"Equipo, equipo? Siempre hasta el final". Así sonaba el vestuario del Coruxo una vez finalizado el choque. Palabras que servían para dar ánimo a un bloque que había trabajado para regresar con un mejor resultado, pero que se marchó de Las Gaunas con una contundente derrota. En ese afán de empatar, Pere Milla resolvió en dos minutos, con dos goles, para aumentar un marcador que previamente había inaugurado Borja tras una falta lateral mediada la primera mitad. Demasiado castigo para un Coruxo que tuvo sus opciones, pero que se encontró con un gran Miguel, decisivo en una fase del choque.

El UD Logroñés, resabiado tras la derrota en A Malata, salió con ganas de dominar, de achuchar, de intimidar a un líder que supo jugar esos compases iniciales con pausa, sin prisas, asentándose en el campo, dejando pasar el tiempo sin que sucedieran cosas. Sin embargo, una buena acción de Jordan dentro del área -acabó sin consecuencias- y una posterior jugada de Íker Álegre cuyo rechace le llegó a Jordan, con tiro del delantero que sacó bajo palos Cifuentes, fue un aviso de que el conjunto local iba en serio.

El Coruxo se agarró los machos y aguantó. Cierto que sin sufrir demasiado, pero le costaba, bastante, salir de su campo y tener la posesión de la pelota. Uno, dos pases y pérdida. Con esa dinámica la mejor opción era bajar el ritmo, buscar más a Ortiz en largo y vivir de las segundas jugadas para tratar de ir ganando metros. Pese a ello, los de Carlos Pouso encontraba la manera de buscar a Brais, como el tiro de Íker Alegre, desde la frontal, que el meta no terminó de atajar y en el que el fuera de juego de Pere Milla impidió el primero de la tarde.

No tardó en caer, mediado el primer acto, después de una falta lateral, sacada en corto, con centro al área y en el que Borja se adelantó a su par para colársela a Brais. Con el marcador en contra, los pupilos de Rafa Sáez, contrariamente a lo que se podía pensar, no se amilanaron y con el balón de por medio encontraron agujeros en los blanquirrojos.

Ahora, los locales se partían cuando perdían el cuero, lo que propiciaba que el cuadro olívico pudiera correr y combinar con más criterio. Para ello, se apoyó en su carril diestro, donde Adrián Armental ganó protagonismo. De un rechace, Ortiz pudo empatar, pero su volea, desde el vértice del área pequeña, se le marchó demasiado cruzado con sólo Miguel por batir. Y de las botas del extremo diestro salió la mejor ocasión de los visitantes, pero el centro medido, al punto de penalti, no fue rematado por el delantero de los vigueses.

Daba la sensación de que la UDL se daba una tregua, mientras que el Coruxo percutía y sacaba varios córners y un par de faltas laterales que intimidaban a los riojanos. Esto generaba que el cuadro blanquirrojo tuviera espacio para montar contras peligrosas. De hecho, Íker Alegre abusó de balón cuando tanto Titi como Pere Milla entraba por su costado zurdo con todo a favor para retar a Brais.

El segundo tiempo requería control para el UD Logroñés y concreción para el Coruxo. El primero lo intentó, aunque le costó asegurar la bola, y el segundo lamentó la falta de puntería, de nuevo, de Ortiz tras un saque de esquina y de Pedro Vázquez, después de un saque de banda que prolongó Ortiz, con un remate de cabeza franco al que respondió con una rápida mano Miguel. La pausa, como era lógica, la quería poner el bloque de Pouso, pero era intermitente y le faltaba continuidad en la circulación.

Pero esta UD Logroñés cuenta con pegada, mucha pegada. Tanta que en dos minutos aseguró la victoria gracias a dos zarpazos de Pere Milla. Un zurdazo que quitó las telarañas de la escuadra y una finalización perfecta, gran juego de tobillo, previo centro de Titi.

Rafa Sáez reaccionó con dos cambios, pero poco había que hacer después del 3-0. La actitud de los visitantes fue valiente porque trabajó a destajo para recortar distancias, aunque sin oportunidades, para que su oponente no estuviera cómodo y tuviera que correr detrás de la pelota. Sin embargo, a la contra, el UD Logroñés pudo redondear el marcador, pero el debutante Carlos Fernández, a puerta vacía, fallaba lo impensable después de que Titi le dejara todo hecho.