David Cal, campeón de España cadete C-1de piragüismo // FARO[NOTA: Esta noticia se publicó originalmente en la edición del 9 de Agosto de 2012 de Faro de Vigo. La recuperamos tras el anuncio de que David Cal se retira

Sin hacer apenas ruido, sin decir una palabra más alta que otra y con una capacidad de sacrificio y de esfuerzo extraordinaria, el cangués David Cal Figueroa se ha convertido en el deportista español más laureado de todos los tiempos. De puertas hacia fuera muestra un carácter reservado, incluso tímido, aunque los hitos que ha ido logrando en los últimos años hacen que cada vez se sienta un poco más cómodo en la marea de los medios de comunicación. Dicen sus allegados que en realidad es muy distinto y que sus pocas palabras obedecen a la prudencia y al deseo de no levantar suspicacias con nadie. Eso sí, siempre con un punto de retranca e ironía marca de la casa.

Cal nació el 10 de octubre de 1982 y desde el principio la suya fue una vida de carrera, contra el reloj. Su madre, María José, dio a luz en el antiguo hospital de Santa Rita de Pontevedra antes siquiera de que llegase la comadrona. Fue después de que su marido Miguel la trasladase en apenas quince minutos desde la parroquia canguesa de O Hío hasta la ciudad del Lérez. El deportista tiene dos hermanas, una mayor y otra menor, y un verano su madre inscribió a los tres en el Club de Mar Ría de Aldán. David tenía solo ocho años y empezó con el kayak, una embarcación con la que también despuntaron otros ilustres cangueses, como Teresa Portela o Carlos Pérez. Inicialmente aquella era una actividad estival, para hacer ejercicio y estar entretenido mientras sus padres trabajaban en la panadería familiar. En aquel momento probablemente a nadie se le pasaba por la cabeza que algunos años más tarde aquel chico regordete y callado se colgaría al cuello cinco preseas olímpicas.Su relación con el kayak fue corta y muy pronto se pasó a la canoa, con la que enseguida empezó a cosechar éxitos de manera precoz. Empezó a competir muy pronto, tan pronto que incluso no tenía edad para ello y tenía que usar el nombre de un compañero llamado Yago, de categoría superior, para competir y recoger los premios. El apoyo familiar fue una constante desde sus inicios y su padre le compró en Zamora su primera canoa, una embarcación que fue trasladada Cangas en un remolque del propio club al regreso de una competición.

El despunte a nivel internacional se produjo en el año 1999, cuando se alzó con la medalla de bronce en Mundial junior de Croacia. Un año después ganaba el oro en C-1 500 en el Campeonato de Europa junior y otra vez el bronce en la distancia del kilómetro. En 2000, a pesar de su juventud, se ganó sobre el agua el derecho a competir en sus primeros Juegos Olímpicos, en Sydney, aunque finalmente fue relegado a suplente.

Esa situación y la posterior concentración en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sevilla con la selección estuvieron a punto de truncar la incipiente trayectoria del deportista español más laureado. Aquella experiencia en Sevilla resultó frustrante y Cal decidió abandonar la concentración para regresar a Cangas junto a su familia. En su mente estaba dejar el deporte. Pero en su camino se volvió a cruzar Suso Morlán, que lo conocía desde la categoría de infantil. El técnico lo convenció para retomar los entrenamientos en Pontevedra, cerca de casa y de su familia. La sociedad Cal-Morlán es indestructible desde entonces y el técnico, que controla de manera minuciosa y al milímetro la preparación del palista, le devolvió la confianza y las ganas de competir. Morlán siempre se mostró convencido de que detrás de "aquel chico bajito y gordito que parecía una patata", tal como él lo vio en sus inicios, había algo "que nos decía que podía llegar lejos".

Golpe de autoridad

Esa demostración llegó en los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004, cuando el de O Morrazo conquistó dos medallas, una de oro en los 1.000 metros y una de plata en los 500. Aquellos resultados, con la ya mítica imagen con la corona de laurel en el podio ateniense, lo elevaron a los altares del deporte español y pusieron en el mapa mediático a un deportista que hasta entonces era prácticamente un desconocido para el gran público.

