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aventura - Compromiso con la Tierra

La primera aurora nunca se olvida

Verónica Romero, una de las novatas de la expedición, relata su aventura iniciática

Verónica Romero. // Marta G. Brea

Fue en el día de mayores sobresaltos para la expedición "Compromiso con la Tierra". Las cuatro componentes se deslizaban dificultosamente por el lago Inari cuando Chus Lago decidió parar. La avezada aventurera, única con experiencia polar, había detectado que la nieve sobre la que estaban esquiando se fundía con demasiada facilidad. "Al pisarla se convertía en agua", recuerda Verónica Romero. "Chus tenía miedo de que se pudiese estar descongelando el lago. Verla preocupada... Pasamos un mal momento". La jefa de expedición pico, analizó y su semblante se relajó. El problema se limitaba a la capa superficial. La temperatura elevada del día anterior había generado una especie de embalse. Bajo la nieve, el hielo del lago seguía siendo consistente.

El grupo siguió su camino hasta completar el trayecto previsto. Se detuvieron entonces e instalaron dos tiendas para pasar la noche. "Hacía mucho frío y no dormí nada. Se me congelaba la espalda", explica Romero. Chus Lago se deslizó fuera de su tienda para arreglar un cabo. Descubrió que en el cielo se estaba formando una aurora boreal y avisó a sus compañeras. Romero retiene el instante: "Quitamos medio cuerpo fuera, no se podia más. pero fue maravilooso. Yo no la había visto nunca. José Naranjo, nuestro enlace en Finlandia, nos dijo que el que ve una aurora tiene suerte para siempre. Los japoneses y los chinos creen mucho en ello. Yo soy afortunada por verla".

En Tornetrask, el siguiente lago al que se desplazaron, también en la región lapona pero ya en Suecia, contemplaron otra aurora boreal. Esta no llegó de improviso. "Las previsiones del tiempo decían que de nueve a diez de la noche iba a verse. Cuando hace viento y mucho frío se aclara el cielo". Esa segunda aurora fue "más grande y con más color". Pero nada puede igualar su primer embeleso, ese "momento mágico" que intenta explicar: "Me sentí como una niña con zapatos nuevos, tocando el cielo con la palma de las manos".

La mosense Verónica Romero y las viguesas Estela Estévez y Silvia Rey han disfrutado de muchas sensaciones nuevas en este viaje a Laponia, que era su estreno polar. "La palabra es brutal", resume Romero. "No somos nadie ante el hielo". Y eso que las temperaturas en la región fueron más altas que de costumbre, quizás por ese cambio climático que precisamente "Compromiso con la Tierra" quiere denunciar. "Me esperaba mucho más frío", confirma la mosense. "Para el resto nos había ido mentalizando Chus y la gente que nos ayudó a prepararnos físicamente. Allí tendría que haber mínimas de -15 grados. Nosotras, el día que más, nos encontramos -13 o -14. El resto de los días estaban en -8. Aunque si hace viento la sensación térmica era peor. Cada media hora nos parábamos a hidratarnos y cada hora para comer. Y el sudor se convertía en hielo. Te congelas en dos minutos. No llegué a escuchar el crac que decía Chus, pero lo sentía".

Ese mayor calor tuvo su peaje. "La nieve estaba como suelta. Nos hundíamos. Era como si llevásemos más kilos en el trineo que los cincuenta reales y los esquís parecía que iban a partirse". El grupo caminaba entre siete y ocho horas por día, lo que la luz les permitía. Preparar el campamento les llevaba tres horas. "Necesitas mucha fuerza física, pero sobre todo mental para no venirte abajo", reflexiona Romero. "En Madrid dejé el alma, salí solo con coraje. Estás sola tú y el hielo. No puedes sentarte a descansar".

"La unión hace la fuerza, sin ninguna duda", asegura sobre la comunión que existió entre las cuatro expedicionarias. "Cada una de nosotras tenía un papel a la hora de hacer las tareas y estaba pendiente de las otras, sin malos rollos". Las conversaciones se reservaban para la noche. De día era todo silencio: "No vas hablando, no puedes, cada una va tirando de su trineo".

A Verónica Romero, que ha competido en pruebas de orientación, le interesaba sobre todo este asunto, que "es lo más bonito". En esto, como en todo, expresa su admiración por Chus Lago. "Los datos para el GPS debe meterlos Chus y en ningún momento cometió un error. Aprendí mucho, aunque aún me queda".

El viaje a Laponia era en realidad una especie de examen. Las cuatro, si logran los patrocinios necesarios, se desplazarán en 2017 a Groenlandia. Recorrerán la isla de sur a norte, 1.300 kilómetros. Allí la civilización estará más lejos, hará más frío, el meteoro arreciará con mayor fuerza y no habrá referencias visuales para orientarse. "Será todo blanco, todo igual, un kilómetro puede convertirse en diez", explica Romero. "Esto ha sido casi una excursión comparado con Groenlandia, donde siempre hay viento y será más duro. Nos vamos mentalizando. En el Tornetrask tuvimos una ventisca y se me durmió totalmente la cara. No era capaz de hablar. Estuvimos 24 horas y me pareció un infierno. Y Groenlandia será así siempre y con un terreno irregular, con montañitas". No es que renuncie o tema afrontar ese reto. Pero sí ha conocido su dimensión real: "Me voy con mucho respeto a las personas que hacen este tipo de travesías. El deporte polar es una pasada, solo tú contra el hielo".

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