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El clásico gallego desde los dos lados de la trinchera

Cuatro de los futbolistas que defendieron los colores del Celta y el Deportivo analizan el partido más importante de sus vidas

Vicente Celeiro, Ramón Allegue "Padrón", José Gil y Gustavo Loureiro posan con los trofeos Teresa Herrera y Ciudad de Vigo en el Museo del Celta. // Adrián Irago

Los cuatro jugadores vivirán el derbi de este sábado con el corazón dividido y el deseo de que el clásico se viva con rivalidad sana, sin los episodios violentos que han deslucido el choque en las últimas décadas. Todos ellos agradecen, con independencia de sus preferencias, que siempre las hay, el cariño que le han dispensado ambas aficiones y pronostican "un gran espectáculo futbolístico" en Riazor.

la experiencia vital

Ramón Allegue (A Pobra do Caramiñal, 1935) fue uno de los primeros jugadores que rompió el tabú de fichar por el eterno rival. El Tigre Padrón, como se le apodó en sus tiempos de corto, fichó por el Deportivo camino de Oviedo, tras parar en casa de un directivo blanquiazul que le convenció para quedarse en Galicia. Aunque Allegue, que defendió la zamarra celeste entre 1954 y 1962, siente "más las derrotas del Deportivo que las del Celta", juró de niño odio al conjunto herculino. Fue después de ver llorar a Antonio, su hermano mayor, tras la derrota del conjunto celeste en Balaídos en el derbi de 1949 (2-3). "Juré que de mayor sería portero del Celta y ganaría al Deportivo", asegura Allegue, que remacha: "Yo al Deportivo lo odiaba, para mí ganarle no era una cuestión de fútbol, sino una cuestión personal, de familia. Cuando nací, cuando me pegaron en las nalgas, no lloré, salí gritando Selta, Selta, así con S no con C, que era el grito de guerra de la grada de Río".

Aquel clásico de finales de los cincuenta que se llevó el Deportivo dirigido por Alejandro Scopelli, uno de los grandes técnicos de la época, marcó para siempre al Tigre Padrón. "Mi mejor derbi no lo jugué, sino que lo vi en Balaídos. El de la temporada 49-50 fue el derbi más grande que se puede recordar, con los tres equipos, el Celta, el Deportivo y el Atlético de Madrid, jugándose el título de Liga".

Los desencuentros con los directivos celestes que propiciaron su salida del Celta cambiaron las cosas. "Me enamoré de una mujer fantástica, me casé con ella pero me puso los cuernos", explica Allegue para relatar el porqué de su marcha. Y precisa: "Mi problema fue con los directivos, que no me respetaron, lo que sí hicieron en el Deportivo, que conmigo fue un equipo señor".

José Gil Gordillo (Sanlúcar de Barremeda, 1960) hizo el trayecto contrario, del Deportivo al Celta, y vivió un momento clave de la historia de ambos equipos. "Vine del Deportivo a Vigo después de ascender con el Deportivo. Dejé al Deportivo ascendido y luego vine aquí y ascendí con el Celta. Tanto en Vigo como en A Coruña me he sentido muy bien tratado. Nunca he tenido problemas con ninguna de las dos aficiones, tuve la suerte de que me quisieron en los dos sitios", apunta. Su mejor recuerdo del derbi lo tiene con la zamarra céltica con el inesperado triunfo frente al Super Dépor de Arsenio Iglesias en diciembre de 1994. "Mi mejor recuerdo fue el del año 94 en Riazor. Íbamos de Cenicienta a que no nos metieran muchos porque ellos eran el Super Dépor y les metimos un repaso. Para la afición fue tremendo", destaca.

Vicente Celeiro (Vilalba, 1964) también recaló en Balaídos tras jugar nueve temporadas con el Deportivo y, como el Flaco, se ha sentido muy querido por ambas hinchadas. "A mí también me han tratado muy bien en ambos equipos, pasé la mayor parte de mi carrera en el Deportivo, desde los 15 hasta los 29 años, pero en Vigo la gente también me ha tratado muy bien. De hecho, para la afición del Celta era Vicente el del Coruña", dice.

