La rebeldía es cada vez más escasa en el mundo del fútbol. Desde que el Caso Bosman a mediados de los 90 marcó la llegada del llamado fútbol moderno las diferencias entre los clubes millonarios y el resto de equipos profesionales se acentúa año a año. Por eso en menos de 30 años pasó de ser posible que equipos como el Estrella Roja serbio o el Steaua de Bucarest ganasen la Copa de Europa a provocar risas solo con plantear esa posibilidad.

Incluso antiguos gigantes del fútbol como el Ajax de Ámsterdam no han sabido adaptarse a las leyes del libre mercado salvaje y han acabado convirtiéndose en equipos mediocres, que apenas aspiran a rascar algún punto en una fase de grupos ante Real Madrid, Barça, Bayern de Múnich o algunos de esos clubes con los que los jeques cataríes o los oligarcas rusos juegan a su particular monopoli. Pensar siquiera en una gesta como la del Hellas Verona, ganando la Serie A en la temporada 1984/85, suena a infantilismo.

Sin embargo, cada poco tiempo aparece un club que permite crear la ilusión de que el fútbol es un deporte justo, que enarbola la bandera de los que odian el fútbol moderno y que permite soñar a los cientos de millones de hinchas de clubes que nunca van a poder fichar a los jugadores que marcan más goles o venden más calzoncillos. Ese equipo, ahora es el Leicester City Football Club.

No podía ser en otro sitio que en la liga más rica del mundo y en la más antigua en donde una entidad que en 132 años lo máximo que consiguió fue levantar la Copa de la Liga se plante en la máxima categoría y llegue a finales de enero en posición de ganar la liga.

Es una ilusión, como si los involucrados en el "FIFA Gate" tuvieran un plan perverso diseñado para hacer creer que el Leicester, gracias a un reparto del dinero de las televisiones más equitativo que en España, puede competir de tú a tú contra los petrodólares de los gigantes del fútbol inglés. Todo el mundo sabe que no va a aguantar hasta el final, pero de momento, los jugadores entrenados por el veterano Claudio Ranieri, mantienen vivo el sueño, y con mimbres de los más extraños.

El ataque del Leicester City vive de dos piezas clave: el "trequartista" clásico Riyad Mahrez y el delantero de moda en la Premier, Jamie Vardy. Ambos aprovechan un estilo de juego que elude la elaboración. Lejos de la cocción lenta, los de Ranieri apuestan por el fútbol conservador y las salidas rápidas, con continuos desdobles para culminar con rapidez y eficacia los contragolpes. Con este estilo y un clásico 4-4-2 sobre el campo el equipo de la ciudad homónima del centro de Inglaterra que no alcanza los 300.000 habitantes suma 44 puntos.

Solo perdió dos partidos en 22 jornadas y ocupa el segundo puesto en la Premier League. Por si fuera poca la magia que envuelve en estos momentos todo lo que rodea al Leicester City, su portero titular es Kasper Schmeichel, el hijo del mítico guardameta del Manchester United y de la selección danesa Peter Schmeichel. No se puede negar la carga genética, al menos en la apariencia física. La línea de cuatro en defensa suele ser la formada por el jamaicano Wes Morgan y el alemán Robert Huth por el centro, con el irlandés Danny Simpson por la derecha y el austriaco Christian Fuchs en la izquierda.

En el medio del campo, los encargados de poner en marcha el fútbol rápido y vertical del Leicester City son N´Golo Kanté y Daniel Drinkwater por dentro, con Marc Albrighton en la izquierda y el jugador que capitaliza todo el ataque, Riyad Mahrez, arrancando desde la derecha. En ataque Jamie Vardy, cuajando el año de su vida en materia goleadora, y el japonés Shinji Okazaki. De vez en cuando tiene sus minutos Leo Ulloa, un viejo conocido del fútbol español.

