La situación de Pablo Hernández, el Tucu, mantiene tiene estas horas en vilo al entrenador del Celta, Eduardo Berizzo, que puede perder a uno de sus jugadores más valiosos en el tramo decisivo de la temporada con el equipo jugándose la clasificación para Europa. El jugador chileno se lesionó la rodilla derecha el sábado en el Santiago Bernabéu en un choque fortuito con Lucas Vázquez que le obligó a pedir el cambio.

Y desde el primer momento las sensaciones fueron negativas. En una primera exploración sobre el terreno, Juan José García Cota, jefe de los servicios médicos del Celta, diagnosticó al futbolista una fractura del ligamento latera externo de su rodilla derecha, una lesión grave, cuyo calado no se podrá conocer hasta que se someta al futbolista a pruebas diagnósticas.

Tales pruebas se celebrarán hoy mismo en la Clínica de Fátima, seguramente por la tarde, aunque el club no ha confirmado por el momento la hora.

De confirmase los peores pronósticos de los médicos, el tiempo de recuperación de la lesión estaría entre los dos y los tres meses (dependiendo del alcance de la fractura), con lo que, en la práctica, el Tucu causaría baja por los que resta de temporada.

A pesar de que ha tardado en ganarse el favor de la grada, el Tucu es uno de los pocos futbolistas de la plantilla que puede considerarse titular indiscutible para Eduardo Berizzo, quien recomendó su contratación hace dos temporadas. Es un futbolista diferente, que aporta equilibrio al control del juego en el medio campo, apenas pierde balones y protege bien la pelota y es el principal baluarte del juego aéreo en un equipo que no destaca precisamente por su gran envergadura, lo que convierte a Hernández en un jugador esencial para Berizzo en las acciones de estrategia, tanto ofensivas, como sobre todo defensivas, especialmente si se considera la exigua estatura de la mayoría de los zagueros y la escasez de defensas centrales con que el Celta va a tener que afronta el final de curso, agravada por la lesión de Andreu Fontás, para quien la temporada es ya también historia.

Después de una irregular primera temporada en Vigo, en la que una lesión mal curada con la idea de poder llegar al último Mundial de Brasil dificultó notablemente su adaptación, que fue lenta, Hernández había logrado cambiar los silbidos que a principio de temporada le dedicó un sector minoritario del público, por aplausos generalizados gracias a su regularidad y rendimiento, tanto en la posición de enganche, como sobre todo últimamente actuando de pivote, tanto con Radoja y Wass, como más recientemente con su compatriota Marcelo Díaz.