Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La última victoria de Stella Walsh

La carrera de una de las atletas más brillantes de la historia fue puesta en cuestión cuando la autopsia reveló su hermafroditismo

Stella Walsh, en una foto de estudio.

Anochece en Cleveland. 4 de diciembre de 1980. Stella Walsh, campeona olímpica de los 100 metros lisos en Los Angeles 1932 y subcampeona en Berlín 1936, abandona los almacenes Uncle Bill, situados en el que se conoce como barrio eslavo. Ha comprado algunos obsequios para la selección femenina de baloncesto de Polonia, su país natal. El equipo polaco visitará la vecina Universidad de Kent en unos días. Walsh es una celebridad local y ejerce como tal en numerosos actos públicos. En el parking de Uncle Bill la abordan dos jóvenes, Ricky Clark y Donald Cassidy. La crisis económica ha disparado las tasas de criminalidad de Cleveland. Los chicos intentan arrebatarle el bolso. Walsh se resiste con energía. Donald Cassidy, de apenas 21 años, saca una pistola. Walsh la agarra y ambos forcejean. Suena un disparo. Walsh queda tendida sobre el suelo, con un balazo en el pecho. Los asaltantes huyen, asustados, sin los 250 dólares que la mujer guardaba en un bolsillo de su pantalón. Otro cliente la encuentra desangrándose junto al coche y da el aviso. La llevan al Hospital Saint Alexis. Stella Walsh muere tres horas después, sobre la mesa de operaciones.

El asesinato ocupa cierto espacio en los informativos nacionales, pero pronto pasa a segundo plano. Cuatro días después Mark David Chapman mata a tiros a John Lennon en Nueva York y acapara los titulares. En Cleveland, sin embargo, solo se habla del suceso local. Alguien ha filtrado a dos cadenas de televisión, WKYC-TV3 y Canal 5 WEWS, que el forense, durante la autopsia, ha descubierto que Stella Walsh tenía genitales masculinos. De repente, la veneración y el dolor se convierten en una mala rima: "Stella was a fella". Stella era un tío. El secreto, que nadie hubiera descubierto si hubiese fallecido de muerte natural, queda expuesto al escrutinio público. Su vida será diseccionada igual que su cuerpo.

Stella Walsh nació en el pueblo polaco de Wierzchownia el 11 de abril de 1911 y fue bautizada como Stanislawa Walasiewicz. La pequeña Stasia, su apodo familiar, se trasladó a Estados Unidos con sus padres al año siguiente. Otros de tantos emigrantes huyendo de la miseria. Se instalaron en Cleveland, en ese Slavic Village donde Stella morirá casi setenta años después.

La adolescencia fue dura para Stella, una chica musculosa, de nariz gruesa y mandíbula cuadrada. Algunos chicos del barrio le llamaban "Bull Montana", un luchador famoso en la época. Ella se volcó en el deporte, destacando en todos aquellos que probaba. "La Jim Thorpe femenina" sería otro de sus motes, en referencia al campeón olímpico de pentatlón y decatlón, además de jugador destacado de fútbol americano, béisbol y baloncesto.

Stella se decantó finalmente por el atletismo. Su carrera despegó de forma inmediata. Si bien excelente en salto de longitud o lanzamiento de disco, fue especializándose en las distancias cortas. Los Juegos de Los Angeles se aproximaban. Ella era la gran favorita en 100 metros lisos. Todos intuían que ganaría. Ignoraban para qué país. Aunque habían americanizado sus nombres, los Walasiewicz no habían conseguido la nacionalización. Las autoridades estadounidenses aceleraron los trámites. Sin embargo, el día antes de la ceremonia de juramento, el padre de Stella fue despedido de su trabajo. Obligada a buscar sustento para todo el clan, la joven se decantó por su país natal, que le había presentado una suculenta oferta económica.