Su peor recuerdo de un clásico fue la derrota sufrida por el Deportivo en Riazor en la liguilla de ascenso el 6 de junio de 1987 que el Celta ganó 0-1 y pasará a la historia del clásico como la del penalti (que solo existió en la imaginación del árbitro, Díaz Vega) de Alvelo. "Para nosotros que éramos unos chavalillos perder la posibilidad de ascender fue tremendo", confiesa Celeiro.

El resto de los derbis jugados, tanto con el Celta como con el Deportivo, los guarda como un tesoro en su memoria. "Vivir un derbi tanto en Vigo como en A Coruña es formidable por el ambiente, da igual si es en Primera o en Segunda, la diferencia solo es la repercusión. De los que ganabas te quedan mejores recuerdos y de los que perdías peores, pero con el tiempo aprendes a valorarlos todos", indica.

El peor recuerdo de Vicente Celeiro es curiosamente el mejor de Gustavo Loureiro (Montevideo, 1964), forofo celeste desde que retornó a Vigo desde Uruguay y luego canterano celeste. "Hice el mismo camino que Padrón, del Celta al Deportivo, pero siempre me sentí más identificado con el Celta", explica. Y añade: "Para mí el mejor derbi fue el de mi debut, un 2-0 con goles de Vicente y Baltazar. Fue la misma temporada del 0-1. Recuerdo el ambientazo que había porque hablamos perdido allí 3-0 y todo el mundo se había movilizado".

de la rivalidad al odio

Flaco Gil, Vicente Celeiro y Gustavo Loureiro coinciden en señalar el famoso penalti de Alvelo como el punto de inflexión que disparó negativamente la rivalidad entre celestes y blanquiazules. "Siempre ha habido rivalidad, pero aquel penalti lo cambió todo. Luego el Deportivo jugó con los juveniles en Castellón para que no ascendiésemos. Todo aquello enrareció mucho el ambiente", apunta Loureiro. "Aquel partido marcó mucho porque además hubo unos follones tremendos antes, durante y después del partido. Recuerdo que volvimos tirados en el pasillo del autobús porque llovían piedras en la entrada de la autopista", agrega.

"Como ha dicho Gustavo, hay un antes y un después del partido del penalti de Alvelo. Después de aquel partido la rivalidad se convirtió en odio. Yo recuerdo un partido amistoso de pretemporada en Foz que parecía que estábamos jugando la final de la Champions de las patadas que nos dimos. Con el tiempo los jugadores hemos ido pasando y han llegado otros jugadores, pero las aficiones han sido las mismas. Aquello se ha quedado grabado en la retina de los aficionados. Este partido se recuerda por encima de otros de mayor trascendencia", precisa el Flaco Gil.

Ramón Allegue asegura que a él también la han tirado "piedras" y destaca la enorme combatividad que en sus tiempos presentaba la antigua grada de Río que a él tantas veces le puso "la carne de gallina". La rivalidad y pancartas ofensivas de ambos lados existen desde tiempos remotos aunque antiguamente los pitos y los aplausos se entremezclaban cuando los jugadores de ambos equipos saltaban al campo. Por aquel entonces las medidas de seguridad en los estadios eran escasas y los modos de intimidar a los árbitros nada sutiles. "Salía un tipo de la grada de Río con un metro, cogía al árbitro y decía: 'este mide un metro sesenta, id preparando la caja'", relata Padrón.

Desde el último ascenso de ambos equipos la hostilidad entre las dos aficiones parece haberse atenuado. Los incidentes se siguen produciendo, pero de modo más aislado, hasta el punto de que el último choque disputado en Riazor por ambos conjuntos no fue declarado de alto riesgo.

Gustavo Loureiro atribuye esta mejora en el clima a la labor realizada en los últimos tiempos por las directivas de los dos equipos. "Ambas directivas están en muy buen camino, haciendo mucho por la reconciliación, con gestos importantes como compartir viajes en las categorías inferiores y eso marca una tendencia. Se ve que el talante de los dos presidentes está en el origen de todo esto", afirma.

Vicente Celeiro, también conocido como Vicente II como contraposición al excapitán Vicente Álvarez, aboga, por su parte, por que el clásico se convierta en todos los sentidos en una gran fiesta del fútbol gallego. "Debería serlo porque tanto en Balaídos como en Riazor el ambiente es maravilloso. Ojalá algún día ambas aficiones puedan disfrutarlo unidas, como hacen los vascos", concluye.

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