Lejos del fino estilismo de otras plantillas, es habitual ver a Schmeichel sacando el balón con un patadón y a Okazaki bajándolo para Vardy o Mahrez. Un bloque defensivo que no deja espacios a los rivales, con los zagueros respaldados por Kanté, y ese fútbol sencillo explican el éxito de "Los Zorros" esta temporada. Los puntas aguardan siempre en medio campo para recibir y salir como balas al menor descuido de los rivales. El secreto del ataque está claro: Balones largos a los dos puntas con Mahrez como único jugador creativo que les persigue por detrás. El Leicester es el segundo equipo de Premier que genera más oportunidades de gol mediante balones largos, lo que concede también un alto mérito a los centrales y su precisión en el golpeo.

Los pases largos a Vardy o las ocasiones en las que Mahrez le envía un balón al hueco, recuerdan de forma obligada a aquel Valencia que entrenó Claudio Ranieri a finales de los 90, con Mendieta y el "Piojo" López como figuras clave.

Mahrez es el hombre que capitaliza la creación de fútbol en tres cuartos pese a arrancar a pierna cambiada. El único con calidad para poder hacerlo. Es uno de los nombres de moda del fútbol internacional esta temporada. Suma 13 goles, 7 asistencias y un catálogo de recursos técnicos de esos que llenan por sí solos un vídeo en Youtube.

Con 24 años este mediapunta de nacionalidad argelina se ha colado en las agendas de los secretarios técnicos de medio continente europeo. De momento, Ranieri deja claro que no saldrá en este mercado de invierno. Una de las actuaciones más destacas del magrebí fue la que dio con los huesos de Mourinho en la cola del paro. Llegó al Leicester cuando militaba en Championship y procedía del Le Havre, también en la segunda categoría francesa.

Sin que nadie lo esperase, esta temporada Mahrez llamó a la puerta del mejor fútbol del mundo hasta derribarla de una patada. Sus cambios de ritmo, su desequilibrio en el uno contra uno y su descaro ante los gigantes de la Premier le pusieron en el foco. Su capacidad de trabajo y la pausa para poner el pase en el momento justo es lo que le permitirá seguir en la élite del fútbol.

Goleador

Pero toda heroicidad en esto del balompié requiere su dosis de suerte, y el Leicester City no carece de ella este año. La capitaliza Vardy. El punta desconocido que acumula 15 goles y 3 asistencias esta campaña. Durante toda la primera parte de la temporada, todo lo que tocaba acababa dentro. A estas alturas es, junto a Lukaku del Everton, el máximo goleador de la Premier. Está en condiciones de pelear por un galardón individual que han ganado leyendas del fútbol como Henry, Drogba o Cristiano Ronaldo en la última década.

La velocidad y la precisión es lo que define a Vardy, características esenciales en un equipo que lo fía todo al contragolpe. Ha pasado de ser un desconocido a internacional con Inglaterra y su olfato de gol pone en el mapa futbolístico a una plantilla que en un principio parecía confeccionada para pelear por la permanencia. Hace ocho años Jamie Vardy jugaba en el modestísimo Stocksbridge Park Steels y ganaba 30 libras a la semana. Se mantuvo fuera de las divisiones profesionales durante cinco campañas más. No llegó a un club medianamente conocido hasta que fichó por el Leicester en 2012. Contribuyó al ascenso de "Los Zorros" con 16 tantos en la 2013/14.

El delantero de moda en Inglaterra no se ha formado en la cantera de un gran club ni ha sido un debutante precoz de esos a los que las cámaras buscan desde su adolescencia. No debutó en la máxima categoría hasta los 28 años. No es una celebridad y a la vez es el fiel reflejo de este Leicester City: un club con jugadores normales, que conocen sus limitaciones y se limitan a hacer del fútbol un juego sencillo. El reto está en prolongar la ilusión de que se puede competir ante el Manchester City y el Arsenal y ocupar el hueco que dejan libre un Chelsea que abdicó de la pelea hace tiempo y un irregular Manchester United.