Digno y heroico hasta el último día, hasta el último segundo. El Celta despidió la Liga con la misma grandeza que ha mostrado durante casi toda la temporada en la que se ha convertido en un conjunto tan temido como reconocible. Los de Berizzo cerraron el ejercicio con una brillante remontada ante el Espanyol que cobra una mayor relevancia tras jugar con diez futbolistas durante setenta minutos por la expulsión de Sergio en una desafortunada acción defensiva. El triunfo, que permite al Celta cerrar la Liga en la octava posición, sirve de extraordinario colofón para una jornada cargada de emoción. Se despidió Borja Oubiña antes del arranque del partido. No lo hizo como a él le hubiera gustado, vestido de corto, pero al menos desde el césped de Balaídos, donde tanta felicidad repartió. Y también dijo adiós Krohn-Dehli, futbolista sin el que sería imposible entender al Celta de las últimas tres temporadas. Gran parte del espíritu jovial y dinámico que este equipo ha tenido se debe al estilo tan indefinible como el del danés. Ayer Balaídos le dejó claro que no le olvidarán con facilidad.

El partido sirve también para entender a Berizzo. El técnico mantuvo la tensión competitiva en el equipo aunque en juego no hubiese más que la honrilla. Pese a que el partido invitaba a ello no regaló minutos, ni politiqueó con la alineación. Sacó todo lo que tenía a mano, la formación titular que ha disparado al equipo en las últimas semanas con Orellana, Mina, Nolito y Larrivey en ataque. Una forma de entender la competición y el oficio. Puede ser discutible esa rigidez, pero no se le puede negar la intención de competir hasta que el árbitro pitase el final del partido, por garantizar la mejor respuesta del grupo. Una idea de por dónde irán los tiros en el futuro.

En un día que invitaba a pocas cosas, el Celta respondió con uno de esos arranques de coraje que le han convertido en el equipo que es. Se sintió extraño en el origen del partido y eso le penalizó en una acción que amenazaba por condicionar el partido y el marcador. Un error grosero de los centrales que inició Cabral al medir mal un salto con Sergio García y agravó Fontás con una cesión raquítica al portero. El delantero del Espanyol llegó un segundo antes que Sergio y éste no tuvo más remedio que derribarle. Penalti y expulsión con setenta minutos por delante. Sergio García adelantó a los barceloneses y el Celta se quedó sin Larrivey que cedió su sitio a Rubén Blanco.

Poco le importó al equipo vigués su inferioridad. Peleó con el descaro de casi toda la temporada, tomó la pelota e invitó al Espanyol a la clase de partido que más le gusta a los de Berizzo. Aceptaron los "periquitos" y ahí estuvo su condena. Con uno menos al Celta le interesaba más el intercambio de golpes, pese al evidente peligro que implicaba. Un riesgo del que eran conscientes los vigueses aunque el partido les ofrecía pocas alternativas. Comenzaron a llegar las ocasiones en el área de Casilla, que sacó manos pletóricas en remates de Orellana y de Augusto antes de que Hugo Mallo empatase cuando se llevaban 37 minutos al cazar un rechace del portero tras un remate a bocajarro de Mina.

Tampoco le afectó a los vigueses que Stuani adelantase al Espanyol en el arranque del segundo tiempo tras aprovechar con una genialidad otra imprecisión en defensa. Porque el Celta siguió haciendo metros para ocultar en todo lo posible su inferioridad -colosal Augusto en esa tarea- sin perder presencia en el área rival. Tiene más complejidad de lo que parece. Y aunque era inevitable que el Espanyol fabricase alguna oportunidad, el control del segundo tiempo volvió a ser del Celta que se fortaleció en el medio con la presencia de Borja Fernández en lugar de Santi Mina. Cabral empató en un cabezazo -otra acción a balón parado- y llevó el partido a esa fase histérica con los dos equipos más preocupados por encontrar el camino hacia el área rival. Es lo que tiene el fútbol cuando la trascedencia se queda fuera de la ecuación. Cualquier cosa pudo suceder. De hecho la jugada del tercer gol del Celta comienza en un remate al larguero del Espanyol. Los vigueses articulan a partir de ahí un contragolpe maravilloso con dos cambios de orientación de Nolito y Orellana, un control primoroso del andaluz y un remate al palo largo que dejó sin respuesta a Casilla. Ungol "marca Nolito" que permitió al Celta culminar una hermosa remontada y acreditar una vez el carácter tan especial de este equipo. Al final el partido y la victoria es un resumen perfecto de lo que ha sido el Celta durante la temporada. Una bendición para los ojos.