Stella "corrió con furia" en Los Angeles, se escribió en los periódicos. En las eliminatorias redujo el récord mundial a 11,9 segundos. La primera mujer en bajar de los 12. Repitió el registro en la final, que ganó con holgura. En 1930 ya había sido la primera en superar los 6 metros en salto de longitud y en 1935 la primera en bajar de 24 segundos en 200 metros, con un tiempo de 23,6 que nadie superaría hasta Marjorie Jackson en Helsinki 1952.

Tras la gloria olímpica se mudó a Polonia. Regresó al poco tiempo. Aquella tierra le era completamente ajena. Se sentía desarraigada. Cleveland era su universo. Siguió encadenando triunfos y plusmarcas en diferentes pruebas, reina indiscutible de las pistas hasta 1935. Ese año, en una carrera en Hamilton, caía ante Helen Stephens. La enemistad entre ambas no nació tanto de la derrota como de un malentendido.

- ¿Qué te parece haber derrotado a Stella Walasiewicz?-, le preguntó un periodista.

- ¿Stella, qué?-, respondió Stephens. No quería despreciar a su adversaria. Es solo que la conocía como Walsh. Pero la respuesta, aderezada por la prensa, irritó a la polaca.

Lo cierto es que Stella Walsh presentía que su época dominante había terminado. Los Juegos Olímpicos de Berlín confirmarían ese temor. Stephens logró el oro, relegándola a la segunda posición. En los días posteriores Stephens tuvo que someterse a exámenes físicos para demostrar que era una mujer. Los rumores sobre su sexualidad habían surgido de la delegación polaca. Asocciated Press atribuyó a Walsh el papel de acusadora.

Stella seguiría compitiendo durante varios años. En 1947 se casó con Harry Olson, un boxeador profesional. El matrimonio duró escasos meses, aunque Stella conservaría el apellido de casada y la residencia en California. En 1954 conquistó su último título estadounidense, el de pentatlón. Tras varios avatares vitales acabó regresando al hogar paterno en Cleveland, donde edificó una existencia discreta en lo íntimo y generosa en lo social. En 1975 fue incluida en el Salón de la Fama del atletismo americano.

Su asesinato destruye esa imagen construida con tanta paciencia. De repente sus genitales se han convertido en el principal tema de conversación de los vecinos que la admiraban. Hay discusiones, casi reyertas. La comunidad polaca reacciona con ira a las noticias periodísticas sobre su ídolo. Las atribuyen incluso a una conspiración del gobierno comunista de Polonia. Inician la campaña "Save our Stella". El Canal 5 WEWS rectifica su línea informativa. En WKYC-TV3, en cambio, insisten. Entrevistan a una amiga de la infancia, que recuerda cómo descubrió con 10 años la "mutación" de Stella, en sus propias palabras. Su exmarido Olson asegura que solo practicaron sexo en un par de ocasiones, con la luz apagada. Los detalles sórdidos se suceden. Los responsables del canal exigen que el resultado de su autopsia se haga público.

El juez Thomas J. Parrino les da la razón el 9 de enero de 1981. "Ausencia de útero, uretra anormal, pene subdesarrollado", reza el informe. Stella Walsh tenía mosaicismo. Es una alteración que se produce cuando una persona genéticamente masculina muestra resistencia a los andrógenos. Sus efectos, difíciles de descubrir en la infancia, pueden tener repercusiones físicas de muy diferente alcance.

La determinación del género de Stella Walsh puede suponer la anulación de todos sus logros deportivos. Hilde Strike, la canadiense a la que Walsh batió en Los Angeles, cree merecer aquella medalla de oro, aunque anuncia que no la reclamará oficialmente. Hay que etiquetar a Stella a toda costa, encajarla en alguna definición legal. Urge y a la ciencia se le escapa esa tarea. Finalmente otro juez, Gerber, cierra el caso: "Vista social, cultural y legalmente, Stella Walsh fue aceptada como mujer durante 69 años. Vivió y murió como mujer". La última victoria de Stella.

Compartir el artículo

stats