El Octavio está herido de muerte. La segunda vuelta será para el conjunto académico un auténtico calvario en la titánica lucha por evitar el descenso y comprometer así su futuro y su viabilidad. En el año de su quincuagésimo aniversario, el Octavio se asoma al abismo. La derrota de ayer ante el Alcobendas hunde más si cabe la moral de un equipo que se entierra en la última plaza de la tabla.

La esperanza se esfuma poco a poco. Los errores individuales y la falta de fe en si mismos fueron una losa. Por momentos pareció como si el Octavio quisiera revelarse contra su destino, ese que este año le depara sufrimiento y agonía, pero le fallaron las fuerzas. Siempre a remolque en el marcador, salvo en el 6-6 del minuto 13, el cuadro académico se vio incapaz de darle la vuelta al partido.

La vida a veces golpea con fuerza, con dureza, y bloquea, paraliza. No acepta réplica, no permite lucha alguna. Y eso lo vivió ayer el Octavio. Con Jabato en la grada cumpliendo su último partido de sanción, Pablo Lorenzo Alemany, 'Peke', ocupaba su puesto en el banquillo. El presidente, Javier Rodríguez, también asistía desde la grada a la agonía de su club.

Tardó el Octavio en carburar, aún así, y aunque siempre iba por debajo en el marcador, no permitía que el Alcobendas lograra más de dos goles de ventaja. Incluso Cerillo, con un dedo de la mano casi roto, quiso saltar a la cancha y tirar de un equipo al que empezaba a faltarle la fe. La fe en la remontada y la fe en si mismo y en sus posibilidades. El miedo paraliza, ningunea y juega esas malas pasadas. 'Peke' miraba a la grada, en busca de la solución. Jabato pedía calma, pero el tiempo corría en contra. Con el 11-15 'Peke' pedía tiempo muerto a dos minutos para el descanso. Gayoso recortaba distancias con el 12-15, pero la segunda exclusión de Quintas envió a los académicos a los vestuarios con una desventaja de cuatro goles.

¿Y quién puede resucitar un moribundo? ¿Alguien puede? Difícil tarea. Agónica fue la segunda mitad en la que, sin embargo, el Octavio mostró momentos de mayor acierto, sobre todo en defensa. Aún así, nunca llegó a albergar una esperanza real de remontada. Cuando la distancia llegó a ser de siete goles (12-19), 'Peke' solicitó otro tiempo muerto, dispuesto a oxigenar a un equipo que se ahogaba en su propia ansiedad. Un ajuste en defensa les permitió maniatar al Alcobendas unos minutos para frenar la sangría. Crecía la ansiedad. As Travesas rugía y rezaba por un milagro. El 19-22 fue un espejismo de una remontada que nunca llegó, de una esperanza que se esfuma para siempre. El Octavio no supo rematar la faena y el Alcobendas no se lo perdonó. Cerró el partido en 20-25 y deja tambaleándose los cimientos de un Octavio al borde del abismo.