoja, Wass y Díaz trabajaban a destajo, se hacían con la pelota. Sin pausa ni freno, sin dar ese pase de más que a veces permite elegir mejor o concede un segundo de más para que alguien se incorpore desde la segunda línea. Así Nolito, Guidetti y Aspas -tridente que se estrenaba como titular- generaron un par de situaciones de peligro en la portería de Rulli en una especie de pelea que mantuvieron contra la defensa de la Real Sociedad.

Pero el partido fue evolucionando hacia lo gris. Un pequeño problema para los intereses del Celta que entró en el segundo tiempo con un despiste general considerable. Sin llegar al nivel dramático de lo vivido en el Bernabéu hace siete días, pero a los de Berizzo les costó acomodarse. Apretó en la presión la Real, bien colocada, voluntariosa, pero escasa de recursos. El Celta entendió que no era tarde para florituras y que salvar aquella victoria tenía una importancia capital en el futuro inmediato del equipo. Firme en defensa, con Cabral ejerciendo de capitán general, y muy serio en el medio del campo, los vigueses resistieron las acometidas de los vascos que subieron el nivel de su ataque cuando Eusebio entendió que Carlos Vela ya había cumplido suficiente castigo tras la ausencia este semana de un entrenamiento. Entró el mexicano con media hora por delante y de sus botas brotó mucho más peligro. Se aculó en el área el Celta que ya no salía en estampida como en el primer tiempo, que dejó de pensar en lo que podía ganar para centrarse en lo que podía perder.

Berizzo retiró a Guidetti para que entrase Beauvue que le puso un punto de picante al ataque del Celta y al poco tiempo Señé lo hizo por Wass que ya no podía con el alma después de pasarse más de una hora corriendo como un mediofondista. La Real cambió su dibujo, prescindió de la línea de tres pivotes que había montada para tratar de anular la creación del Celta y pisaron el área con más asiduidad. Se quedaron en una simple intención porque les faltaron recursos, porque los de Berizzo se protegieron con firmeza y porque Sergio, con alguna dificultad en ciertos casos, sacó los dos disparos que fueron en dirección a la portería viguesa en ese empujón final. El Celta, agotado e incapaz de acertar en alguno de sus ataques para resolver la noche, se agarró con fiereza a esos tres puntos vitales para dar un salto esencial en su pelea europea. La séptima plaza, esa que firmaba Berizzo, no es la meta que buscan. Este equipo tiene su vista puesta más arriba.