La 'bengalada' de la afición del Celta // R.C. Celta (Periscope)

La afición dio el primer empujón al Celta para acercarlo a la final de Copa del 21 de mayo en Madrid ("sí, sí, sí, nos vamos a Madrid", cantaban unos pocos mientras arreciaba la lluvia). No pudo ser. El 4-0 del Sánchez Pizjuán resultó una losa demasiado pesada para levantarla en Balaídos. Pero en esta semifinal, el celtismo volvió a demostrar su fidelidad al equipo, que ayer llegó al estadio envuelto en una nube de humo de colores, del "bengaleo" que se organizó hora y media antes de un evento deportivo que se presagiaba de grandes emociones, como aquellas noches europeas en las que los sueños sí se hacían realidad.

Ayer, había que intentarlo, aunque las casas de apuestas estuviesen dispuestas a tirar el dinero por la ventana a quien apostase por una goleada del equipo de Berizzo. El aguacero que comenzó a caer en el partido le dio ese carácter épico necesario para superar una remontada en la que solo creía una parte del celtismo. Con los quinientos aficionados del Sevilla, que se sentaron entre Gol y Tribuna, Balaídos se quedó en apenas quince mil espectadores. Aunque por momentos parecían cincuenta mil, porque desde el primer minuto, el celtismo empujó todo lo que pudo con sus cánticos.

Desde el terreno de juego, Guidetti se mostraba como el más animoso. Había sido el único jugador del Celta del que se acordaron los que estuvieron en el "bengaleo". El sueco le come protagonismo a todos los compañeros, incluso a Aspas, autor de los dos goles que antes de la hora de partido dieron esperanzas a un afición que creyó en el sueño hasta que Banega apareció por el área de Rubén Blanco para acortar diferencias.

GALERÍA GALERÍA | El Celta - Sevilla, desde la grada

Si tras el partido de ida en Sevilla la remontada parecía casi imposible, con el tanto del argentino todo se desvanecía. Para el celtismo no, que buscó ondas gravitacionales para llevar a sus jugadores hacia la gloria.

Guidetti, entonces, apareció como la fortaleza del dios Thor para llevarse por delante a la defensa de Sevilla y lanzarse a la piscina ante la salida de Sergio Rico. Balaídos reclamaba penalti y expulsión del portero, pero el colegiado tomó una decisión salomónica: amonestó al cancerbero y concedió la máxima pena.

Pero Guidetti estrelló el balón contra el palo y entonces sí todo se dio por perdido. Para todos, menos para los jugadores del Celta y para su afición, que entonces entonó el canto sagrado (A Rianxeira). Y los jugadores de Berizzo siguieron jugando como si todavía fuese posible alcanzar el sueño de la cuarta final de la historia del club.

Y Balaídos cantó el "John Guidetti", ese nuevo himno que ya suena incluso en las fiestas de los colegios. Porque al héroe se le perdona todo, aunque no marque ni un solo gol o falle un penalti. Desde el primer día que llegó a Vigo, Guidetti ha sabido ganarse el cariño de la afición. Ayer, el mensaje de ánimo del nórdico en las redes sociales fue lo más comentado en Twitter.

Al celtismo nadie le roba la ilusión, y siguió animando a sus jugadores como si fuesen los que iban por delante en la eliminatoria, que el Sevilla dejó todavía más cuesta arriba cuando Konoplyanka anotó el segundo.

Pero a la afición del Celta nadie le gana en creer en su equipo, que en los últimos años ha vuelto a regalarles grandes actuaciones. Fue el celtismo el que provocó que los jugadores creyesen en un reto enorme, como ayer reconoció Iago Aspas en la sala de prensa de Balaídos.

Porque hay que tener mucha ilusión para afrontar un partido como el que ayer realizó el Celta. Cuando el autobús del equipo se aproximó al estadio por la calle Fragoso, cientos de aficionados formaron un pasillo y se encendieron decenas de bengalas para iluminarle el camino hacia el triunfo histórico.

Asomados a las ventanillas del autobús, los jugadores observaban las caras de una afición que creía en la gesta y que se reunió hora y media antes de iniciarse el partido para organizar un gran recibimiento.

No importó que el Comité Antiviolencia decidiese por la mañana declarar el partido de alto riesgo. Es conocida la fobia entre ambas aficiones, pues en Vigo no se le perdona a la del Nervión que mantenga buenas relaciones con la del Deportivo.

No hubo incidentes destacables en la jornada, que los sevillistas iniciaron a media mañana tras aterrizar en un vuelo chárter en Peinador y trasladarse al Casco Vello de Vigo. Los puestos de las ostreras se llenaron de aficionados con bufandas y camisetas blanquirojas. La ciudad tomaba así el pulso a un partido que comenzó a jugarse desde las calles próximas al estadio. Ahí, los celestes eran mayoría aplastante. La lluvia, además, dio una gran tregua durante la jornada. Incluso los dos aviones de Sevilla pudieron llegar a tiempo, después de que el comandante de la aeronave que transportaba al equipo de Unai Emery anunciase la posibilidad de desviar el vuelo hacia Oporto. Pero el viento se calmó y permitió que los prolegómenos del partido se viviesen con la intensidad de las grandes jornadas europeas.

El viejo Balaídos se desgañitó para llevar al Celta hasta su cuarta final de la historia. No pudo ser, como en otras siete semifinales precedentes, pero los de Berizzo respondieron con todas sus fuerzas para mantener el sueño de la Copa hasta el final. No pudo ser. A la hora de juego se acabó todo.