Ni el éxito ni la repentina fama cambiaron la forma de ser de este cangués: tranquilo, reservado y humilde. Más bien al contrario. Tanta atención, tantos actos y tantos reconocimientos le hicieron pensar seriamente en su futuro. Pero su vida está en el agua y encima de una canoa, un medio en el que David Cal se transforma completamente. "Es como Jekyll y Hyde. Tranquilo y reservado fuera del agua y un auténtico asesino dentro", decía en una ocasión Suso Morlán acerca del carácter de su pupilo.

Su existencia en los últimos años se podría contabilizar en ciclos olímpicos, con los dos años previos a los Juegos volcado en su objetivo de lograr una nueva medalla, de subir de nuevo al cajón y de convertirse en una leyenda del deporte español. El tránsito hacia Pekín 2008 estuvo jalonado con un subcampeonato del mundo en Zagreb en 2005, dos medallas de bronce en el Campeonato de Europa de 2007 en Pontevedra y un primero y un tercer puesto en el mundial de Duisburgo, también en 2007. "Siempre hay algunas críticas, gente que decía que estaba acabado. Y él siempre dice lo mismo: ´¡Pero vosotros sabéis lo difícil que es estar remando con los mejores del mundo!´", dicen sus allegados.

En todo caso su paso por los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 volvió a ser deslumbrante. No hubo medalla de oro, pero si dos platas que lo ponían a la altura de los deportistas españoles más laureados, Arantxa Sánchez Vicario y Joan Llaneras. El reto de una quinta medalla y de subir un escalafón en esa clasificación de méritos supusieron el acicate perfecto para que Cal y Morlán preparasen a conciencia el asalto a Londres 2012. Si cabe se acentuó más aún su espíritu competitivo ya que esta vez solo disponía de una prueba para competir, una única oportunidad. "Tiene su lado positivo, porque te centras en solo una distancia [los 1.000 metros], pero si fallas no hay más posibilidades", reconocía el joven cangués poco antes de iniciar la fase definitiva de su preparación.

Cuando no está compitiendo o en esa fase definitiva de la preparación para los Juegos a Cal le gusta mantener un estilo de vida normal y cerca de los suyos. "En las fiestas de Pascua es habitual que esté trabajando con nosotros. Y si llega a casa y hay trabajo por hacer no es de los que dice ´voy a hacer esto´, sino que se pone directamente a hacerlo", cuentan sus padres, que también alaban sus dotes como cocinero, sobre todo a la hora de asar.

Pero todo eso pasa a un segundo plano cuando hay unos Juegos Olímpicos por medio. Durante los últimos meses sólo paró en la casa familiar dos veces y en ambas ocasiones de paso. Una antes de irse al Campeonato de Europa de Zagreb y la otra hace unos días, tras acabar su retiro en Cervo y poner rumbo a Londres.

Ambición y precisión

La ambición y la preparación minuciosa de David Cal y Suso Morlán se denota en todo lo concerniente a esa concentración de Cervo, en Lugo. La elección no fue ni mucho menos casual, sino que buscaban unas condiciones lo más similares posible a las del canal de Eton, donde ayer el palista cangués volvió a saborear una medalla olímpica. Durante ese retiro monacal de dos meses apenas hubo visitas y los pocos que pudieron verle transmitían en los últimos días una idea esperanzadora. "Está haciendo los mejores tiempos de su vida, mejor incluso que en Atenas", avanzaban. A la vista de los resultados nadie puede discutir los éxitos de una pareja que se entiende a la perfección, pero que al final de cada cita olímpica necesita un tiempo de separación para oxigenarse y volver luego a entrenar con más ganas si cabe.

Los Juegos de Río de Janeiro 2016 están todavía a cuatro años vista y a muchos miles de kilómetros de distancia. Pero él mismo señaló antes de partir hacia la capital británica que si conseguía una presea lo más probable es que alargase un poco más su trayectoria deportiva, para llegar con casi 33 años de edad a Brasil. Si finalmente adopta esa decisión será porque tanto él como Suso Morlán estarán convencidos de que la sexta medalla olímpica es posible.