Cristiano Ronaldo tenía que ser. Con el nivel de autocomplacencia que le caracteriza no podía ser mas que el portugués el que la armase, el que pusiese una bomba en el vestuario y acabase por romper al Madrid. Tampoco deja de ser curioso que Ronaldo estalle la temporada que más callado debía estar, pues se encuentra lejos del altísimo nivel que ofrecía las pasadas campañas. "Si todos estuviesen a mi nivel estábamos primeros", dijo el delantero al final de la enésima frustración de los madridistas en este curso liguero, el sábado, después de perder con el Atlético de Madrid, poniendo voz al peligroso proceso que viven los blancos.

No hay partido de calibre en el que el Madrid salga airoso. Y lleva así tiempo, con la excepción, bien es verdad que de lo más estimable, de la Liga de Campeones de hace un par de años. Pero aquel triunfo tampoco curó todas las heridas porque llegó sobre la campana. El Madrid no está bien trabajado, no está bien entrenado, no está bien dirigido en suma. No puede ser que un equipo de tal calibre ofrezca tan poco rendimiento. Si eso ocurre, como es el caso, es porque fallan muchas cosas.

La descomposición empieza porque no está claro a qué quiere jugar el Madrid, o mejor dicho si está claro, eso de que sea dominador, pero no se ponen los mimbres adecuados para ello porque el que hace de director deportivo, es decir el presidente, es coleccionista de cromos. Lo que quiere Florentino Pérez es tener a los que considera, o le dicen que son, los mejores jugadores que hay en el mercado porque, en efecto, hablando de mercado lo que cuenta, y muchísimo, es también que vendan camisetas.

A partir de ahí el entrenador, que se las arregle, que para eso le ponen en sus manos a los mejores. Como no hay técnico que sea capaz de hacer funcionar tal desaguisado de concepción de la plantilla se va cambiando según sople el viento; unas veces es uno que tenga buena percha, otras que sepa tratar amablemente a los jugadores; después, que meta dureza; que no falte el que tiene fama de táctico?en fin, un batiburrillo que no hace sino desconcertar, hasta que al final el desmadre llega a los propios jugadores.

El "ronaldazo" suena a capitán que abandona el barco. A él que no le pillen, que no tiene la culpa de que esté rodeado de "mataos" y por tanto que empiece a comerse el marrón el presidente, que para eso es el primer y último responsable de la formación de la plantilla; de hecho, ya se oyeron gritos en el Bernabeu reclamando la dimisión de Pérez.

El desgobierno es tan grande que el último entrenador en llegar ya está prácticamente quemado. Después de lo que ha ofrecido el Madrid es estos prácticamente dos meses desde que Zidane se sienta en el banquillo la primera pregunta que salta es qué habrá visto Florentino Pérez para creer que Zidane era la solución.

En todo este tiempo no se ha visto ni una sola aportación de Zidane que te haga decir que estamos ante un entrenador. De lo que expresa sólo queda que habla un lenguaje fácilmente comprensible para los jugadores, rubricado precisamente por cada uno de los futbolistas que han salido a la palestra públicamente en este tiempo, pero fuera de ello niguna variante, niguna modificación, nada que lleve un sello particular.

Más que nunca el Madrid vuelve la vista a la Liga de Campeones, a ver si suena la flauta otra vez, pero entretanto la crítica situación que vive el club, con un hundimiento cantado no ha sino aumentar la desconfianza en quien toma las decisiones. Y es que Florentino Pérez no da una.